CAPÍTULO 52: Vaya por Dios

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— ¿Y puedes teletransportarnos?

—No lo sé...

— ¿Telequinesis?

—No sé...

— ¿Hacer que llueva?

—Desconozco...

— ¿Hacer que me ames?

Abrí los ojos más de lo normal.

— ¿Qué?

—Quería asegurarme de que me prestabas atención.

Él se encogió de hombros, quitándole importancia. Yo me acomodé en aquel asiento de avión, ya me estaba empezando a doler la espalda.

—Te escucho, sí.

— ¿Entonces?

Suspiré. Todo el vuelo había estado cuestionándome sobre lo nuevo que descubrió de mí, tratando de hurgar más allá de lo que salió de mi boca y no era que no le tuviera paciencia, sino que me sentía algo incómoda con las personas alrededor.

—No te mentiré, poco sé de lo que soy capaz o de mis límites...

— ¿Los descubrimos juntos?

Este chico me enternece muy fácilmente.

—Ya veremos —le sonreí.

Me devolvió el gesto y apoyó su cabeza en mi hombro, haciendo que mi piel se pusiera de gallina.

[...]

Cuando por fin aterrizamos un gran alivio me inundó completamente. No había podido dormir, a diferencia de Rubius, quien se durmió casi en todo el vuelo, con su cabeza en mi hombro.

—Dios, no siento las piernas —comenté, sacudiéndolas un poco al tocar suelo.

— ¿Te cargo?

Sin permitirme responder me toma en brazos, como a un bebé.

—No me la creo, ¡pesas nada!

Algunas personas nos veían de una manera que no podía explicar, por lo tanto, sentí el calor subiéndome a la cara.

—Rubéeen, bájame... —le pedí, escondiendo mi rostro en el pecho de éste.

—Narra Rubén—

Me dio tanta ternura que se sonrojara, que en un impulso, le quise dar un beso en la cabeza. Sin embargo y para sorpresa mía, ella descubrió su cara y terminé plantando mis labios en la comisura de su boca.

Inmediatamente la sorpresa se pintó en su rostro y sus mejillas parecían dos tomates, literal.

Yo, algo embobado debido a la sensación tan dulce que sentí ante el accidente, me quedé pasmado.

Hasta que reaccioné sacudiendo mi cabeza y dejé a Lina en el suelo. Para que no se hiciera más tensa la cosa, le invité a un café debido a su cara de cansancio.

En menos de una hora, ya habíamos regresado a nuestro hogar.

—Oye Lina, ¿qué me dices de Willy? ¿No se interpuso a que volvieras? —pregunté, dejando las maletas en el salón.

—No, para nada. Él sabía que tarde o temprano nos arreglaríamos —confesó, barriendo el departamento con la mirada. Era como si esperaba algo nuevo ahí—. Vaya, no está tan de cabeza como imaginé.

—Me pegaste tu responsabilidad de limpieza.

Lina se rió un poco y yo, sin saber muy bien mi motivo, le estreché en mis brazos.

Encanto Inexperto (Fanfic Rubius) (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora