Capítulo 33.

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Siento una brisa en mi piel, un ligero peso por mis brazos y mi abdomen hasta llegar a mis pies, trato de moverme pero mis músculos no reponden, mi corazón se hacelero, el oxígeno se escapa de mis pulmones, quiero gritar. Abro los ojos, la luz pega en mi rostro, estoy en una cama, arriba de mi hay una pequeña cobija azul fuerte, extiendo mis brazos, pegando las palmas de las manos en la cama para poder levantarme. Estaba en un gran salón, a mi lado habían varias camas, todas muy parecidas a la mía al lado de ellas había una mesita de noche con una pequeña lampara arriba de ellas, era una especie de enfermería. Ago a un lado la cobija, doy un apoyando mis pies descalzos en el piso, me estremezco, el frío penetra por todo la planta de mi pie. Tengo un sabor amargo en mi boca, algo con un sabor extraño pero a la vez parecía que no tenía sabor, respiro lo más profundo posible para recuperar el aliento.

Las rodillas me tiemblan, ¿qué fue lo que ocurrió?, lo ultimo que recuerdo es la mirada de Patrick, tan fría y cruel. Me olvido de Patrick por un momento, otro nombre inunda mis pensamientos, Raziel, por alguna extraña razón lo recordé, una oleada de tristeza me invade, si Raziel es feliz con Arwen no puedo negárselo. Mis mejillasmse calientan, estoy al borde de la lágrimas....., escucho pasos parecen estar cerca de mí.

-Ya tardó mucho en despertar -dice con un tono preocupado, ¿me pregunto si hablaran sobre mí?.

-No te preocupes, ella despertará, es muy fuerte -dice una voz diferente-.

Veo dos grandes sombras en la entrada, "debería irme -pienso", pero estoy muy agotada para hacer eso. Ambas personas entran y me miran fijamente. Unos de ellos (él de la izquierda), es un hombre alto, con un par de arrugas en su frente, cabello castaño, caucásico, vestía una pleyera azul y unos pantalones de mezclilla, su acompañante era el doble de joven, estatura mediana (unos cuantos centímetros más que yo), cabello negro, ojos de color café claro, su nariz fina y muy pequeña, traía puesta una playera negra, agustada a su cuerpo, unos pantalones azul fuerte, con unos tenis blancos con una franja gris. Él me miraba con los ojos muy abiertos y sinceramente me parecía familiar.

-Victoria -dice con alivio-.

No duda un segundo más, empieza a mover sus piernas una tras otra lo más rápido que puede, en pocos instantes se encontraba envuelta en sus brazos, mi cabeza estaba apoyada en su abdomen. Las ideas se acomodan en mi cabeza, ese tacto entre sus brazos y yo me hizo recordarlo, era Leonard. Se acomodan los recuerdos como si fueran un rompecabezas, un sin fin de escenas revueltas pasan por mi cabeza.

Recuerdo a Patrick haciéndome estudios de sangre, a varias entrando a la habitación donde me tenían cautiva, y por ultimo a Arwen penetrando la punta de la aguja de mi cuello, liberando el liquido que se encontraba dentro de ella.

-¿Cómo te sientes? -me pregunta Leonard sentándose a un lado de mi-.

Me tiemblan las manos, siento que esto ya había ocurrido antes...como un deyabu

Por unos segundos mis mejillas se calientan pero de inmediato regresan a su temperatura normal o quizá aún más fría, este momento es casi igual al que tuve hace días con Raziel.

-No lo sé -digo después de un breve silencio-, ¿qué fue lo que me paso?.

Leonard mira a su compañero y él le regresa la mirada, suspira y acomoda su espalda en la pared, cerca de la cama.

-Recordaras que un especie de lobo te mordió en la pierna hace unas noches, ¿verdad?.

Miro al piso como si me fuera a dar la respuesta a su pregunta, el tapiz era de color blanco, rectangular, con franjas azules en el perímetro de cada una de ellas, entonces las ideas se materializan.

-Si, pero, ¿qué tiene que ver?.

-Bueno - hace una pausa -, no era un lobo cualquiera.

-¿Qué quieres decir con eso?.

-Es la mejor película que he visto en mi vida -alardea Edwin-.

-Eso dices de todas las películas de acción torpe -dice Alexander dándole un golpe en la cabeza con la palma de su mano-, por muy aburridas que estén.

-¿Qué hora es? -pregunta Arwen-.

-Deben ser casi las siete de la noche -respondo-.

-Ya me tengo que ir -se dirige a mi-, Raziel nesesito tu ayuda para mover un sillón que esta muy pesado para que yo sola lo levante.

-Claro -acepto amablemente -, ¿a que hora?.

-Mañana en la tarde como a las... -se rasca la cabeza-, a las siete en punto.

Arwen da media vuelta y se aleja trotando.

-Y como siempre nos deja abandonados -se queja Alexander-.

-Creo que yo también tendré que abandonarlos -les avisa-, me siento algo cansado.

Sin despedirme, me alejo de ellos rumbo a mi hogar.

Por suerte el agua del tinaco seguía caliente, el vapor volaba por todo el baño, parecía que salia de mi piel desnuda y húmeda, los espejos estaban empañados, parecía que fuera una espesa neblina que no permitía que otras criaturas disfrutaran del paisaje. Pego mi mano extendida pegada al espejo y la dejo caer sin apartar mi mano, trato de ver mi reflejo, mis ojos, llenos de ojeras, podía ver las pequeñas venas de color rojo que conectaban con mi pupila.

Gota rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora