—¿Hay algo más?
—Sí. Creo que estás enamorada de Harry. Creo que siempre lo has estado. Creo que aceptaste casarte conmigo para acercarte a él.
Maggie no sabía si reír o llorar. Le resultaba difícil creer que él pudiera ser tan espeso.
—¿Tú no crees que, si quisiera estar con Harry, me habría ido con él?
—No. Tú eres muy orgullosa y el orgullo jamás te habría permitido ir detrás de él.
"¡Caray! Ha pensado en todo". Maggie lo miró. Él volvió de nuevo su atención al trabajo. Ella se había criado con un montón de chicos, entre ellos Harry y Aaron. Todos lo hacían todo juntos. Montaban en bici, jugaban al fútbol, lanzaban canastas y caminaban por la ciudad. Habían bromeado juntos, jugado juntos y se habían gastado bromas pesadas unos a otros. Hasta que ella llegó a la pubertad, había sido una más con los chicos: Connor, Harry, Aaron, Lucas, Brad, Cliff, Jake, unos cuantos vecinos y Maggie. Todos habían sido muy amigos, al menos hasta que a ella le cambió el cuerpo y a ellos se les puso más grave la voz. Durante un periodo corto de tiempo, ella pensó que sentía algo por Harry.
Pero entonces le había regalado un balón de fútbol americano en su catorce cumpleaños y él la había besado. Cuando se dieron su tercer y último beso en la oficina del director en el último curso del instituto, ella ya sabía que su corazón no estaba en eso.
Harry era divertido y despreocupado, pero no se tomaba la vida en serio. Aaron, por otra parte, se había convertido en un hombre responsable y cariñoso que llevaba sus sentimientos a la vista de todos. Aaron y ella se habían hecho muy amigos. Hablaban durante horas y Maggie solo había necesitado un beso para saber que él era el dueño de su corazón, era a él a quien amaba.
Sí, las hermanas de Aaron y Harry le habían contado el juramento ridículo que habían hecho todos los chicos en aquella época, la promesa de que, si no podían tenerla todos, no la tendría ninguno.
Una locura. Bobadas de la infancia.
Maggie miró a su prometido y sonrió interiormente pensando en todas las noches solitarias que había pasado en sus años universitarios soñando con que Aaron iría a buscarla. Él había tardado unos años más de los que ella creía, pero había terminado por ir.
Y ella había estado esperando.
—¿A dónde vas? —preguntó Aaron, cuando ella suspiró y se dispuso a salir de la cocina.
Maggie se detuvo en el umbral y miró la casa que habían compartido durante meses.
Miró el escritorio que le había comprado Aaron antes de que se mudaran allí, los cojines hechos a mano en los sillones donde se sentaban, cojines que había hecho ella cuando se instalaron allí.
—Voy a por mi ordenador —contestó—. Tengo clientes que me necesitan.
—¿No te vas a ir?
Maggie enarcó las cejas, escandalizada por la pregunta.
—Esta es mi casa —respondió, harta de tonterías—. Si alguien se marcha, tendrás que ser tú. Yo no iré a ninguna parte.
—¿Y no tienes nada que decir sobre el tema?
Maggie tragó el nudo que tenía en la garganta, decidida a no derrumbarse, firme en su decisión de ayudar a Harry en aquel momento de necesidad.
—Voy a ayudar a Harry todo lo que pueda. Es tu hermano. Es familia.
****
—¿Qué le has hecho a Aaron?
Harry hizo una mueca al salpicadero de su coche, donde la radio a menudo ponía milagrosamente ondas magnéticas a la voz de su madre. El teléfono manos libres de su Chevy Tahoe supuestamente ayudaba a viajar más seguro, pero se preguntó si sería muy seguro conducir mientras le sermoneaba su madre.
—No sé de qué me hablas —dijo sin apartar la vista de la carretera.
—Aaron ha dicho que, si vienes tú a la reunión familiar que estoy planeando, no puede venir él. Ha dicho que te pregunte a ti si quiero detalles.
—Ahora no, mamá. Estoy aparcando delante de mi nuevo apartamento. Jake y los mellizos vienen a ayudarme a mover algunas cosas.
—¿Por qué te mudas a un apartamento cuando ya tienes una casa preciosa?
Harry entró en el aparcamiento.
—Es solo temporal. Quiero que Clare entienda que la vida de Ryan será mejor si yo estoy en ella.
—Pues claro que será mejor si tú estás en ella. ¿Cuándo podremos conocer a Clare y a nuestro nieto?
—Estoy trabajando en ello, mamá. Hasta la mediación del mes que viene, voy a hacer lo que pueda para intentar que Clare y yo lleguemos a algún acuerdo entre nosotros.
—No comprendo. Tú estuviste en la habitación del hospital cuando nació vuestro hijo. ¿Por qué no ve que eres un hombre bueno y fiable? No eres exactamente Tom Hanks o Bob Barker, pero tienes carisma. Quizá se pregunte por qué sigues soltero.
—Mamá, eso me podría parecer un cumplido si a Bob Barker no lo hubieran demandado seis mujeres por su programa de televisión.
—Ridículo. Bob Barker fue nombrado el presentador de concursos más popular en una encuesta a nivel nacional.
Harry soltó una risita. Aparcó en un lugar vacío y puso el freno de mano.
—En eso tendré que aceptar tu palabra. Tengo que irme.
—Dile a Jake que he encontrado los patines que andaba buscando y diles a los mellizos que la cena estará lista a las siete.
—¿Patines?
Jake tiene una cita con Candy este fin de semana, pero yo no te he dicho nada.
Harry alzó los ojos al cielo.
—¿Sigues cocinando para los mellizos? ¿No tienen ya veinticinco años? —El miércoles viene todo el mundo a cenar aquí. Todo el mundo menos tú.
¡Maldición! Harry había vuelto a olvidarlo.
—Iré la semana que viene, lo prometo.
—Te tomo la palabra. No olvides traer una foto de Ryan.
—Haré lo que pueda. Te llamo luego, mamá —Harry cortó la llamada antes de que a su madre se le ocurriera otro tema de conversación. Salió del coche y cerró la puerta.
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También es mi hijo || H.S
Любовные романыDe niña, Clare Garrison nunca había soñado despierta con la boda perfecta. Había soñado con tener un bebé. Niño o niña, daba igual. Desgraciadamente, su prometido no podía tener hijos. Clare estaba decidida a cumplir su sueño y pasó años buscando un...