Capítulo 26

2.4K 414 36
                                    


Estoy en posición fetal y llevo dos o tres horas intentando dormir pero nada funciona, mis pensamientos van a Santiago una y otra vez y las lágrimas han estado cayendo, al menos al estar sola puedo desahogarme sin sentirme juzgada.

En medio del silencio oigo el ruido del otro lado de la pared, algo se rompe, cosas caen y un mueble se mueve. Me reincorporo media preocupada, admito que me siento un poco mal por todas las cosas que le dije y ahora que se me ha aparecido una excusa para intentar disculparme decido salir de ahí.

No espero a tocar la puerta solo la empujo y puedo oír sus quejidos.

―Puta madre.

―¿Guillermo? ―entre la oscuridad intento verlo hasta que me doy cuenta que está tirado en el piso―. ¿Dónde está Radcliffe? Creí que se quedaría contigo.

No me contesta, una de sus manos está aferrada a una sábana de la cama y creo que dice mi nombre a duras penas.

―Vamos, te ayudaré a volver a subir.

―No María.

Lo ayudo a sentarse en el mismo suelo y luego me siento a su lado, él se sigue quejando y aprieta mi mano con un poco de fuerza y la otra se la pasa por la cara.

―¿Te caíste de la cama o intentabas pararte?

―María, tengo miedo ―su voz sí suena aterrada y está respirando rápido―. Vivien dijo que tú mataste a uno de ellos.

―Sí.

Por las sombras puedo ver que se ha girado hacia mí.

―¿Lo tocaste? ¿Mientras aún estaba vivo?

―No.

―Yo sí.

―¿Qué sucede Guillermo? Me estás asustando.

―Fue antes de darme cuenta que Santiago estaba muerto, lo vi salir de su nave y caer en el suelo, estaba mal herido y cuando me vio no sé ­―Guillermo parece medio aterrado y habla en voz baja―, extendí una mano y lo toqué y fue como sentir sus pensamientos o sus ideas, no sé cómo explicarlo.

―Guillermo creo que tienes fiebre.

―No, te estoy diciendo la verdad pero estás enojada y no has escuchado nada. Sé que fue mi culpa María pero lo que te digo es la verdad, se lo conté a Vivien.

―Quédate aquí, voy a buscar a alguien ¿sí?

―No, no te vayas, no puedo dormir, cada que me quedo dormido vuelvo a sentir lo mismo.

Su mano aprieta más la mía, tengo miedo de que esté sufriendo alguna clase de neurosis por lo que vivimos.

―Si te vas a ir por tu cuenta deberías saber la verdad. Fue mi culpa y lo sé.

―¿Qué? ―me he girado hacia él. En sus ojos no se puede apreciar bien el color debido a la oscuridad―. Vamos, déjame ir por alguien que te ayude a bajar la fiebre.

―Se lo conté a Vivien y... no pretendo que nadie me consuele y me asegure que no es mi culpa, pero no voy a poder irme bien si sé que te lo estoy ocultando ―hace una pausa, no me suelta la mano y después de unos segundos se arma de valor―. Él me dijo que nos fuéramos y yo le aseguré que podía derribar una de las naves. ¿Te lo dijeron? Lo logré, pero después vino una explosión, vi al alienígena, lo toqué y todas esas cosas en mi cabeza me dejaron fuera de combate un momento.

―Creo que estás alucinando ―él hace oídos sordos a lo que digo y continua sin más.

―Cuando giré lo vi. Él murió y yo viví  ―su voz se quiebra un poquito―. No te desquites con nadie más, ni con Vivien ni con nadie, si Santiago está muerto fue porque lo obligué a quedarse unos segundos más conmigo.

PropagaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora