Capítulo 5

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4 días antes.

Esta vez no ha podido llegar hasta el baño. La oigo vomitar en el bote que le dejé en habitación pero ahora no me alejo porque ya me estoy acostumbrando y esa sensación de sentir que alguien te contagia sus ganas de vomitar ha ido desapareciendo.

Cada sonido de sus arcadas me provoca algo, una desesperación por no poderla ayudar. Santiago comparte ese sentimiento conmigo y estamos callados en la sala sin saber que hacer.

Cuando Carmen hizo que nos detuviéramos en la carretera a Querétaro, hasta Guillermo fue partícipe de las burlas en las que le decíamos que no sabía beber, incluso ella misma se rio y dijo que nunca le había pasado así antes o al menos no con tan poco alcohol.

Hemos tenido que volver con ella tanto de hospitales particulares como de urgencias. Los doctores están entrando en pánico y solo nos bastó una mirada para sentirnos temerosos.

Guillermo se asoma a la sala. Ya se ha terminado de bañar y su cara está reluciente pues también se ha afeitado. Se sienta en el sofá de enfrente y los tres estamos despidiendo el olor a jabón y shampoo mientras Carmen vuelve a la calma y el vómito se detiene.

Solo dos minutos después mi abuela se une y pone una mano en mi hombro.

—Está muy mal, no le puedo parar la fiebre.

—¿Cree que sea uno de esos casos?

No me di cuenta en el momento en que Daniel volvió a entrar a la casa. Ha estado muy ansioso, dando vueltas de un lado para otro y quiere irse pronto, pero desde que contactamos al hotel donde se supone que estaba el papá de Carmen y no nos contestaron, Santiago dijo que no nos moveríamos.

Daniel es de Torreón y no lo supe hasta que lo escuché hablar casi cuando llegábamos a Querétaro. El acento norteño lo delata enseguida.

—Voy a intentarlo de nuevo —Santiago se pone de pie y sale de ahí medio enfadado. No sé con qué, con Carmen, con Daniel, con lo que sucede, con el hecho de que no hemos podido movernos.

No hay palabras para expresar la admiración que siento por su comportamiento. Ha mantenido el temple y ha actuado con juicio.

En cuanto llegamos a Querétaro con Carmen quejándose de que se sentía mal, nos dejó que localizáramos a sus papás y la ayudáramos mientras él y Guillermo se iban a cargar gasolina no solo hasta llenar el tanque de la Lobo, sino también unos galones extras.

Tenemos lo suficiente para un buen viaje justo ahora que todo mundo está haciendo lo mismo y las gasolineras están a reventar, solo que de momento no podemos irnos de aquí.

Cuando le pregunté a Carmen donde podríamos localizar a sus padres ella se echó a reír con amargura y sus palabras aún suenan en mi cabeza "Mi papá está en Cancún con su amante. Y mi mamá se fue con el suyo a Los Cabos cuando se dio cuenta donde estaba él".

Ella sabía el hotel donde estaría su papá y llamamos repetidas veces. Nos contestaron solo en dos ocasiones lo cual nos pareció rarísimo, y en las dos ocasiones nos dijeron que el huésped no estaba.

Guillermo también ha tratado de hablar con su familia en Alemania, pero no le han contestado. Y ahora es más difícil porque la línea se va y vuelve de un momento a otro, durando solo un poco más que la luz que todavía funciona un poco mejor aquí, pero va de mal en peor.

Mi abuela nos contó que al menos hasta ayer a mediodía la luz no había fallado aquí, lo que significa que tuvieron luz más tiempo que nosotros en la ciudad de México.

—Voy a ver a Anita, le preguntaré si sabe algo —mi abuela sale de la casa para ver a una señora que al igual que ella fue enfermera hace años.

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