Le paso un vaso con coca cola y me da las gracias en voz baja.
Si a Giselle le hubiesen dicho que el mar sería su peor enemigo apuesto a que se habría negado a venir. Ya la hemos acomodado en un camarote central y de hecho yo no siento que el barco se mueva tanto, pero creo que lo de Giselle es más mental que físico.
Después de asegurarme que está mejor y peinar un poco su cabello rizado y negro salgo de ahí porque no hay ventanas y eso me estresa. El barco nos queda grande es claro, junto con las otras personas que ya venían o que también lo estaban esperando en Colón no llegamos ni a 100.
Ni siquiera siento que estoy sobre el mar en cuanto entro al salón, pasando por delante de Dieter que está en la entrada como si fuera un guardia y que me mira ceñudo.
Hay una mesa acomodada en el centro y alrededor de ella se encuentra Radcliffe, Walter, Guillermo, el capitán del barco, su mano derecha llamado Antonio, y el soldado que el coronel Thompson dejó en Colón.
Guillermo alza la vista de la mesa cuando me oye acercarme, tiende una mano en mi dirección y Radcliffe resopla.
―¿Cómo está Giselle? ―me pregunta ella.
―Vomitó pero está un poco mejor.
―Ok ―Radcliffe aguarda y entonces comprendo que lo que quiere es que me vaya.
―Puedo quedarme supongo. Me gustaría saber que plan hay.
―Sería buena idea ―interviene Guillermo aunque sin mirarla a los ojos. Quiero reírme porque siento que él no la quiere contradecir. Sin embargo Radcliffe alza las cejas y asiente de mala gana.
―Continuemos.
Eso me reconforta, ya estoy empezando a sentir cólicos y que nadie se atreva a hacerme enojar porque tengo suficiente con el dolor. Me acerco a ver que hay sobre la mesa. Es un mapa del sur de América y luego otro a su lado, de algún lugar que no conozco pero por el detalle es una escala grande.
―Si la nave sigue donde creemos nos quedaremos en este punto ―Radcliffe apunta un lugar del mapa.
Habla de rastreos, vigilancia, comprobar el tamaño de la nave y un montón de cosas más, que debido a mi poco conocimiento de palabras militares en inglés no comprendo tan rápido, aun cuando hemos estado rodeados de soldados.
―El grupo de la retaguardia vigilará que no escapen, pero ―Hace énfasis en la palabra―, queremos unos vivos para la futura investigación.
La confianza de Radcliffe no solo en que llegaremos vivos a Argentina sino también en que ganaremos me hace sentir segura a su lado pero también me asusta. No debo olvidar que Vivien Radcliffe fue parte de un ejército de la extinta potencia del mundo y que en su educación le enseñaron que primero se gana antes de morir, eso y que su pueblo ha sido elegido por Dios. Argumento para invadir, saquear, obtener y ganar de nuevo, considerando al resto como inferiores. Y eso por supuesto incluye a los alienígenas.
―¿Qué pasará con las personas que viven cerca? ―intervengo a lo que Guillermo aprieta los ojos a manera de maldecir―. Si hay alguien cerca debemos desalojarlos primero ¿no? Al menos claro que Guillermo me asegure en este momento que no tienen armas que puedan dañar a quienes estén cerca.
―No hay tiempo de estar desalojando a un montón de gente que vio el apocalipsis y no se alejó ―me contesta Radcliffe y abro la boca asombrada.
―¿Qué? ¿Si hay alguien ahí lo vas a dejar en medio de un combate?
―El Coronel Thompson dice que mucho tiempo hemos desperdiciado ya y coincido con él. No conoces la guerra niña, deja de interrumpir.
―Muchas, muchas guerras nos trajeron a todo esto ―Medio balbuceo porque las palabras se me atoran un poco cuando empiezo a enojarme―. El mundo era una mierda incluso antes de la epidemia. Tenemos que cambiar esto de una vez.
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Propagación
Science FictionHace exactamente 20 días que dos meteoritos colisionaron casi a la misma hora pero en dos hemisferios diferentes. El primero de ellos llegó a la Antártida. El segundo cayó en Siberia. ¿Hubo muertos? No ¿Un tsunami terrible nos ahogó a todos? Tampoco...