Vaiolet
"¿Que rayos Vaiolet?, en donde te has metido, a si en la casa de un peligroso asesino serial, debo salir de aquí" ―Pensó Vaiolet.
Se encontraba en el cuartito de limpieza, corrió hacia la puerta de salida pero se encontró con la cochera, una muy grande por cierto.
De nuevo encontró una puerta y trato de salir por ahí pero vio a un hombre besándose con una mujer rubia algo extravagante que llevaba puesto un vestido color plata de lentejuelas que ceñía muy bien sus curvas y unos grandes tacones que combinaban con el vestido, probablemente trabajaba de ello.
"Qué asco una prostituta más" ―Se dijo así misma y volvió a entrar a la cochera, encontró otra puerta y encontró la cocina.
Entro a la gran cocina y comenzó a observarla con detenimiento, escucho unos pasos y escabullo por las escaleras.
Al escuchar que esos pasos se acercaban a las escaleras decidió adentrarse en una de las habitaciones, era una habitación algo grande y lujosa con un gran ventanal y un closet muy inmenso.
Por curiosidad lo abrió y encontró nada anormal montonales de ropa de hombre pero al observar detenidamente al fondo contenía una manija de puerta.
Al abrirla lentamente encuentra una habitación oculta, estaba iluminada con luces de color rojo cálido, un escalofrió le recorría por todo el cuerpo a Vaiolet al ver instrumentos de tortura, cuerdas y demás.
Escucho unos pasos y lo único que se le ocurrió hacer fue esconderse detrás de una mesa.
― ¡Carajo! Ya le he dicho a Mark que cuando entre no deje la puerta abierta―Escucho Vaiolet, al asomarse un poco que de donde vinieron esas palabras fue de aquel hombre asesino que conoció en el bosque.
El asesino entro a la habitación de tortura y bajo un látigo de cuero dio un pequeño azote al sillón, observo su látigo y sonriendo golpeo a un jarrón de cristal que contenía agua que estaba puesto en la mesa donde se ocultaba Vaiolet.
Ella solo grito y se cubrió el rostro para que los vidrios no le cayeran encima, el al darse cuenta que estaba allí su rostro cambio a su gesto frio y sádico que solo el posee.
Se acercó a donde estaba Vaiolet y tomándola del cabello ambos salieron de la habitación de tortura, la lanzo a la cama y se puso arriba de ella.
― ¿Qué demonios haces aquí niña estúpida?
―So-solo entre por curiosidad, quería saber quién eras.
― ¿Cómo descubriste cual era mi habitación?
―Solo quise esconderme y lo encontré
―Sabes demasiado, tendré que matarte―Vaiolet patio su parte íntima y el solo se arqueo del dolor, salió corriendo a toda prisa pero para su mala suerte el hombre que había visto con una prostituta momentos antes se le atravesó y este le metió el pie para que callera de las escaleras.
Rodo por todas las escaleras y cayó al piso, una pizca de sangre salió por su boca.
― ¿Por qué hiciste eso? ―Dijo el asesino, bajo por las escaleras y toco a Vaiolet, sintió sus pulsaciones del corazón.
―Escuche que la matarías y si escapa nos delataría, solo metí mi pie y ella sola se lanzó a las escaleras no fue mi culpa, no te angusties viejo―Dijo Mark.
―Eres un estúpido, no quería matarla y por cierto no lo está, llama a un doctor para que la reviva o no se no quiero ser el culpable de esto, ¡date prisa imbécil! ―Dijo el asesino.
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Dulce Sabor a Muerte © Libro I y II
Ficción GeneralSin darme cuenta ella tomo su cuchillo y me hace una gran herida placentera en mi pecho para saborear el dulce elixir que anuncia la muerte. Nos seducimos a miradas, succionamos este amor y deseo carnal que nos invade todo nuestro cuerpo, junto a un...