Evan
Han pasado muchos días desde que le ofrecí hacer el dichoso pacto a la niñita.
No ha pasado nada anormal, la pequeña sigue con su estúpida ilusión por su noviecito y yo sigo jugando con su pureza.
No tengo ningún propósito en específico con la pequeña pero a veces siento la necesidad de hacerla mía, de sentir su pequeño cuerpo retorcerse debajo de mí por el placer que yo le puedo traer.
Pero no, no quiero hacerlo porque cada vez que la tengo en mis brazos no quiero soltarla y eso me molesta ya que en ella hay luz que me ilumina de una pequeña esperanza que invade tranquilidad y paz una paz que yo no poseo desde pequeño una paz que un ser despreciable me arrebato con su furia y me llevo a un abismo sin salida.
Mi padre...
A ese tipo de ser no se le debe llamar a si, Edward Black es el nombre del sujeto que me arrebato mi inocencia, me arrebato la felicidad y la ilusión de tener una familia.
Los recuerdos vienen a mí en este momento.
Estaba durmiendo en mi habitación, soñaba con que algún día mi padre cambiara y me llenara de cariño y amor como mi madre, lo único que anhelaba de niño era salir con mi madre y mi padre a la playa, quería conocer el mar y comer mucho helado.
Edward llego a casa, subió las escaleras y abrió mi puerta de una patada haciéndome despertar de inmediato.
¾ ¿Dónde está?-Dice mi padre
¾ ¿Dónde está quién?
¾ Tu madre, ¿Dónde carajos esta?
¾ No lo sé padre, yo estaba dormido
¾ ¡Como siempre no sirves para nada pedazo de engendro, pero ya estoy harto de ti y de tu estúpida madre! ¡Te voy a enseñar a vigilar a tu madre mientras yo no estoy!
¾ ¡Por favor no me pegues otra vez!-Le digo con lágrimas en los ojos.
¾ ¡No me digas que hacer!- Toma su cinturón y con la parte del metal me golpea en el hombro.
¾ ¡Híncate ante mí y ponte de espalda!
¾ No por favor en la espalda no, aun me duelen las quemaduras.- Le digo casi rogándole.
¾ ¡No te pregunte en donde te voy a pegar, obedece o te ira peor!- Me hinco ante él y me quito la playera enseñando las terribles quemaduras del día anterior.
¾ ¡Esta es para que no seas un imbécil!
Solo tenía 7 años...
Siento su fuerte cinto golpear y la punta del metal encajarse con agresividad en mi pequeña espalda de niño.
¾ Esta es para que seas un hombre.
Solo tenía 7 años.
Siento otro fuerte golpe en mi espalda haciéndome caer, un líquido tibio pasa por mi espada.
Es la sangre.
¾ ¡Levántate pedazo de mierda!
Me azota nuevamente para que vuelva a mi antigua posición.
¾ ¡Esta es por haber nacido, preferiría que hubieses muerto al nacer que estar viendo tu estúpida cara todos los días!
Más sangre siento correr por mi espalda y las lágrimas de mis ojos no dejan de caer.
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Dulce Sabor a Muerte © Libro I y II
General FictionSin darme cuenta ella tomo su cuchillo y me hace una gran herida placentera en mi pecho para saborear el dulce elixir que anuncia la muerte. Nos seducimos a miradas, succionamos este amor y deseo carnal que nos invade todo nuestro cuerpo, junto a un...