Cuando se hubieron ido todos, incluidas Sandy y Lexi, pues Connor se había ofrecido a llevarlas a casa, Harry invitó a Clare a sentarse un rato. Lo que más deseaba en el mundo era abrazarla con fuerza, pero sabía que ella podía hacer preguntas y no estaba seguro de estar preparado para contárselo todo.
Había instalado la cuna portátil en la sala de estar y Ryan dormía después de un largo día de adoración por parte de sus tías y de su abuela. Harry y Clare estaban sentados al lado de la piscina, con vistas a la playa privada. Miraban juntos los colores cambiantes del atardecer. Hank se acercó y Harry le rascó la cabeza. Oía las olas chocando contra la orilla y el aire olía salado y refrescante.
—Han pasado muchas cosas en las últimas tres semanas y media —dijo, con la esperanza de iniciar un diálogo. Por el comportamiento de aquel día de Clare, sabía que ella estaba avergonzada por lo de la noche anterior, o decepcionada con él, o ambas cosas.
Clare asintió con la vista fija al frente.
—Ryan crece deprisa —dijo.
Harry pensó que Ryan era un bebé bueno. Y ella tenía razón, crecía deprisa.
Cuando lo miraba ahora, veía en sus ojos que él lo reconocía. Era un niño listo, un niño increíble. Tener un hijo cambiaba a una persona. La cambiaba de un modo que él jamás habría imaginado. Ser padre hacía que quisiera ser un hombre mejor.
Se preguntó si Clare y él habrían podido conocerse de haber sido otras las circunstancias. Pero sabía la respuesta. No. Eran de mundos diferentes, salían con gente muy diferente y tenían intereses diferentes. Él había tenido muchas mujeres en su vida y solo recordaba los nombres de algunas. También tenía muchas amigas. Cuando conoció a Clare, había pensado que ella encajaría bien en la categoría de amiga, pero ahora ya sabía que no. Clare era diferente. Era inteligente y complicada, testaruda y cariñosa. Y tenía frío.
—Estás tiritando —dijo él, comentando lo obvio.
Clare mantuvo la vista fija en el horizonte y movió una mano en el aire.
—Se supone que tienes que contemplar la puesta de sol.
Las puertas de cristal que llevaban a la casa estaban abiertas para que pudieran oír a
Ryan si se despertaba. Harry entró en la casa y regresó con una manta. Estaban sentados en una tumbona doble. Antes de volver a sentarse, él le echó la manta y su brazo por los hombros.
—¿Mejor?
—Mucho mejor —ella apoyó la cabeza en el hueco del brazo de él, con la vista fija en los tonos lavanda pintados en el cielo, una vista de la que Harry disfrutaba todas las noches cuando estaba en casa. Contemplaron juntos el final de un largo día. Cuando el cielo se tiñó de un color escarlata oscuro, él dijo:
—Siento que no se hayan quedado tus padres. Tú habías pensado un buen menú para ellos.
—No importa. Yo no quería que vinieran, ¿recuerdas? El karma siempre nos alcanza —lanzó un largo suspiro y giró la cabeza para mirarlo—. Gracias por todo lo de hoy. No habría podido hacerlo sin ti. A este paso, no sé lo que voy a hacer cuando te vayas a entrenar.
—Siempre encontraré tiempo para Ryan y para ti.
Harry se descubrió deseando que la vida pudiera ser siempre tan sencilla y agradable.
—Debería darte las gracias yo a ti por haber aguantado hoy a mi familia —le dijo—. No los había invitado, pero esa es la historia de mi vida, que siempre aparecen sin que los llames.
Ella sonrió.
—Me encanta tu familia.
Harry inhaló el aroma de su pelo.
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También es mi hijo || H.S
RomanceDe niña, Clare Garrison nunca había soñado despierta con la boda perfecta. Había soñado con tener un bebé. Niño o niña, daba igual. Desgraciadamente, su prometido no podía tener hijos. Clare estaba decidida a cumplir su sueño y pasó años buscando un...