CAPÍTULO 67: Como un deseo

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— ¡Lina! ¡Rubén, arriba!

El hombre pelinegro sacudió levemente los cuerpos de los mencionados.
Ellos abrieron sus ojos, pesadamente, para luego parpadear varias veces seguidas con tal de asimilar la luz del lugar.

—Ah... ¿qué pasó? —preguntó Rubius, algo ronco, quitándose de las piernas de Lina.

—Faltaba poco para que los doctores salieran —informó él, tomando asiento al lado de Rubén—, pensé que sería buena idea irlos despertando.

El castaño se frotó los ojos, según él, sintiéndose más cansado que antes.

Lina, arrastrando los pies, fue directo al baño, y ya ahí, se lavó la cara.
Se miró al espejo y al ver su rostro, no evitó hacer una mueca.
Se veía como un zombi.

No supo cuánto tiempo duró ahí, sumergida en un divague mental. Pero cuando salió y vio a un doctor aproximarse a Doblas, su pecho se convirtió en la sede de latidos rápidos desesperados.

Literalmente, ella corrió hacia la conversación.

El joven estaba viendo desinteresadamente su fondo de pantalla del celular, cuando un destello blanco en el rabillo de su ojo capta su atención.

Al levantar la mirada, ve acercarse al hombre con la esperada noticia, que tanto ansiaba conocer y a la vez... no.

Como reflejo natural, él y su 'padre' se ponen de pie.

— ¿Familia de la señora Gundersen?

—Sí —atinaron a decir juntos.

El uniformado revisó unos papeles que llevaba en mano.

Mientras esos pocos segundos pasaban, el mitad noruego intentaba leer en el rostro del médico una pista de lo que les deparaba.
Pero, con tanta inexpresividad, le fue imposible.

Supuso, después de ese corto estudio, que estas personas debían de tener ese perfil neutro de forma predeterminada.

Listos para dar cualquier noticia, sin importar qué.

— La operación se realizó sin problemas ni inconvenientes...

Rubén iba a liberar un "gracias al cielo", pero se vio interrumpido y rebosante de nervios de nuevo al escuchar una sola palabra: pero.

—Pero... su estado actual nos deja mucho qué desear. Está por debajo de lo estable, y tememos que empeore —tomó aire—. Lo que resta, realmente, queda en ella y si logra resistir las siguientes horas...

A partir de ahí, Rubén ya no prestó oído a nada más.
Apretó sus labios y miró por encima del hombro del hombre blanco: ahí estaba, Lina, mirándole con tristeza.

Ya no le pudo ver más, por culpa de las lágrimas.
Retrocedió unos pasos, para llegar a las sillas y tomar asiento.

Le empezó a doler la cabeza por el hecho de aguantarse el llanto, pero le importó poco.
Entró en un trance, algo poco común en él, del cual no hubiera podido salir si no fuera por unas insistentes llamadas...

—Rubén... Rubén, mírame.

Y así lo hizo.
Lina le esperaba, muy cerca, y con una caricia en las manos de él, le dijo.

—Ya admitieron visitas, cortas, pero—

Sin dejarla terminar, él se fue como un suspiro a la habitación donde reposaba su madre.
Esto no le extrañó para nada a ella, y como acción siguiente, decidió esperarlo en las sillas.

Creía que necesitaba privacidad.

Definitivamente, Rubén no estaba preparado para ver a su madre así.

Encanto Inexperto (Fanfic Rubius) (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora