Harry mantuvo los ojos en la carretera. Imaginaba que Clare lo estaría mirando y seguramente se preguntaría qué narices pasaba con él. Sandy le había dejado claro que sería hombre muerto si hacía daño a Clare. Pero por lo menos la interrupción de Lexi había servido para que ya nadie pensara en lo que había dicho su madre de que toda la familia se había esterilizado las manos antes de su llegada. Aunque lo mirara como lo mirara, le resultaba imposible escapar a la sensación de que iba a ser un día muy largo.
Poco después aparcaba el coche delante del rancho de sus padres. La primera señal de que podía estar metido en un lío más gordo de lo que pensaba se la dio una colección de globos de papel de plata y látex de todas las formas, tamaños y colores. La segunda fue una pancarta de tres metros por uno hecha con papel blanco. Colgaba encima de la puerta de sus padres y decía en letras grandes y rojas: "Clare y Ryan bienvenidos".
Pensó que tal vez Clare no hubiera visto nada de aquello, pues había salido ya del coche y estaba desatando las hebillas de la sillita del bebé. Cuando terminó, besó a Ryan en la punta de la nariz y se lo pasó a Harry.
Este miró un momento largo a su hijo, casi como si no lo hubiera visto antes. La idea de que su hijo iba a ver a sus padres por vez primera lo golpeó de pronto con la fuerza de un rayo. No quería saber por qué esa idea hacía que se sintiera como si tuviera una multitud de moscas del vinagre aleteando en el estómago. Solo sabía que estaba emocionado. Pero nunca había sido un sentimental y no veía motivo para empezar en aquel momento. Tragó el nudo que tenía en la garganta y parpadeó un par de veces para recobrarse.
Clare tomó la bolsa de Ryan y lo miró.
—¿Estás bien? Te veo pálido.
—No hemos debido traerlo aquí —murmuró Harry.
Ella sonrió.
—Era a ti al que le preocupaban las manos sucias. No temas, tu secreto está a salvo conmigo. Y deja de preocuparte por Ryan. No le va a pasar nada.
Harry la sujetó por el brazo para que no siquiera andando. Sandy corría ya detrás de Lexi por el patio.
—Llevo toda la mañana queriendo decirte que anoche lo pasé muy bien —dijo Harry. Cambió el peso de un pie a otro—. He visto películas mejores, pero nunca en mejor compañía.
Ella sonrió... hasta que frunció el ceño.
—¿Se puede saber qué te pasa? Parece que vayas a tu ejecución.
—Tú no has visto a toda la familia junta.
—¿Pero a ti no te hacía feliz que tu familia conociera a Ryan?
—Tienes razón. Estoy feliz. Estoy bien. Ellos se portarán bien. Tú estarás bien. Todo irá bien —le soltó el brazo y miró a Ryan, que parecía crecer a la velocidad de la luz.
—¡Vamos, Hollywood! —gritó Lexi.
—Ya vamos —contestó Clare.
Ryan volvía a chuparse los dedos.
—Creo que tiene hambre —comentó Harry, con la esperanza de distraer a Clare por si no había visto el ramo de globos de colores atados al buzón o los otros grandes metálicos que oscilaban en las ramas del arce que había en el patio.
—Le daremos de comer dentro —ella lo miró por encima del hombro—. Conque ni globos ni pancartas, ¿eh?
—Te has dado cuenta, ¿verdad?
Ella alzó los ojos al cielo.
—Me sorprende que no hayan venido los de las noticias al evento.
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También es mi hijo || H.S
RomanceDe niña, Clare Garrison nunca había soñado despierta con la boda perfecta. Había soñado con tener un bebé. Niño o niña, daba igual. Desgraciadamente, su prometido no podía tener hijos. Clare estaba decidida a cumplir su sueño y pasó años buscando un...