Capitulo 44.

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-¡Uno!, ¡dos!, y ¡tres! -grite-, ¡ahora!.

Alexander y yo corrimos con todas nuestras fuerzas a la puerta usando nuestro brazo para golpearla y, con suerte, tirarla o lo necesario para salir de aquí.

-Golpeas como nena Alexander.

La tercera es la vencida, siempre es la vencida, eso espero, mi brazo esta empezando a doler.

-¡Tres! -nada-, ¡tres!.

Respire ondo y con toda mi fuerza corrí con Alexander detrás de mi, en ese instante la puerta se abrió y por desgracia tarde en reaccionar, sali disparado hacia afuera y el corto pasillo no me ayudó para nada, mi cuerpo se estrello contra la pared.

-¡¿Qué demonios?!.

Alexander se había detenido, y a su lado estaba Edwin.

-Pudiste haberme matado, sabes - se quejó-.

-A cambio destruiste mi brazo - me defendí sobando mi brazo a dolorido-.

-Mira yo...

-¿Cómo nos encontraste? -interfirió Alexander-.

-Escuche que algo golpeaban y era verdaderamente molesto, haci que subí a investigar y me encontré con ustedes dos - hace una breve pausa-, por cierto, ¿qué hacían ahí dentro?.

No tengo tiempo para este interrogatorio innecesario, necesito respuestas de inmediato.

-Explicale tu -dije echandome a correr-.

Al salir, el clima era frío, el cielo estaba nublado y gris, no había ni un alma en la calle. Debo aclarar mis ideas, estando frente a Bardo ¿qué es lo que quiero saber?. La razón por la que no me quiere contar toda la verdad de su repentina resurrección, el motivo por el que Arwen me mostró un cuerpo que resultaba ser Victoria... Demonios, esto es frustrante, odio cuando la gente me cuenta la verdad a medias. Bardo no lo quiso hacer por las buenas, perfecto, lo aremos por las malas. Me di la vuelta y tome rumbo a mi casa planeando, lo más detallado que me fue posible, como hiba actuar, planes por si algo salía mal.

Olvidaba que mi hogar era frío y en temporada de frío era un completo congelador. Subi las escaleras que conducían al ático, todo estaba oscuro y lleno de telarañas, deslice mi mano por la pared en busca del interruptor para encender la luz y, al mismo tiempo, rogar por que el foco funcione. Casi a la altura de mi cabeza, encontré lo que buscaba, lo apreté y todo se ilumino, cajas y cajas amontonadas y llenas de polvo abundaban aquí dentro, también un viejo ropero de madera.
Dentro me puse delante de ropero y lo abri lentamente, ahi estaba, una vieja amiga que me fue heredada por mi padre, la tome con cuidado, estaba sucia, pero lo que a mi me interesaba era lo que contenía adentro, espero que siga afilada como hace un par de años.
Busque un trapo para quitarle el polvo, la tome de arriba y la separe de su protección, esta reluciente, en el filo tiene grabado el nombre del dueño original: "Sebastian".



Gota rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora