—No voy a dejarla de nuevo. Le dije a mi papá lo que pasó en la carretera y que es mejor que uno se quede.
—Bueno, quédate tú entonces.
—No. Voy con mi papá y tú te quedas con ella y con los niños.
Son sus voces, Santiago y Guillermo están hablando y las voy siguiendo hasta llegar a una puerta medio abierta de donde provienen.
—¿Y luego que vamos a hacer?
—Ir a la frontera.
—¿Y ya? ¿Ese es tu plan? Seguir y seguir.
—¿Tienes una mejor idea eh?
—Claro, ahora no te importa nada de lo demás porque ya estás con tu papá —me asomo ligeramente pues el tono de la conversación está subiendo—. No te interesa más que eso. Ni siquiera tu hermano te interesa.
Oh no.
De un momento a otro ya estoy atravesando la puerta y por suerte soy más rápida que Santiago por lo que me coloco frente a frente a él interponiéndome entre su camino a Guillermo, a quien estoy segura que ya casi le da un puñetazo.
—Quítate María —no me está mirando, tiene los ojos fijos en Guillermo y la luz de unas veladoras prendidas le da un toque más furioso.
—Sí, quítate —Guillermo habla a mis espaldas.
—Por favor Santi —uso siempre esa manera de llamarlo cuando apelo a nuestro yo interior de hace años—, no hagan esto, no necesitamos una pelea entre nosotros.
—Dale gracias a María de que no te rompa la cara.
Y Santiago se da media vuelta para salir de ahí.
—No tenías porqué intervenir, puedo solo ¿sabes? —me suelta Guillermo enfadado.
—Claro, puedes solo, por eso estás aquí, llegaste tú solito.
Sus ojos claros relampaguean del enojo y luego sale también de ahí. Yo también estoy disgustada con ambos por ponerse de esa manera y sin pensarlo arrojo lo más cercano que tengo hacia la pared.
—Mi papá se va enojar porque rompiste su lámpara.
El niño que no había dicho nada está en el umbral de la puerta mirándome con las manos detrás de él.
—Oh, lo siento.
—¿Te vas a quedar? —tiene un acento norteño pero infantil y eso causa en mi corazón un sentimiento de ternura.
—Sí.
—No quiero que te vayas, mi hermano me dijo que aquí hay fantasmas.
—No hay fantasmas —me acercó al niño con una sonrisa y le muestro a nuestro alrededor con toda la lámpara—. ¿Lo ves? —él no dice nada—. ¿Cómo te llamas?
—Beto. ¿Y tú?
—María. ¿Dónde está tu hermano, Beto?
—Tus amigos lo sacaron, a él, a mi papá y a mi mamá.
No voy a poder resistirlo, estoy haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad para no soltarme a gritar como chiquilla ante ese niño. Estamos en su casa, he roto la lámpara de su papá muerto, junto con su hermano y su mamá, a los que Guillermo y Santiago sacaron envueltos en sábanas para que no estuviéramos paseando por la casa sorteando los cadáveres.
—Vamos a dormir Beto. Tú y Fernanda tienen que dormir. Creo que mi otro amigo y yo nos vamos a quedar aquí y los demás van a ir a buscar unas cosas un ratito, ¿sí? Ven, ayúdame a apagar las velas para que no se queme nada.
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Propagación
Science FictionHace exactamente 20 días que dos meteoritos colisionaron casi a la misma hora pero en dos hemisferios diferentes. El primero de ellos llegó a la Antártida. El segundo cayó en Siberia. ¿Hubo muertos? No ¿Un tsunami terrible nos ahogó a todos? Tampoco...