Capítulo 25 - 53

1K 202 18
                                    


La impresión me deja aturdida. Me dejo caer a su lado y le toco la cara y el sucio cabello rubio. No puede estar muerta.

―Vivien ―le hablo en voz bajita―. Vivien despierta, falta poco.

Ella deja de serlo, de repente ya no es Vivien Radcliffe, es mi mamá, es Santiago, es Carmen, es Daniel, es mi abuela, es cada una de las personas que ya no están.

Las lágrimas hacen que vea doble, me paso la muñeca por los ojos para limpiarlas y el olor ferroso de la sangre me llena la nariz. No me he dado cuenta que mi brazo sangra desde hace un rato y que un hilito se ha escurrido por él.

Un nuevo ardor en mi costado rompe el momento de quietud. Alzo la cabeza para ver otra de esas quemantes flamas dirigirse a mí. No me da tiempo moverme pero el tiro falla. Guillermo se arroja a mí para tomar una de las pistolas del cinturón que aún tengo, pero antes de que la saque yo ya estoy disparando en dirección a donde ha venido el ataque.

Si dice algo no lo oigo. Otro ardor me hace lanzar un alarido cuando la piel de mi hombro se quema. Vuelvo a disparar, nos defendemos.

Todo es lento y es rápido, nuestros últimos momentos de vida escapan a nuestro lado y hacemos un esfuerzo por obtener unos más, Si nos ponemos de pie seremos blancos más fáciles, así que permanecemos al lado de Radcliffe, disparando y aguardando a que la muerte llegue.

El calor de una llama azul roza mi mejilla. Primero pienso que me ha dado pero es solo la sensación. Toco mi mejilla para asegurarme que sigo viva y al comprobarlo vuelvo a disparar.

Todo se acaba cuando una explosión atronadora hace estallar mis oídos que apenas comenzaban a recuperarse. Veo volar un montón de tierra, el cuerpo de Guillermo, el de Radcliffe, y lo único que pido es que no duela. Y no duele.

Todo queda en silencio. Estoy flotando en algún lugar, no hay frío ni dolor. Mis ojos todavía miran el oscuro cielo, las estrellas se dejan ver en los momentos en el que el humo deja espacio. Son tan bonitas, siempre han sido hermosas, la vista desde nuestro planeta es la más bella entre el vasto universo.

Debí darme cuenta, de la encantadora vida que tuve antes, de los hermosísimos detalles que hubo siempre a mi alrededor y no logré ver hasta que la comodidad de la vida que llevaba se vino abajo. Quiero creer mientras las estrellas centellean en el cielo que lo último que veré será algo tan extraordinario y lleno de misterios como el firmamento.

Un horrible sonido vuelve a escucharse y me enojo y lloro porque no quería que doliera y me estoy dando cuenta que tal vez sí duela.

―¡María! ¡María!

La cara de Walter se interpone entre las estrellas y yo.

El sufrimiento llega a cada parte de mi cuerpo. El ardor es insoportable. Alzo la cabeza a duras penas. Me sorprenden las lágrimas que brotan y el sonido lastimero que sale de mi boca.

Walter me levanta y puedo ponerme de pie. Mis piernas están completas. Mi cerebro reacciona.

―Radcliffe, Guillermo.

Walter me jala pero me libero. También tengo los brazos completos y no puedo pedir más que esto, tener cada una de las partes de mi cuerpo.

Mis ojos buscan alrededor, donde la tierra se levanta y el fuego ilumina cada dos por tres. Veo un bulto a lo lejos y corro en su dirección. Walter me llama pero no pienso dejarlo.

Está tan sucio que es casi del color de la tierra que se levanta. Le doy una y dos palmaditas en la mejilla y se queja. El aliento vuelve a mí al darme cuenta que no está muerto. De un rápido vistazo lo observo, sigue completo pero sus manos sujetan su pierna, ahí donde tiene una herida de bala que debe seguir sangrando.

―Aguanta Wilhelm, te sacaré de aquí.

Paso uno de sus brazos sobre mí para intentar cargarlo. Es pesado y el hombro me arde horrores, aprieto los ojos y los dientes, tengo que correr.

La carga se aligera de un momento a otro y abro los ojos justo para ver como Walter me lo ha quitado y me pide ayuda con la mirada para colocarlo en su espalda. Lo hago y de sus labios solo sale una palabra.

―Corre.

Sigo la dirección que toma. Mi cuerpo guarda el dolor un momento para darme oportunidad y fuerza de correr. Grito cuando otra llamarada pasa a mi lado. Oigo disparos e incluso el sonido de una bala que corta el aire. Voces dando órdenes y bramidos llegan por todos lados. Una bengala explota e ilumina el suelo en colores rojos que en otro momento sería bonitos. Por un instante pierdo los pies de Walter pero los vuelvo a encontrar antes de que la histeria me engulla.

―¡Por allá!

No es la voz de Walter la que ha gritado, es una más grave, una acostumbrada a dar órdenes. Sigo corriendo y observo una sombra que se escapa entre el humo. Un grupo de soldados con lanzamisiles disparan hacia el cielo y entonces veo al Coronel Thompson con la expresión determinada.

Un rayo de esperanza llena mi corazón y corro con más fuerza. Walter sortea el camino y el humo desaparece un segundo y luego otro, y luego más tiempo hasta que una voz femenina me alerta.

―Por aquí, bájalo Walt. Mierda.

Hilary parece salida de un psiquiátrico con la cabeza rapada, los ojos moviéndose a gran velocidad por toda la pierna de Guillermo y la chamarra de Radcliffe aún puesta dejando la mitad de sus piernas desnudas.

Hay otro soldado a su lado que está descalzo pues al parecer le ha dado sus botas a Hilary. Abre un botiquín y vocifera un montón de cosas.

Capto entonces una camioneta y a Walter abriendo la parte trasera. Ayuda al soldado a cargar a Guillermo que se revuelve del dolor. El soldado se mete después que él y con la misma rapidez con la que todo está sucediendo Walter me deja unas llaves en la mano.

―Llévalos lejos. Él te dirá dónde.

Brinco al auto y Hilary ya se ha metido como mi copiloto. Por alguna razón tengo miedo que ella me quite las llaves. Enciendo el auto y hay una sacudida por lo brusco que he metido el acelerador. Nunca antes había manejado como si la vida se me fuera en ello. Los quejidos de Guillermo me perturban y hace que vaya más rápido mientras el soldado me grita izquierda o derecha.

Por el retrovisor veo lo que ha sucedido. Parece que de la nave sale humo y fuego o tal vez es de la tierra. En el cielo explotan cosas y las luces iluminan el camino de manera intermitente, una nave de esas redondas que tantas veces vimos es alcanzada por un misil y cae en picada y levanta una ola de tierra y rocas. El humo envuelve la escena salida del averno y la adrenalina me hace pisar el acelerador con más fuerza.


PropagaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora