Aunque hacía lo posible por no mostrarlo, Harry se sentía como un gusano. Sandy le había advertido del afecto creciente de Clare y él no había intentado impedir que se abrazara a él y lo besara. Él ya sabía que besaba como un ángel, pero hasta ese día no había descubierto que ella era como una docena de cartuchos de dinamita esperando que los encendieran. Si se hubiera tratado de otra persona y no de ella, la madre de su hijo, Harry habría tomado lo que le ofrecía y algo más.
¡Qué narices!, él jamás había dicho que fuera un santo.
Pero Clare no se parecía nada a las mujeres con las que había estado hasta entonces. Era demasiado dulce e inocente para un hombre como él. Y además, el corazón de él le pertenecía a Maggie. Clare merecía estar con alguien que pudiera entregarse a ella al cien por cien. Alguien que siempre estuviera a su lado. De no ser por Maggie, él habría considerado en serio solicitar el puesto. Pero Maggie siempre estaba allí, flotando en sus pensamientos, incluso cuando él no quería que fuera así. En el fondo sabía que sus hermanos tenían razón.
Necesitaba olvidarla, cortar todos los lazos emocionales y dejarla marchar. Pero ya lo había intentado y no había sido capaz. Amar a Maggie era como ser adicto a una droga. Necesitaría un programa de doce pasos para librarse de ese amor.
Había un festival de arte en el centro y tardaron unos minutos en abrirse paso hasta la puerta a través de la gente. Poco después, Harry y Clare estaban en la consulta y Laura esperaba en el vestíbulo. Harry se alegraba de sentir de nuevo la sangre fluir por sus piernas. Viajar en el coche de Clare era como ir en una lata de sardinas.
Clare caminaba por la sala, adelante y atrás, y Ryan no paraba de llorar.
—Si lo pones más cerca de tu pecho, un poco más a la derecha, creo que...
—Sé cómo tener en brazos a mi hijo. Muchas gracias.
Harry se desperezó y fingió un bostezo para ocultar una sonrisa.
—Me alegra que te divierta —lo riñó Clare—, aunque no sé cómo puedes encontrar cómico el dolor de Ryan.
—No sonrío por eso —contestó él. Le divertía el tic que tenía ella en el ojo y cómo curvaba el labio cuando se enojaba. Y no podía dejar de pensar en su reacción cuando Laura había dicho que no era aventurera. Clare quería cambiar aquello y él tenía algunas ideas para ayudarla a romper el cascarón—. Estaba pensando en la llegada repentina de tu familia. Tu hermana es todo un personaje.
—Esa mujer que espera en el vestíbulo no es mi hermana. Mi hermana es grácil, delicada y muy callada. Toma té Ming Cha a sorbitos y mordisquea sándwiches de berro. Nunca maldice y, desde luego, no lleva pantalones de cuero.
—¿Come sándwiches de berro?
Antes de que Clare pudiera contestar, entró el pediatra. Era un hombre de treinta y pocos años, que parecía encantado de ver a la joven.
—Es un placer volver a verte —le dijo.
A ella se le iluminaron los ojos.
—Nate Lerner. Me alegro muchísimo de que hayas vuelto a tiempo para la primera cita de Ryan.
Antes de que Harry pudiera presentarse, Clare le pasó a Ryan y a continuación abrazó al médico como si fuera un hermano al que hacía tiempo que no veía y que acabara de volver de la guerra. Cuando por fin lo soltó, el doctor Lerner retrocedió un paso para poder verla bien. —Estás increíble. Sencillamente maravillosa.
Harry sostuvo a Ryan contra su pecho y lo meció hasta que dejó de llorar.
Aquella escena entre el doctor y Clare le pareció un poco exagerada, quizá porque ella no había mencionado para nada al doctor Lerner y ahora los dos casi estaban haciendo el amor delante de él, como si él no estuviera presente. Harry sabía de primera mano lo soliviantadas que estaban las hormonas de Clare y no quería tener que verla excitándose con otro.
Clare se llevó una mano al pecho.
—Eres igualito a tu padre —movió la cabeza con incredulidad—. Es asombroso.
Harry carraspeó, pero nadie le hizo caso.
—Tenemos que vernos para ponernos al día.
—Me encantaría —repuso Clare con la sonrisa más luminosa que Harry le había visto jamás. Apretaba las manos del doctor en las suyas.
—¿Y a quién tenemos aquí? —preguntó el pediatra.
—Nate, quiero presentarte a mi amigo Harry y a mi hijo Ryan —Clare tomó al niño y lo acunó en sus brazos de tal modo que Nate tuvo una vista más clara de su escote.
El doctor señaló la camilla y Clare lo siguió hasta allí obediente.
—Es un niño muy guapo —dijo el doctor Lerner—. Vamos a medirlo.
—¿Lo desnudo?
—Por favor.
Clare tardó bastante en sacar los bracitos y las piernecitas de Ryan del pijama azul de algodón que llevaba. Harry se quedó dónde estaba, viendo a distancia cómo medía el pediatra la circunferencia de la cabeza de Ryan antes de examinar la parte blanda.
—Su fontanela está como tiene que estar —dijo el doctor—.Puedes tocarla y debería desaparecer entre doce y dieciocho meses—a continuación midió la longitud de Ryan desde la cabeza a los pies, miró su gráfico y pidió a Clare que le quitara el pañal para pesarlo.
Continuó con sus pruebas mientras Clare estaba pendiente de Ryan y de él a partes iguales. Miró con adoración al doctor Lerner cuando este le examinó los oídos a Ryan.
Harry quería vomitar. Fue a sentarse en un rincón de la habitación. Sentía los músculos tensos y se le ocurrió de pronto que se estaba portando como un idiota celoso. Lo que sentía era absurdo y no tenía ningún sentido. No había motivos para estar celoso porque él no amaba a Clare. Como ella misma acababa de decirle al doctor, solo eran amigos. Sí, ella le gustaba y sí, estaba muy guapa ese día, pero en realidad estaba guapa todos los días, aunque llevara un chándal cubierto de saliva o pantalones anchos y zapatillas rosas de peluche.
Después de analizar la situación, se convenció de que lo que sentía era perfectamente aceptable y normal. Quería protegerla. Era la madre de su hijo. Cualquier hombre por el que se interesara podía ser un padre en potencia para su hijo. Tenía sentido que él se sintiera ansioso en esas circunstancias.
El doctor no tardó mucho en terminar. Clare empujó a Harry hacia la puerta.
—Ahora os alcanzo —le dijo.
Y los dejó solos. Harry empujó el carrito hacia el vestíbulo.
Laura se puso en pie al verlo.
—¿Dónde está Clare? —preguntó.
—El doctor y ella tenían que ponerse al día. ¿Por qué no salimos a tomar el aire mientras esperamos?
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También es mi hijo || H.S
RomanceDe niña, Clare Garrison nunca había soñado despierta con la boda perfecta. Había soñado con tener un bebé. Niño o niña, daba igual. Desgraciadamente, su prometido no podía tener hijos. Clare estaba decidida a cumplir su sueño y pasó años buscando un...