Cuando estaban a cinco minutos de casa, Harry se vio obligado a pisar con fuerza el freno de su SVU para no atropellar a un perro callejero.
Un coche que iba en dirección contraria se acercaba con rapidez.
—Van a matar al pobre perro —comentó Clare.
El animal estaba en mitad de la calzada. Clare apretó los ojos con fuerza para no verlo. El coche giró y tocó el claxon al pasar, pero el perro no se dio por aludido.
—Se acabó —Harry aparcó su vehículo a un lado, apagó al motor y puso las luces de emergencia.
—Ten cuidado. Esta calle es peligrosa —le dijo Clare.
Él cerró la puerta y avanzó hacia el perro, pero el animal salió corriendo calle abajo. Harry alzó la mano como si fuera un policía de tráfico e intentó parar al siguiente coche, pero el vehículo los esquivó al perro y a él y se alejó rápidamente.
—¿Está loco? Frene un poco —le gritó Harry.
El perro estaba confuso. A juzgar por su aspecto, debía de llevar días sin comer. Su piel carecía de lustre y tenía hinchado uno de los ojos. Cuando no corría, caminaba con paso irregular. Harry se identificó con él.
—Harry —lo llamó Clare desde el coche—. Vas a conseguir que te maten.
Era la segunda vez en menos de una hora que Clare se preocupaba por él. Primero se había preocupado por su pierna y ahora lo hacía por su vida.
—No temas, querida —le dijo—. Te prometo que volveré sano y salvo.
Ella alzó los ojos al cielo y volvió a meter la cabeza en el coche.
Harry tardó veinte minutos en hacerse con el perro. Cuando tuvo al animal en sus brazos, esperó a que pasara el tráfico para cruzar la calle y volver a su vehículo. Las ventanillas estaban bajadas. Clare se había instalado en el asiento de atrás y daba un biberón a Ryan.
Harry se situó en la acera, al lado de la ventanilla abierta y dejó que Clare miraba al perro.
—No debería haber perdido el tiempo ni mucho menos arriesgado la vida para salvar a este chucho. Míralo bien, por favor.
El perro movió la cabeza. Una oreja apuntaba hacia arriba y la otra caí a un lado. Tenía un ojo hinchado y cerrado. Una cicatriz gruesa le atravesaba el lado derecho del morro. Los dientes amarillos y torcidos asomaban por ella y eso hacía que pareciera que el animal estaba sonriendo. Tenía pelada la parte superior del cuerpo y el resto mostraba rodales de pelo gris áspero, que tenía más aspecto de pelo humano que de piel de animal.
Clare arrugó la nariz.
—¿Qué clase de perro es?
—Buena pregunta. En este momento ni siquiera estoy seguro de que sea un perro.
Ella se echó a reír.
—No veo casas por aquí y no lleva collar. Supongo que tendré que llevármelo y hacer algunas llamadas a los veterinarios de la zona para averiguar si alguien ha perdido un perro que parece un cruce de un gato siamés con un chihuahua gigante.
Clare salió del coche con Ryan en los brazos y cerró la puerta tras de sí.
—¿Por qué no colocamos la sillita de Ryan delante el resto del viaje? —preguntó Harry.
—Eso es muy peligroso —repuso ella—. Yo me sentaré delante con el perro para que no se lance sobre Ryan.
Después de atar al bebé en su sillita en el asiento de atrás y de que Clare se pusiera el cinturón en el asiento del acompañante, Harry le puso al perro en el regazo. Ella abrazó al feo animal y arrugó la nariz cuando captó su mal olor. Harry observó un momento al animal para asegurarse de que no iba a intentar escapar mordiéndole los brazos.
—¿Estás bien? —preguntó—. El perro parece bastante tranquilo.
—Nunca he visto a un animal más terrorífico —repuso ella.
El perro intentó escapar de su regazo, pero Clare lo sujetó con fuerza. De vez en cuando, el perro la olfateaba a ella y después volvía a seguir olfateando el salpicadero.
Harry se sentó al volante.
—¿Estás lista para partir?
—Si quieres hacer un desvío para ir al dentista a por una limpieza, seguro que me quedan unas horas más de paciencia.
Harry la miró sonriente.
—¿Eso que detecto es sarcasmo?
La sonrisa que le devolvió ella consiguió que le latiera con fuerza el corazón. ¿Qué narices le ocurría? ¿Sentía algo por Clare? ¿Pero cómo era posible? Seguro que estaba confundido. A él solo le importaba Maggie.
Sonó el teléfono de Clare. Esta dejó un brazo alrededor del perro y se las arregló para contestar al segundo timbrazo. Cuando colgó, él metía ya el coche en el aparcamiento del bloque de apartamentos.
—¿Hay algún problema con la revista? —le preguntó él.
—Siempre hay algo —dijo ella—. Todos los meses probamos algunas de las recetas principales, pero este mes hemos organizado un concurso de cocina con tres madres amas de casa. El restaurante que pensábamos usar nos ha fallado. Ya sabes que nuestra probadora principal se marchó y no he tenido tiempo de buscar a alguien que la sustituya.
—¿Puedo ayudar en algo?
—Solo si tienes una cocina tan grande como la de un restaurante.
Al perro le alegraba claramente la posibilidad de salir del coche. Clare se esforzó por sujetarlo cuando golpeaba la ventanilla con la pata.
—¡Cálmate! —le dijo. Le acarició el lomo y el animal la miró con una oreja apuntando hacia arriba.
Harry saltó fuera y dio la vuelta al coche para acercarse a agarrar al perro.
—Ya lo tengo —dijo—. Y también tengo una cocina grande que puedes usar.
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También es mi hijo || H.S
RomanceDe niña, Clare Garrison nunca había soñado despierta con la boda perfecta. Había soñado con tener un bebé. Niño o niña, daba igual. Desgraciadamente, su prometido no podía tener hijos. Clare estaba decidida a cumplir su sueño y pasó años buscando un...