Capítulo 24

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―¿Te quedas con mi hermano? ―es un mal pronunciado español y sin embargo Beto lo entiende.

―Yo lo cuido.

―¿Y tú María? ¿Vienes?

Walter Applewhite acaba de sacarme de mis pensamientos y por fin aparto la vista de Beto. Ese niño cuya cabeza está rodeada por una venda y que ahora con un porte orgulloso, en el que intenta ser niño mayor, afirma que cuidará de Scott.

La señora Applewhite ha muerto y Scott ha estado llorando sin parar. Su hermano mayor le extiende la cantimplora de la que él mismo y también yo hemos dado unos tragos en un patético intento por aliviar la pena de nuestras respectivas pérdidas.

―No tengo edad para beber ―gimotea Scott.

Walter aprieta los labios un poco como si eso le diera un poco de risa y luego dirige sus ojos pequeños y azules a mí como para que comparta una sonrisa de lo tonto que suena eso.

―Scott ―le digo media seria porque mis sonrisas se han esfumado―. A nadie le importa.

Él toma la cantimplora y le da un trago, pero sigue sentando en el suelo, con las rodillas flexionadas y la cabeza media gacha.

―María.

No he hablado casi de nada con Walter, él es más parecido a su mamá, con el cabello más oscuro y los ojos más pequeñitos que Scott, aunque con la misma nariz y mejillas solo que sin acné. Me señala con un cabeceo el medio destruido edificio de 5 pisos. Debe sentirse extraño para ellos dos, que lo que construyeron sus padres se vea ahora de esta manera.

A duras penas me pongo de pie porque supongo que es mejor conocer todo lo que los demás sepan que quedarme con la poca información que tengo solo por cuestiones de orgullo. Pero no importa a donde ellos vayan porque ya he escogido lo que haré y hacia donde iré.

Walter mete la mano en su bolsillo de donde por un momento creo que sacará un cigarro igual como hace Scott, pero en vez de eso me extiende una chicle medio duro. No sé cuántos años tenga Walter, en definitiva es más grande que yo pero no puedo apostar por un número, porque a pesar de que tiene marcadas las líneas de expresión en su frente y unas ojeras enormes, el resto de él no luce tan mayor.

Llegamos al lugar donde Radcliffe y otros soldados se han reunido con seis de los que llegaron de Fort Hood. Uno de ellos es el Coronel Thompson y por lo que hemos oído, Radcliffe acaba de ser promovida de quien sabe qué tipo de Sargento a otro tipo de Sargento más importante. Como si eso importara. Pudo no haber sido inmune al virus y ya estaría muerta ahora, pudo haber tenido mala suerte en el ataque de hace unas horas y ya estaría muerta ahora. Quienes estamos aquí somos medio listos tal vez, pero también afortunados, en cosas comunes y en genética.

El lugar debió haber sido un salón en el que se esperaba que hubiera reuniones ejecutivas o al menos reuniones que no incluyeran como participantes a un montón de militares con heridas rodeando una mesa en la que se ven algunos mapas maltrechos con señalamientos.

Como ahora Walter es quien ha pasado a ser el Applewhite a cargo, ocupa el lugar de su mamá y ya ha sido presentado con todos los militares. Yo me siento en una silla que está pegada al rincón con los brazos cruzados y mirando que por allá hay otros civiles a los que Radcliffe también parece haber llamado. Por supuesto que Guillermo no está ahí, deben de haberlo dejado descansar o puede que de momento no se pueda mover.

El coronel Thompson comienza a hablar de lo sucedido en Fort Hood. Una ataque a todas luces cuyo objetivo principal era el de destruir la base. La descripción suena similar a lo ocurrido en aquí, nos cuenta que estaban monitoreando señales de radio cuando una señal intervino en toda sus frecuencias y fue que un minuto después los vigilantes dieron alerta de las naves que se acercaban. Por lo que cuenta fueron en definitiva muchas más que las que nos atacaron a nosotros y eso incluía otro tipo de nave que no nos atacó. Una que lanzó bombas mucho más grandes.

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