Capitulo 56

267 16 1
                                    


La columna del número de la revista del mes siguiente tuvo a Clare ocupada los días siguientes. Cuando sonó el timbre, se sobresaltó. De nuevo había olvidado pegar el cartel de "no llamar al timbre" en la puerta. Quizá llamaría a un electricista esa tarde y lo haría desconectar para que nadie pudiera llamar al timbre y despertar a su hijito.

Abrió la puerta, esperando encontrarse a otro repartidor con otro ramo de flores.

Acertó a medias. Había un ramo con dos docenas de rosas de tallo largo, pero no lo llevaba un repartidor. Lo llevaba Harry en persona.

—Tienes que dejar esto de las flores —dijo ella.

—No puedo.

—¿Por qué no?

—Echo de menos pasar tiempo con Ryan y contigo.

—Comprendo que quieras pasar tiempo con tu hijo, pero tenemos que aclarar las cosas a nivel legal antes de que pueda volver a dejarte entrar en mi apartamento.

Él hizo un gesto con la mano entre ellos dos.

—Echo de menos los momentos que pasábamos juntos.

Clare intentó no fijarse en cómo le ceñía la camisa los bíceps ni en su pelo húmedo o en su barbilla recién afeitada.

—¿Has ido a hacerte la prueba de paternidad?

Harry asintió.

—Te diré los resultados.

—No es necesario. Ya me los dirá Nate.

—No hagas esto —le pidió él—. No me cierres todas las puertas.

—Con franqueza, Harry. La verdad es que no te conozco muy bien y no me fío de ti.

Él le tomó una mano antes de que ella pudiera impedírselo.

—Lo pasábamos bien juntos, ¿no es así?

Ella recuperó su mano.

—Esa no es la cuestión.

—No te gustan las flores. ¿Es eso?

—Son muy bonitas, pero para, por favor.

—Déjame cocinar para ti esta noche. En cuanto pruebes mi lasaña, no podrás evitar sacarla en la primera página de tu revista.

Ella bajó la vista al suelo y negó con la cabeza.

—Haré lo que sea preciso por cambiar las cosas entre nosotros. Lo que sea —insistió él.

Harry no sabía lo difícil que era aquello para ella. Tampoco sabía que se estaba enamorando de él. Una cosa era dejarlo entrar en su apartamento y otra muy distinta que se colara en su corazón. Las disculpas de él por el beso que se habían dado habían sido para Clare la primera pista de que el corazón de él no estaba libre. El modo en que había mirado a Maggie en dos ocasiones diferentes había sido la segunda pista. No podía dejarlo entrar en su casa aunque quisiera, porque eso podía suponer un gran problema. Y ella no podía lidiar con un corazón roto en aquel momento.

Lo miró a los ojos.

—Tenemos que llegar hasta el final con esa historia de los tribunales antes de que podamos hablar de ser amigos. Quiero irme a dormir por la noche sabiendo que Ryan me pertenece y que nadie, ni siquiera su padre, lo puede apartar de mí. No puedo permitirme ser tu amiga y arriesgarlo todo.

—¿Es tu última palabra?

—Me temo que sí.

—Os echo de menos a los dos —declaró él—. Me iré, pero no me voy a rendir tan fácilmente.

Clare asintió y cerró la puerta. A continuación se dejó caer al suelo y lloró.

****

Esa noche, Harry se encontró hablando una vez más con su madre, quien le dijo que tenía que hacer algunos cambios en su vida. Él sostenía el teléfono en su oreja izquierda, apoyaba la cabeza en el sofá y utilizaba la mano libre para aplicarse una bolsa de hielo en la rodilla.

—¿Cuándo volveremos a ver tu padre y yo a Ryan? —preguntó su madre.

—No tengo ni idea. Ya te lo he dicho, creo que la espantaste con tus rollitos de jamón. ¿Cuántas veces te hemos dicho que tienes que quemar esa receta?

—Esa receta me la dio la abuela Dora.

—Pues cuando estire la pata, tienes que enterrar esa receta con ella.

Su madre dio un respingo. Luego soltó una carcajada.

—Cuando se entere de esto, querrá vengarse de ti.

Harry sonrió porque sabía que su madre tenía razón. Su abuela Dora se vengaría. La anciana y él se gastaban bromas mutuamente sobre temas de los que mucha gente ni siquiera hablaba, y mucho menos bromeaba con ellos. Pero eso era lo que hacía tan especial a la abuela Dora. Que no se parecía a ninguna otra abuela del mundo.

Su madre soltó un suspiro prolongado en el auricular.

—Habría jurado que Clare se lo pasó bien aquí.

—Se divirtió mucho, mamá. Pero ese no es el problema. Maggie no debería haberme dado la carta ni haber hablado de nada relacionado con el caso de la custodia. No era el momento ni el lugar.

—Maggie se siente fatal por eso. Estaba deseando darte la noticia. Ella solo quiere ayudar y lo está haciendo en contra de los deseos de Aaron.

Harry evitó que resbalara el hielo en la rodilla herida.

—¿Y se puede saber qué le pasa a Aaron? Está haciendo una montaña de un grano de arena —sabía que aquella no era una valoración justa del comportamiento de Aaron, pero su madre no conocía toda la historia y no estaba preparado para contarle los detalles.

—Es muy sensible —contestó su madre—. Siempre ha sentido que había una competición entre él y tú. Deberías llamarlo y decirle que no tiene de qué preocuparse. Dile que no estás enamorado de Maggie y que jamás intentarías entrometerte entre ellos. Eso es lo que necesita oír.

Harry no sabía si alguna vez podría hacer eso.

—¿Te lo ha dicho él? —preguntó.

—Soy madre. Sé esas cosas.

Un repentino olor a quemado y una niebla de humo recordaron a Harry que había metido comida congelada en el horno.

—Tengo que irme, mamá. La cena me llama.

Su madre se despidió y él se levantó de un salto, dejó caer la bolsa de hielo al suelo y arrojó el móvil sobre el cojín. Tomó un paño de cocina, sacó la cena quemada del horno y la tiró al fregadero.

El humo que salía de la comida amenazaba con llenar la habitación.

Harry corrió a abrir la puerta delantera. Allí se frotó los ojos y parpadeó un par de veces para asegurarse de que no veía visiones. Clare estaba de pie en el umbral, con la cara pálida y los ojos grandes y redondos, llenos de preocupación.

—¿Clare? ¿Qué ocurre?

También es mi hijo  || H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora