Capitulo 18

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Enderezó los hombros y se dirigió a la puerta justo cuando llamaban en el otro lado.

—¡No contestes! —dijo Sandy.

—Tengo que hacerlo.

Clare agarró el picaporte. Harry Styles podía ser justo lo que necesitaba. Si sus padres pensaban, aunque fuera solo por un minuto, que le interesaba un jugador de fútbol americano, volverían corriendo a su casa. Según su padre, esos jugadores eran arrogantes y cobraban demasiado. Eran todo ego y nada de sustancia. Una desgracia para la humanidad.

"Maravilloso".

La misma Clare no habría podido planearlo mejor. Harry podía ser el hombre perfecto para quitarse a sus padres de encima de una vez por todas.

—Ni siquiera lo conocemos —dijo Sandy—. Podría ser peligroso.

—No es peligroso —Clare abrió la puerta.

—¿Quién no es peligroso? —preguntó Harry.

—Tú —respondió ella. Saludó con la mano a la señora Bixby, una vecina de noventa años que se asomó a la puerta de su apartamento.

Clare miró a Harry de arriba abajo. El día que lo había conocido, él llevaba un pantalón de vestir y una camisa. Ahora llevaba una camiseta blanca que realzaba sus bíceps, vaqueros desteñidos, deportivas, gafas de sol... y barba de tres días. Tenía una mano en el bolsillo delantero de los pantalones. Su pelo era espeso, oscuro y ondulado.

Unos mechones caían sobre su frente desde todas direcciones.

¡Ojalá sus padres hubieran podido verlo así!

Su madre se habría desmayado.

Harry era todo lo que no era el padre de ella. Alto, sexy y, por lo poco que Clare había oído en las noticias, Hollywood era un chico malo. Un mujeriego que seguramente tendría mujeres altas de pecho grande haciendo cola en su puerta.

Clare miró más allá de él, por encima de la barandilla, y vio su BMW aparcado en la acera de enfrente, lo que explicaba el pelo revuelto. Su BMV era un descapotable. El mismo coche en el que ella había roto aguas. No pudo evitar pensar si habría tenido tiempo de pasar por el lavado de coches.

Salió del apartamento y cerró la puerta tras ella.

Harry se subió las Ray-Bans a la parte superior de la cabeza. Tenía el ojo izquierdo morado.

—¿Qué te ha pasado?

—Un pequeño malentendido.

—Has cabreado a alguien, ¿verdad?

—¿Cabreado?

Clare alzó los ojos al cielo.

—No hace falta ser Hermann Oberth para ver que tienes dotes para mosquear a la gente.

—¿Hermann Oberth?

—Un científico espacial —explicó ella—. Uno de los tres padres fundadores de la ingeniería espacial y la astronáutica moderna.

Harry frunció el ceño.

—Podrías haber dicho que no hacía falta que fuera científico espacial para ver que tengo facilidad para hacer enfadar a la gente.

—O sea que he acertado.

—¿En qué? 

También es mi hijo  || H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora