CAPÍTULO 3: Volver a ver

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— Narra Rubén —

¿Cómo pudo irse así? seguía preguntando a mis adentros. Me estaba preocupando demasiado y la intriga no dejaba de molestarme. Miles de preguntas rondaban por mi cabeza y no sabía cómo reaccionar ante lo que acaba de pasar.

— ¿Qué tienes tío? — preguntó Mangel, tocando mi hombro para sacarme del lío mental.

— No sé, Mangel —dije ocultando mi rostro en ambas manos—. Me asusté mucho con la chica.

— ¿Crees que yo no?

Nos quedamos en silencio un largo minuto, hasta que confesé:

— Me hubiera gustado ayudarla.

— Ella no quiso, no puedes hacer nada contra eso.

Mangel tenía razón, ella no me dio la oportunidad de ayudarle. Pero, aún así, no podía dejar de sentirme culpable por dejarla ir.

— Lo sé... ¿te puedes quedar? —lo miré.

— Claro, si lo necesitas me quedo —sonrió.

Le devolví la sonrisa y prendí la Xbox, tomé los mandos y le pasé uno a mi mejor amigo.

— Ahora que lo pienso...

— Me amas —adelantó.

— Aparte —me reí un poco—. Cuando llegó Lina no había nadie con ella. Lo que quiero decir es que estaba sola... Y tiene un acento marcado, por lo que deduzco que no es de por aquí.

— Creo que sí, porque no sabía dónde estaba la famosa plaza...

— Ay tío, la que me estoy liando yo solo ¿eh? —hice una mueca.

— Venga, olvidemos esto Rubius —dio una palmada en mi espalda— Verás cómo mañana todo va a estar bien.

— Vale.

En realidad, me sentía de lo peor. Un instinto me ordenaba que tenía que protegerla, lo cual nunca lo había sentido... Y me dolía el saber que tal vez ya no la vería de nuevo.

Miré a Mangel tratando de sonreír.

— Narra Lina—

Bajé las escaleras del edificio con paso lento: no me creía capaz de ir más rápido, ya que si lo hacía, me terminaría tropezando debido al estado en el que estaba.

Ya la noche estaba avanzada. Las estrellas decoraban el cielo, como pequeños diamantes en una tela negra gigante. La luz de la luna ocasionaba que los colores de alrededor se vieran más opacos y sin vida.

Comencé a caminar y seguir la indicación que me dejaron Rubén y Mangel. Me había costado demasiado ignorar la ayuda que me brindó Rubén, el chico cobrizo, pero tampoco tuve el valor para aceptarla.

Por favor, apenas lo conozco y apenas me conoce. No podía acceder a su invitación así como así... Pero bueno, eso ya fue pasado y no hay vuelta atrás. De seguro y ni lo vuelvo a ver.

Cuando llegué a la dichosa plaza-parque-explanada, me recosté en una banca, no sin antes echarle un vistazo a la mochila medio vacía que llevaba conmigo. Ya casi no me quedaba nada y no tenía pensado gastar mi dinero... Las probabilidades de que muera por hambre son más grandes ahora.

Por otro lado, no podía dejar de sacar de mi mente a Rubén. No sé por qué, pero al ver sus ojos, algo sentí dentro de mí, como una mini punzada en el pecho... ¿cómo es posible que sintiera eso con alguien que acabo de conocer?

Cerré los ojos, tratando de olvidar aquel reburujo de pensamientos y enseguida concilié un sueño profundo.

[...]

Despierto por los ruidos que provienen de los alrededores.

Lo primero que aprecio son cosas cotidianas. Las personas caminando de un lado a otro, niños corriendo de aquí para allá, ancianos sentados en las bancas... Cosas simplemente normales.

Suelto un largo bostezo y estiro mis extremidades, haciéndolas crujir. Las personas que pasaban por enfrente mía me miraban con lastima... Eso me hacia enojar demasiado, y todavía más saber que aunque te vean así, nunca te ayudan.

Es como aparentar ser una buena persona, pero nunca demostrarlo.

Me levanto de la banca y caminé un poco, sin un rumbo fijo. El dolor en la cabeza había desaparecido, seguramente por la pastilla de ayer.

Hice el esfuerzo de no pensar en la persona que me la facilitó.

Durante el camino me topo con una tienda de videojuegos. Siempre fui una chica interesada por el mundo "gamer", así que no pude evitar entrar a mirar un poco los nuevos juegos y esas cosas. Sí, sólo iba a mirar, ya que aunque tenga el dinero para comprar uno, no es como si pudiera usarlo.

No en estas condiciones.

Pasé al interior de la tienda, que era un poco grande y muy decorada, las paredes llenas de pósters y carteles. Figuras de acción, accesorios, mandos... Todo lo relacionado con videojuegos.

Fui pasando por los pasillos, viendo poco a poco lo que llenaban los estantes.

A veces me gustaría ver cómo sería el mundo si tuviera las opciones de un juego. O sea, que pudieras seleccionar un botón de "reinicio" y empezar todo de cero. O poner "pausa" y detener el tiempo un instante... O presionar el botón de "apagar" y dejarlo todo.

Estaba tan sumergida en mis pensamientos, que cuando siento que alguien toca mi hombro me sobresalto un poco.

Me volteo un tanto sorprendida, y aún más al reconocer quién estaba detrás de mí.

Otra vez el.

Encanto Inexperto (Fanfic Rubius) (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora