Thomas estaba de pie cerca de la rosaleda. Esa noche iba de esmoquin y la luz de la luna se reflejaba en su chaqueta y tocaba los ángulos de su rostro, lanzando sombras sobre la barbilla y sobre la nariz larga recta.
Al otro lado, Harry estaba sentado cerca de la piscina vestido solo con un bañador de colores. Introdujo los dedos en su pelo espeso y salpicó gotas de agua sobre el pecho bronceado y los bien definidos bíceps.
Los dos miraron a Clare, que se acercaba a ellos moviendo las caderas.
—Es hermosa —dijo Thomas.
—Sí —musitó Harry—. Y es mía. Tú lo estropeaste todo.
Clare abrió los ojos. Miró el techo. ¿Qué le ocurría? Apenas conocía a Harry y, sin embargo, no podía cerrar los ojos sin soñar con él. Y no una vez, sino dos veces seguidas. El corazón le latió con fuerza. Se dio cuenta de que estaba perdiendo el juicio. Era la única explicación posible. Harry no era su tipo. A ella no la atraían los hombres de cuerpo bronceado y músculos grandes. Los dientes blancos relucientes y los ojos brillantes que se guiñaban con picardía no eran lo suyo. No, señor. A ella le gustaban los hombres de profesiones útiles que se tomaban la vida un poco más en serio. Prefería un hombre de traje que usaba más el cerebro que la fuerza.
El reloj de la mesilla marcaba las tres.
Volvió a mirar el techo y después de nuevo el reloj. No podían ser las tres. La última vez que la habían despertado las voces de los otros en la cocina eran las nueve. Si eran las tres, había dormido seis horas seguidas. Ella nunca había echado siestas de seis horas. Apartó el edredón, intentando no ceder al pánico; bajó los pies al suelo, se puso las enormes zapatillas rosas de peluche y se acercó a la puerta. Escuchó un momento.
Nada. No se oía ni un ruido.
Ryan. ¿Dónde estaba Ryan?
Desde que naciera el niño, no habían pasado tantas horas separados. El pánico cayó sobre ella como un rayo, quemándole las entrañas. Salió corriendo a la sala. ¿Dónde estaba todo el mundo?
Corrió a la habitación del bebé. La encontró vacía.
Entró en la cocina y vio una nota escrita a mano.
"Me llevo a Ryan a dar un paseo por el parque. Espero que no te importe". D.
Harry había sacado a su bebé del apartamento. ¿Cómo se atrevía a hacer eso? Clare tenía la sensación de que le subieran llamaradas calientes desde las puntas de los dedos de los pies.
Corrió al dormitorio y sacudió los pies hasta que una zapatilla voló por la habitación y la otra desapareció debajo de la cama. Sacó unas zapatillas deportivas del armario y se las puso rápidamente. Un vistazo al espejo encima de la cómoda le hizo ir corriendo al baño, donde se echó agua en la cara, se cepilló los dientes, se peinó y se hizo una coleta.
Lo último que hizo antes de salir corriendo por la puerta fue agarrar una sudadera de un montón de ropa limpia que había en un sillón de mimbre situado en un rincón de su habitación.
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También es mi hijo || H.S
RomanceDe niña, Clare Garrison nunca había soñado despierta con la boda perfecta. Había soñado con tener un bebé. Niño o niña, daba igual. Desgraciadamente, su prometido no podía tener hijos. Clare estaba decidida a cumplir su sueño y pasó años buscando un...