Capítulo 10

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Applewhite es un hotel-motel que se ha convertido en un campamento militar y de refugiados. Lo han escogido porque es grande, genera su propia electricidad de alguna manera sustentable que todavía no conozco a detalle, y está en las afueras de El Paso y en consecuencia, no muy lejos de Fort Bliss.

Aquí van llegando personas de pequeñas ciudades de Texas, Nuevo México y Chihuahua. Scott dice que en Fort Hood, que está más hacia el este, están refugiándose muchas personas de las grandes ciudades de Texas, y que ahí empezaran a enviarlos si Applewhite, El Paso y Juárez llegara a llenarse, aunque como van las cosas quien sabe si suceda. Scott dice que aunque han estado recibiendo personas diario, diario también mueren más.

Scott Applewhite es el hijo menor de quien construyó ese lugar, no tenía ni un año de haber sido inaugurado y ahora estamos aquí, gracias al General y a Radcliffe, de lo contrario nos habrían mandado a una tienda de campaña, eso a una de las casas en Juárez o en El Paso que cada día se desocupan. Aquí no te sientes tan raro, porque hay luz, aunque no debemos desperdiciarla. La familia Applewhite se encarga de supervisar que el gasto no exceda la producción.

En Fort Bliss nos sacaron sangre porque no estamos enfermos, y luego Scott guio una caravana de 5 camionetas con más o menos casi 30 personas hasta Applewhite.

La principal es una construcción de 5 pisos y aparte hay una zona de pequeñas habitaciones de un solo piso. Un poco más allá hay varias tiendas grandes instaladas, Scott nos ha explicado que han sido adaptadas para ser salones, comedores, salas de entrenamiento y otras cosas.

­—¿O quieren que me quede con ustedes? —Santiago nos pregunta a Guillermo y a mí después de haber llegado.

Él al parecer se irá con su papá al edificio mientras que Guillermo, Beto y yo seremos asignados a otra habitación de las que solo son de un solo piso de la parte que parece más motel. Es como llegar a hospedarte de verdad, de alguna manera rara, porque estamos en el lobby y en recepción está la señora Applewhite y un militar anotando cosas en los registros.

—Creí que querían quedarse solos para retozar —tiene esa sonrisa tonta en su rostro.

—Obviamente —Guillermo le sigue el juego sonriendo, sin despegar la vista de unas hojas que nos han dado con una serie de instrucciones.

—¿Todo bien? —Scott se acerca y le revuelve el cabello a Beto. Él ya no se despega de nosotros, así como la Lobo me es familiar a mí, nosotros le somos familiares a Beto.

—El matrimonio no se decide —como somos más o menos de la edad de Scott, él no ha tardado en hacerse buen amigo de Santiago.

—¿Es tu novia? —le pregunta Scott a Guillermo quien no demora ni una milésima de segundo en negar con la cabeza todavía sin apartar la vista de su hoja.

Después nos dan la llave de la habitación donde estaremos. Es pequeña y solo tiene una cama king size, pero nos acomodaremos los tres. No nos han explicado más, dicen que debemos seguir las instrucciones de las hojas que nos dan dado según el papel que nos dieron en Juárez y luego sabremos más.

Como acabamos de llegar nos van a dejar ducharnos y descansar antes de que debamos hacer lo que se supone debemos hacer.

Mi hoja dice que mañana deberé presentarme en no sé qué carpa justo después del desayuno para que me digan que es lo que tengo que hacer.

También hay un montón de indicaciones, a qué hora debemos ir a desayunar y cenar, sobre no gastar el agua, prender las lámparas solo de noche cuando sea muy necesario, mantener limpio el lugar, reportar inmediatamente si notas a alguien enfermo o si te sientes mal, nadie más aparte de los tales "Hunter" y los soldados tanto mexicanos como estadounidenses podrán portar armas.

Guillermo y Santiago han sido clasificados en eso.

Después de darme una ducha me acuesto boca arriba en la cama donde al menos creo que nadie ha muerto. Guillermo ha mandado a Beto a que se bañe y oímos que él está cantando algo. Eso nos hace sonreír.

—¿Puedes creerlo? —Guillermo se sienta en una orilla de espaldas a mí. No tenemos prendida la luz de la habitación, solo se filtra una pequeña línea a través de la puerta del baño—. Hace una semana todo era tan normal y ahora hemos llegado a una clase de campamento militar de refugiados en otro país. Y estoy con un niño que no tiene familia y con una amiga de Santiago que ni conocía.

No sé porque la última parte me duele un poco. Ya sé que éramos extraños pero no quiero sentir que no tengo amigos ahora que no está mi familia.

—¿Crees que sepan lo que sucede?

—Parecen solo un poco menos confundidos que nosotros. Vivien se ha ido a Fort Hood y regresará pasado mañana.

Ahora la llama por su nombre, ellos han hecho buenas migas, tal vez porque la abuela de la tal Vivien resulta que también era alemana. Vivien ha sido designada como la jefa de Applewhite, porque el tipo del ejército que era jefe de Applewhite acaba de morir justo anoche. La epidemia no perdona rango militar, ni nacionalidad, ni edad.

—Ya estás como nuevo ¿verdad? —con mi pie le doy un empujoncito en la espalda.

—No te lo dije —Guillermo se vuelve hacia mí—. Gracias.

—¿Por haber predicho que vivirías?

—Por haberme amenazado con odiarme.

—Ya sé cómo me lo puedes pagar. Un chocolate.

Él se ríe y se acerca a su enorme mochila de campamento. La comida enlatada que llevábamos en la batea es lo único que nos han quitado, las armas no por el cargo del General.

Luego se sienta en el suelo cerca de donde está mi cabeza y extiende la mano. Saboreo el chocolate y alargo un brazo para acariciar su cabello, sé que no debería hacerlo porque no quiero que piense que estoy enamorada de él o alguna cosa así, pero se siente suave porque se ha bañado y también huele rico.

Cuando Beto termina de bañarse, Guillermo le da un chocolate como recompensa y luego nos acomodamos en la cama. Es un niño y dos personas que antes de eso eran universitarios llevando una vida normal.

Al menos Guillermo y yo todavía podemos permitirnos la incertidumbre de que nuestros padres estén vivos.



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