Capitulo 34: ¡Feliz Año Nuevo!

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Evan

Pasaron las fechas de Navidad, la época más difícil de mi vida a partir de ahora, la policía me estaba buscando para declarar la desaparición de mi mama me intentaron convencer de que levantara cargos en contra de los asesinos pero igual es no me importaba ya que al verdadero asesino lo mate con mis propias manos y el... era mi padre.

Encontraron ambos cadáveres y me llamaron para hacer los trámites correspondientes, fueron tantos días de frustrantes papeleos que al fin pude hacerle un sepulcro como mi madre se merece.

Ella era muy religiosa así que me tome la molestia de llamar a sus amigos de ella y Manuel.

Hoy es noche vieja si es 31 de diciembre el día en que estoy enterrando a mi madre y al que fue su pareja, a Edward no lo quise reconocer como mi padre y al ver que nadie llego para procurarlo lo llevaron a una fosa común.

Todos vinieron a darme el santo pésame incluyendo Maia, estamos a punto de llevar los dos ataúdes a sus lapidas.

Toco por la vitrina a mi madre y ninguna lagrima se derrama por mi rostro ya que nunca me ha gustado que me vean llorar, las únicas personas que me han visto vulnerable fue mi madre, Manuel, Edward y mi querida Maia.

Ella era todo para mí, lo que más amaba en esta vida, tal vez si era un demonio pero mi madre era la única persona que podía hacerme sentir como un humano normal.

Todo lo que tenía que hacer era protegerla, pero no, llego el de nuevo y termino de arruinar mi vida por completo.

Casi cumplo la mayoría de edad en dos meses máximo, por lo tanto los abogados amigos de Manuel están haciendo lo posible para ayudarme a tomar posesión de todos sus bienes y dinero.

Realmente ahora si lo tendré todo, dinero, propiedades, todo lo que las personas aman y anhelan o simplemente trabajan toda su vida para conseguir.

Ahora yo tengo todo eso pero ¿Y el amor?, ¿La felicidad?, ¿Qué hay con todo eso?, estoy más pobre y vacío por dentro ya no sé qué más hacer con mi vida, no sé a dónde ir.

He llorado lo bastante como para ya no sentir más nada en lo que me resta de vida, de tantas lagrimas que derroche me quede seco, vacío, sin vida.

Solo toco la vitrina de mí ya difunta madre en son de despedida, Maia llega con dos cafés en su mano.

Maia...

¿Es lo único que me queda?

¿Sera mía de verdad?...

Ella me llama por mi nombre pero no volteo, sigo tocando la vitrina de mi madre, aun muerta ella es hermosa.

Vuelve a llamarme por mi nombre y volteo lentamente, noto como se atemoriza por mi fría y dominante mirada grisácea.

- Evan te traje este café, no has dormido ni comido en días no puedes seguir así, estas más pálido de lo normal.-Dice la pequeña.

- Esta bien- Digo secante- Hemos terminado de velarla y el padre da la orden de que ya la pueden llevar para enterrarla, todos se levantan y se dirigen a la salida.

Maia me toma del brazo y juntos salimos para acompañar a los demás y a los cuerpos al cementerio.

Llegamos y el sacerdote comienza a orar para su eterno descanso, yo me mantengo frio durante el entierro, amigos y familiares me abrazan y me siguen dando el pésame.

Todos se van y nos quedamos Maia y yo junto a la tumba de mi madre.

La pequeña coloca un ramo enorme de flores en la tumba de ella y me sonríe.

Dulce Sabor a Muerte © Libro I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora