Capitulo 28

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—Lo es —contestaron todos los hermanos a la vez.

Harry pensó que ella parecía otra persona aquel día. Se la veía relajada, como si hubiera bajado la guardia. O quizá había acabado por aceptar que él había entrado en escena para bien o para mal y que lo mejor para todos sería aceptarlo así.

Sandy miró detrás de ella y dijo:

—¡Oh, vaya! Ahí está Clare ahora. Vamos, Lexi, es hora de irse.

Harry pasó por delante de sus invitados y salió por la puerta, desde donde vio a Clare, que subía las escaleras hasta su apartamento. Llevaba a Ryan atado en un portabebés.

Él le salió al encuentro en el rellano.

—Hola.

Ella se detuvo en el último escalón.

—¿Qué haces tú aquí?

—Ahora vivo aquí —Harry señaló su apartamento con la cabeza.

Ella miró en aquella dirección y vio a Sandy rodeada de hombres.

—¿Qué hace Sandy ahí?

—Lexi y ella han pasado a saludar. Tú deberías hacer lo mismo —él alzó un dedo en el aire—. Solo te pido un minuto, lo suficiente para que mis hermanos vean a su sobrino.

Clare pasó a su lado y dejó el portabebés en el felpudo delante de su puerta para buscar las llaves en el bolso.

—No deberías haberte mudado aquí. No puedo creer que caigas tan bajo.

Harry no respondió. No quería discutir con ella porque había sabido de antemano que a ella no le gustaría aquello. En vez de eso, observó a Ryan intentar meterse la mano en la boca. Solo hacía unos días que no lo veía y ya parecía que Ryan hubiera duplicado su tamaño.

—Hola, pequeñín —dijo, inclinándose a hablar con el—. Te estás haciendo muy grande, ¿verdad?

Ryan le tomó el pulgar con firmeza. El pequeño olía a talco y a leche en polvo.

—Mira eso. Tiene mucha fuerza agarrando. Algún día jugarás al fútbol como tu viejo, ¿a que sí?

Clare entró en su apartamento y dejó el bolso en la mesita de café con un golpe seco.

Volvió a la puerta y cruzó los brazos sobre el pecho.

—Un minuto —dijo—. No tienes más. Y Ryan no jugará nunca al fútbol americano.

Harry tardó un momento en asimilar sus palabras. Lo despistó el comentario sobre el fútbol, y además no esperaba que Clare accediera a su petición de presentar a Ryan a sus hermanos.

Se incorporó, pensando que debía actuar con rapidez y aprovechar la buena disposición de ella. Pero antes de que pudiera tomar el portabebés, Clare se inclinó y alzó a Ryan en sus brazos.

Harry la siguió a su apartamento.

El bebé empezó a llorar.

—¿Ese es Ryan? —preguntó alguien cuando Clare entró en el apartamento.

Brad fue el primero en llegar hasta ella.

—¿Puedo tomarlo en brazos?

—No creo que sea buena idea —repuso Harry.

—Claro que puedes —Clare le pasó el niño a Brad—. Toma —le mostró cómo colocárselo sobre el codo—. Puedes usar el hueco del brazo para sostenerle la cabeza en alto. Sí, así.

—¡Mirad eso! —exclamó Brad—. Ha dejado de llorar.

—No le guzta su mami —dijo Lexi. Sacó un lápiz nuevo de la caja que había en el sofá, al lado de Jake.

—Eso no es verdad —le contestó Sandy—. ¿Qué te dije yo cuando dijiste eso?

—Dijizte que no importa porque a muchoz bebéz no lez guztan suz mamiz.

—No es verdad —Sandy miró a Clare y se encogió de hombros con aire de disculpa.

Clare parecía decidida a ignorarlos a todos. Seguía ayudando al hermano de Harry a sostener a Ryan.

Harry sintió un nudo en la garganta. ¿Pero qué narices le ocurría? Siempre que estaba cerca de Clare y su hijo se ponía sentimental.

Cliff y Connor miraban al bebé sonrientes y le hacían muecas.

—Lo has hecho muy bien —dijo Connor a Harry.

—Él no ha hecho nada —le contestó Clare.

Harry supuso que estaba enfadada con él por haber alquilado el apartamento.

Cliff se rio al oír la respuesta.

—Es increíble cómo funciona todo eso de las donaciones de semen. Muy pronto las mujeres no necesitarán a los hombres para nada.

—Ya conoces el dicho —intervino Jake—. No puedes vivir con ellas y no puedes vivir sin ellas.

Sandy soltó un bufido.

—Eso es lo que mamá lleva años diciéndole a papá —comentó Brad, antes de empezar a hacerle sonidos bobos al bebé.

Clare le sonrió. Fue una sonrisa sincera que indicaba a Harry que ella empezaba a simpatizar con sus hermanos, o al menos con uno de ellos.

—Tengo lápicez nuevos, Clare —gritó Lexi, al oído de Jake.

Este hizo una mueca de dolor.

—Eres una niña con mucha suerte —le contestó Clare—. ¿Qué haces ahí?

—Pinto con mi amigo nuevo.

—Ya está bien —Sandy movió la cabeza e intentó mostrarse severa—. Creo que es hora de irnos.

—Siento llegar tarde —le dijo Clare—. Ya sabes cómo se pone el tráfico a esta hora.

—No te preocupes. Lexi siempre se las arregla para encontrar algo que hacer.

—Tengo que irme —comentó Clare—. Ha sido un placer conoceros a todos.

—Antes de que te vayas —le dijo Brad—, mamá te estaría eternamente agradecida si llevaras a Ryan este fin de semana a la barbacoa en su casa. Estaremos todos allí.

Harry notó que Clare tenía un tic en el ojo, una muestra clara de que se sentía incómoda. Le había visto el mismo tic el día en que él se había presentado en su puerta sin avisar.

—No creo que sea buena idea —contestó ella.

—Lexi podría montar en los ponies —hizo notar Cliff.

Lexi soltó el lápiz que tenía en la mano.

—¡Poniez! —gritó a pleno pulmón.

—Y Jake estará allí —le dijo Harry a la niña, con lo que Lexi empezó a saltar arriba y abajo en el regazo de Jake mientras daba palmadas de alegría. Jake hizo una mueca.

—¿Tus padres tienen ponies? —preguntó Sandy.

—Tienen una granja de ponies —respondió Connor.

—A mamá le encantaría que vinierais todos a cenar el domingo —le dijo Cliff a Sandy, para dejar claro que su hija y ella estaban también invitadas.

Brad asintió.

—Y no aceptaremos un no por respuesta.



También es mi hijo  || H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora