Capítulo 19

2.7K 354 24
                                    

Estoy en el asiento del copiloto abrazando mis rodillas y Scott va cantando un country lento. No ve que me despego de mi asiento cuando vamos pasando por El Paso.

Me ha tocado acompañar a Scott, creo que gracias a algo del General para que unas horas me librara de cavar, mientras que Guillermo y Santiago deben estar por otros lugares no muy lejanos. Tal parece que el domingo nos iremos a Fort Hood pero no estoy muy convencida de que quiero hacerlo.

Las cosas parecen diferentes a como fueron hace una semana. Scott me pasa un pañuelo perfumado para que lo amarre cerca de mi nariz y así disminuya el olor putrefacto. Todo se ve solitario de manera escalofriante. Puedo contar con los dedos de la mano a las personas que vi hasta que llegamos al aeropuerto de Juárez.

También ahí está cambiado. No era un aeropuerto desde hace días, pero al menos cuando yo llegué las cosas no estaban tan solas. Ahora solo hay dos militares en las mesas que nos registraban y solo tres personas sentadas en el piso, esperando. Dicen que vienen de Michoacán, es un hombre joven con su pequeño hijo y una señora de unos 40 años que al parecer es su cuñada.

Durante el trayecto de regreso intento obtener información de aquellos tres, pero hablan muy poco y pronto desisto aunque sea algo que no me baje los ánimos, porque a pesar del mal olor y la desolación de El Paso y Juárez, hay una llamita de felicidad en mí. Hasta espero que el hecho de que hoy me he pintado los labios y puesto un poco de perfume los haga creer que las cosas no están tan mal como parecen.

En la cena no veo a Guillermo pero sí a Santiago que alzando las cejas se sienta junto a mí y me da un ligero codazo.

―¿Dónde está? ―le pregunto.

―Vendrá más tarde. Radcliffe le está enseñando unos... trucos.

Pongo los ojos en blanco y me dedico a terminar mis alimentos. Luego Santiago y yo nos sentamos a las escaleritas del pasillo de la parte del motel. Esta vez no enciende ningún cigarro, solo se queda tomando una coca cola mientras observamos el paisaje que nos ofrece Applewhite.

―Este es el momento en que soy el mejor amigo que lo arruino todo y te confieso que he estado enamorado de ti desde que nos conocimos ―se gira hacia mí intentando no reírse. Alargo mi mano para darle un tirón a uno de sus rizos y luego él me da una palmadita en la rodilla―. Pero sabes la verdad, nunca me has gustado, eres mi mejor amiga María y agradezco todas las cosas que hemos hecho juntos. Eso y que nunca me besaras estando borracha.

―Porque con toda la sensualidad que derrochas ha sido una prueba dura ―bromeo y Santiago casi escupe el trago de coca cola que acaba de darle a la lata.

Mientras se recupera yo sonrió un poco tonta. De saber que se siente tener hermanos, tal vez Santiago sería lo más cercano que tendría a uno. Es como una amiga íntima, pero en realidad es hombre así que suele decir algunas cosas que una chica no me diría.

―Me alegra verte así ―dice de repente sin apartar la vista de enfrente―. No sé si estás enamorada pero te ves feliz y en medio de todo esto me gusta verte feliz. Como te dije, me arrepiento de no haberlos presentando antes.

―A él le gustaba otra chica así que no sé si hubiera funcionado. Tal vez solo está conmigo por desesperación.

―Tal vez ―se voltea hacia mí y alza una ceja sonriendo―. Seguro que te ves bien desnuda en la cama.

―Que cerdo.

―Es... un poco raro a veces porque a diferencia de ti o de mí viene de una familia todo amor cuasi perfecta. La verdad es que ha tenido la vida media fácil, que cosa tan rara ¿no? Aunque para su edad a veces no es la persona más inteligente en cosas de mujeres.

PropagaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora