Walter me encuentra sentada en una roca tiempo después. Sigo aguardando que alguien me diga donde está Guillermo. Viene con Giselle y me pongo de pie con un brinco para abrazarla.
―¿Han visto a Lázaro? ―pregunto.
―Sigue allá ―Giselle señala el humeante horizonte.
―¿Pero han matado a todos?
―No a todos pero están sometidos.
―¿Y Guillermo?
―Te llevaremos con él.
―¿No está...?
―¿Muerto? Por Dios no ―Giselle se apresura a corregirme.
Podría llorar del alivio pero me limito a seguirlo entre la gente. Personas con una cinta blanca en el brazo corren aquí y allá, llevando botiquines o cargando gente.
Quiero decir algo cuando veo al señor Muñoz y al señor Lobo cargando armas.
―¿Qué...?
―Cuando el Coronel y la señora Terrasco llegaron con ellos, intentaron detenerlos y cuando no pudieron más vinieron detrás ―explica Giselle en voz bajita.
―Tus granadas funcionaron ―le digo sin emoción alguna. Me siento extraña, me siento fuera de todo.
Giselle no responde. Los sigo otros pasos hasta llegar a una zona donde varias personas heridas descansan en el suelo sobre mantas improvisadas.
Hay una persona que está siendo intervenida por otras más. Pasamos de largo y llegamos hasta donde está Guillermo. Tiene los ojos cerrados y al igual que yo, tiene algunas vendas, quemaduras al descubierto y huele a medicina.
Su pierna está vendada, no la que alguna vez se quemó, sino la otra, ahí donde le disparé. Me pongo en cuclillas, le toco la frente sucia, las cejas, las pestañas, las mejillas y la barbilla que pica.
Vuelvo a ponerme de pie, le doy un beso en la mejilla Walter y vuelvo a abrazar a Giselle antes de soltar una de las cosas que más me atormenta.
―No pudimos salvar a Radcliffe.
―Lo sabemos ―Walter asiente. Noto que Giselle traga saliva y lo imita.
―Me quedaré con él.
Vuelven a asentir. Me da un gusto tremendo pero no sonrió cuando Walter le da un empujoncito con el hombro antes de tomar su mano para alejarse.
Me siento en el duro suelo y ahí permanezco. Velando por Guillermo, dejando que mi mente vuelva a Radcliffe una y otra vez. Que me traiga recuerdos de infancia con mi mamá y mi papá, y recuerdos de adolescentes con Santiago.
Cuando me canso de la esa posición me acuesto junto a él. Un soldado-médico pasa y me pregunta si todo está bien, apenas si puedo responderle que sí. ¿Cómo puede estar todo bien?
Llegan algunos heridos más pero ninguno es de gravedad. El más grave es una chica argentina, la que conocimos en Córdoba y que su madre no dejó ir. Al parecer la señora no pudo impedirlo cuando el Coronel Thompson se apareció por ahí.
Siento unos dedos cálidos tocar mi mejilla. Vuelvo la vista a Guillermo que me observa con una sonrisita cansada. No espero más y le planto un beso rápido en los labios.
―¿Cómo te sientes?
―Apaleado. ¿Qué ha pasado? Me sedaron para sacarme la bala.
―¿La tuviste todo el tiempo? Lo siento, lo siento, de verdad lo siento.
―Te amo mucho.
Le explico lo que hasta el momento sé, él se dedica a asentir con los ojos cerrados. Cuando los vuelve a abrir los tiene húmedos y sé la razón por la que llora. Nos acompañamos en nuestro dolor, respetamos lo silencios y le tomo la mano para que sepa que no está solo.
Un montón de gritos hacen que me reincorpore de inmediato. No son gritos de terror, sino de júbilo. El Coronel y el General están en medio de una multitud, y lo que sea que hayan dicho es una buena noticia a juzgar por las exclamaciones de toda la gente que se encuentra alrededor.
Vuelvo a acostarme al lado de Guillermo, tal vez se trate de que estamos a salvo pero en realidad no es algo por lo que gritaría de felicidad, no ahora. Es una sensación de alivio, que las cosas no pueden ponerse peores, que las personas que amo no van a morir enfermas.
El Coronel llega minutos después. Guillermo hace un esfuerzo por permanecer sentado. Hay todo un discurso de agradecimiento, de haber salvado vidas, del sacrificio de Radcliffe, del exterminio del enemigo. Lo oigo sin oírlo. Él puede ser un Coronel y puede que haya visto a muchas personas morir, pero siento un poco de enojo cuando menciona a Radcliffe porque no la vio morir. No estuvo ahí y si por él hubiera sido ni siquiera habríamos llegado a ese punto.
Sigue hablando de reconocimientos, de medallas, de un lugar en la historia, pero debería saber que así de heridos como estamos no le encontramos sentido a eso. No me parece una victoria después de tantas personas perdidas en el camino. O tal vez es el hecho de que lo diga él, uno de los que decidió que Guillermo estaba loco.
Mientras el Coronel sigue y sigue su discurso, volteo hacia Guillermo para observarlo de perfil. Él también parece abstraído en sus propios pensamientos.
Nunca hubo esperanza de que volviéramos a hacer los mismos. Yo no estaba hecha para disparar armas y él tenía una vida muy cómoda antes de todo. Nuestras vidas fueron arrebatadas y nosotros lanzados a un lugar del que no saldríamos sin secuelas.
Todos los que estamos vivos ahora somos simples pedazos de sobrevivientes. Llevamos meses lidiando la muerte de millones de personas y nuestro mundo se ha desmoronado con lo que han visto nuestros ojos.
El universo no nos pertenece, nunca fue así. Si hay un Dios, es de Dios el universo. Si no lo hay, no es de nadie. Somos el producto de la suerte, la suerte de la distancia a nuestro sol, de la existencia de agua, de la existencia de una atmósfera y de un montón de recursos que por mucho tiempo creímos que estaban a nuestros pies.
Lo mismo pensaron ellos, los alienígenas y ahora están tan muertos como Radcliffe. Con su nave destruida y sus esperanzas de encontrar habitar en este mundo hechas añicos. Y si los que quedamos no aprendemos la lección pronto nos encontraremos en su misma situación, vagando por el espacio, buscando un nuevo planeta, desesperados porque no pudimos salvar el nuestro.
Cuando el Coronel termina de hablar me vuelvo a tumbar junto a Guillermo. Y lloro como nunca en mi vida. Lloro por mi madre, por el resto de mi familia, por Santiago y el resto de amigos que conocí en el camino y por los amigos perdidos. Pero entre el dolor está la esperanza, entre la destrucción lo que va a repararse, entre la enfermedad los supervivientes, entre la soledad tengo amigos que han quedado y un amor tan inmenso como el cosmos, ese que se extiende más allá de los límites de nuestro planeta, del que ahora sabemos no somos los únicos. Nunca lo hemos sido.
Fin
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Propagación
Science FictionHace exactamente 20 días que dos meteoritos colisionaron casi a la misma hora pero en dos hemisferios diferentes. El primero de ellos llegó a la Antártida. El segundo cayó en Siberia. ¿Hubo muertos? No ¿Un tsunami terrible nos ahogó a todos? Tampoco...