Capitulo 13: Pideme lo que quieras (Maraton Vacasiones)

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Vaiolet se recuesta en la cama mientras Nicolás pasa sus dedos por las bragas del conjunto y tira del hacia abajo, Vaiolet con las piernas le ayuda a quitárselas.

Quedando completamente desnuda frente a él, Nicolás se siente inseguro al mostrar un abdomen algo gordito, ella le quita la camisa pero el cubre con sus manos su pancita.

―Eres perfecto no te cubras, no quiero perderme de nada―

Él sonríe y ella le ayuda a quitarse el pantalón, quedando solo en boxers.

Se besan una vez más y se dejan llevar por miles de emociones cargadas de lujuria y pasión desenfrenada. Ella desesperada por sentirlo piel con piel le quita su bóxer y ver su gran erección que para tener 16 años no está nada mal.

― ¿Dónde ocultas todo eso? ―Bromea Vaiolet y el solo se limita a sonreír.

Comienzan las envestidas, no saben cuánto tiempo pasa ellos gozan el uno del otro, pierden más que su virginidad si no su inocencia, su pureza esa que los hacia estar cerca de su niñez. Ya no más ahora son unos adolescentes casi adultos disfrutando de los más perversos placeres de la vida.

Ambos se corren, y se sienten en el paraíso, ambos juraron volar juntos por siempre, se duermen juntos sintiendo sus cálidas pieles hasta el amanecer.

Vaiolet despierta y solo lo observa, no se arrepiente para nada de lo que hizo la noche anterior ya que termino en un final feliz.

Le acaricia la mejilla.

Joder, él es simplemente hermoso hasta dormido, perdí mi virginidad de una manera no convencional pero al fin de cuentas fue por amor y no me arrepiento de nada...

Él se despierta al sentir su mirada, acaricia su mejilla hasta su cuello y le da un tierno beso.

―Hola hermosa ¿te encuentras bien?

―Perfectamente mi corazón atómico―Ambos sonríen, luego la cara de preocupación viene a él.

― ¿Nos protegimos? ―El rostro de Vaiolet se descompone por nada del mundo quería terminar como su madre.

―Estábamos tan ebrios que ni lo pensamos―Dice Vaiolet

― ¿Qué vamos a hacer? ―Dice Nicolás, ella solo lo veía se admiraba que no le diera la responsabilidad solo a ella, su problema también era de Nicolás.

―Tranquilo me tomare unas píldoras y todo estará bien

― ¿Segura? Si te hace falta algo lo que sea, cuenta conmigo ¿sí? ―Toma su mano y la besa

―Segura, ahora hay que irnos porque mi madre me matara.

Ambos se colocan sus ropas y salen de esa casa inmediatamente, en la lleva a una farmacia para comprar las píldoras y revisa que se las toma como indican las instrucciones.

La lleva a su casa y se despiden muy rápido y con mucha precaución ya que no quiere que su mama se entere.

Entra a su casa sigilosamente pero al cerrar la puerta Maia está frente a ella.

―Bendita hora de llegar señorita Jones, ¿Qué estabas haciendo?

―Solo fui a tomar unas sodas con Melania y sus amigas

―Hable con la madre de Melania y dijo que ella llego a casa hace una hora y ya la fiesta había terminado, ¿Qué está pasando?

―Nada Maia déjame en paz―Dice Vaiolet pero al intentar subir las escaleras se le cae la caja de pastillas anticonceptivas.

Al intentar levantarlas Vaiolet se sube en ella y forcejea para que no lea la cajita, luchan y ruedan por el suelo cual niñas en preescolar, hasta que Maia se pone de pie y lee la etiqueta.

― ¿Pastillas anticonceptivas?, ¡¿A eso fuiste ala pijama da?! ¡Para acostarte con no sé cuántos hombres! Eres una...

― ¡No me llames así y tú eres la menos indicada para decirme algo Maia! ―Sin pensarlo la abofetea tan fuerte que el rostro de Vaiolet se voltea.

