Capítulo 10 - 38

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―¡Detente!

―¿Qué?

―¡Oríllate voy a vomitar!

La camioneta se sale de la carretera y entra a las hierbas, se mueve más de lo que quisiera. No pienso nada, abro la puerta y corro 5 metros antes de vomitar en el suelo. Vómito y vómito, que maldito asco.

­―¿Qué sucede? ―oigo la voz de Radcliffe mientras me da otra arcada.

―¡Nada! ­―Guillermo le contesta y por el sonido comprendo que ya salió de la camioneta―. María está un poco mareada.

Ya imagino la cara de Radcliffe, haciendo un círculo con los ojos y no creyéndole nada.

―¿Todo en orden? ―Esa es la voz de Arturo, con quien no he cruzado palabras, ninguno de los dos quiere enfrentarse a la conversación acerca de mi mejor amigo y su hermano difunto. No sé qué tan peor es que me vea vomitando cuando nos hemos hablado poco desde que extrañamente lo volví a ver.

―¿Está bien? ―Ahora es la voz de Giselle, luego la de Lázaro soltando un "Se le va a salir el estómago" y después la portezuela del carro cerrándose.

¿Acaso todos han venido a ver este desagradable espectáculo?

Extiendo una mano hacia atrás sin darme vuelta, les hago señas para que se queden ahí. Vomito una vez más y ya me siento mejor. Lázaro tiene razón, tal vez ya saqué todo el estómago.

―¿Estás bien? ―siento la mano de Guillermo en mi espalda.

―Ay, no me veas así.

―Ya te vi así, en menos de una semana.

―¿Puedes traerme algo con qué limpiarme?

Me pasa la mano por toda la espalda en señal de apoyo y luego se va. Claro, esta vez no puede echarme en cara nada, él bebió tanto o más ayer, más bien Walter lo hizo beber y está muy avergonzado por eso. Nunca es tarde para ver borracho a alguien. Estamos desvelados, yo más cruda que él y no tengo idea de cuantas veces lo hicimos anoche.

Rony se acerca movimiento la cola y yo intento que no se acerque a donde estoy porque ya he visto a los perros comer cosas asquerosas, maldigo a Walter por no poder separarse del perro. Lázaro sonríe desde la camioneta, él ha liberado a Rony.

Guillermo vuelve pronto y me da una franela vieja y una botella de agua. Me enjuago la boca muchas veces y escupo mientras me voy reincorporando. Apenas voy a darme la media vuelta cuando él me toma por la muñeca.

―¿Crees que sea por ayer?

―Sí y no lo vuelvo a hacer, sé que la gente lo decía muy a menudo pero de verdad no lo vuelvo a hacer.

Llevo vomitando desde que salimos, justo antes de emprender el viaje y luego también cuando paramos en Puebla. Espero que mi cuerpo no me engañe y esta sea de verdad la última vez que vomite. Al menos en las dos anteriores nadie me vio.

―Me refiero a qué ―Guillermo se detiene, baja la voz y me mira con esos desvelados ojos―. ¿No estarás embarazada?

―¡Ag, cállate Guillermo! ―Le doy un golpe en el brazo media enojada―. ¿Cómo crees? ¿Por obra del espíritu santo o qué?

―¿Eh-qué? ¿Cómo?

―Tiene una semana que nos vimos ―Le explico al ver su cara de terror, después le preguntaré si cree factible que el espíritu santo embarace chicas, es decir, reúno el requisito del nombre. Hago un esfuerzo por no reírme―. ¿Cómo crees que estaría vomitando con una semana de embarazo? ¿Nunca leíste cuándo empieza el vómito?

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