― ¡Estoy harta que me faltes el respeto de esa manera!, te trato de dar libertad y confianza para que seas una niña feliz y me sales con esta estupidez, más vale y no hayas quedado embarazada porque si no...

―Si no que, tú lo estuviste de mí y saliste adelante porque yo no lo haría pero a diferencia de ti yo si soy inteligente y quiero ser mejor que tu

―Pues dudo a que llegues a ser mejor si sigues estos malos pasos, no estoy en contra de que vivas nuevas experiencias pero hacerlo a escondidas no está bien, no eres una delincuente Vaiolet.

― ¿Y tú sí? ―Suelta Vaiolet muy enojada, solo se miran, ella toma sus cosas y sube a su habitación.

Maia se sienta en el sofá y bufa, alguien toca la puerta y muy molesta abre la puerta.

Evan...

― ¿Qué quieres Evan?, no estoy de humor

―Uy, ¿y esa cara?

―No te importa, hazme el favor y vete ¿sí?

―Si es cuestión de hacer, mejor te hago el amor―Maia rodea sus ojos y le permite la entrada, el pasa como si estuviera en su casa y se sienta en el sofá.

Al sentarse observa la cajita de pastillas anticonceptivas, las toma y las revisa que esta vacía.

― ¿Aun te proteges con esta novatada?, no son seguras he.

―Que si lo se...

― ¿Qué? ―Pregunta Evan

―No son mías... son de mi hija.

―Uy cuidadito, alguien ya es abuela a sus 31 años

―Cállate que a causa de eso acabamos de discutir―Dice Maia y escuchan unos pasos que provienen de las escaleras, ven a Vaiolet bajar, ella hace contacto visual con Evan y toma su vaso de agua para acercarse a ellos.

― ¿Con que tú eres hija de Maia?, por eso es que eres idiota niñita estas pastillas no sirven, ¿acaso no te pusiste a pensar las consecuencias de tus actos?, no solo es tener sexo y ya cuando eres adolescente si no que suceder muchas cosas más, una enfermedad o un embarazo no deseado, ¿Qué eso no te lo enseñan en la escuela?, que estupidez, de seguro fue con Nicolás ¿no es cierto? ―Dice muy enfadado Evan quien la regaña como si fuese su padre, ella abre los ojos como platos cuando Maia se acerca a ella.

― ¿Quién carajos es Nicolás? ―Dice Maia enojándose aún más.

―Es su noviecito estúpido, tan inocente que se ve pero es un pervertido, es más lo iré a buscar en este momento.

―No, él no tiene la culpa, yo le propuse y pues es hombre y...

― ¡Cállate descarada! ―Suelta una bofetada nuevamente contra Vaiolet―No me duele que hayas perdido la virginidad si no que me hayas mentido de esa manera, Vaiolet estas...

― ¡Castigada! ―Dice Evan furioso, ―Deberías castigarla Maia.

― ¡Tu cállate maldito soplón, tú no eres mi padre! ―Maia se queda fría al escuchar la última mención de su hija.

― ¡Ni me gustaría serlo, pero que bueno que no lo soy porque de otro modo ya te hubiera dado unas maldita golf...!

― ¡Golfas las que te follas y matas en el bosque Frank! ―Maia finge sorpresa y él se enfurece más.

― ¡Pobre del que sea tu padre!

―No tengo, soy tan bastarda como tú y si me disculpas iré a vivir mi castigo a mi habitación. ―Vaiolet sube las escaleras nuevamente enfadada.

―Tienes una hija muy difícil, Maia, me encantaría ser su padre para poder reclamarle lo que ha hecho, es una maldita rebelde. ―Ella solo lo observa y lo observa cómo se molesta por lo que hizo Vaiolet.

Si tan solo Maia le dijera la verdad...


Dulce Sabor a Muerte © Libro I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora