La pistola aprieta sus costillas, no es la primera vez que lo hago pero esta vez es más doloroso hacerlo. No se trata de Leonardo, es Guillermo y todavía no puedo confiar en él. No después que me palpita la mejilla ahí donde me ha dado el puñetazo en seco.
Lo hago caminar y cuando Radcliffe nos ve abre sus ojos azules hasta donde puede.
―¿Qué demonios?
―Tú solo cúbrenos ―le pide Guillermo cojeando.
Él se inclina para volver a sostener un extremo de la caja mientras Radcliffe toma el otro. Tenerlo amenazado con la pistola no me sirve de nada, si él no es él avisará que estamos dentro, o peor. Si él es él no hay necesidad de amenazarlo porque no nos hará daño, pero de todas maneras tener la pistola en mis manos me ayuda a sentirme más segura. Sin embargo, no me atrevería a dispararle, no de nuevo.
―Hay que ir de este lado ―Guillermo abre la puerta que se desliza de nuevo y señala al lugar al que originalmente deberíamos haber llegado―. Si Hilary está con vida estará ahí.
Aprieto sus costillas con la pistola y le ordeno que abra la portezuela. Él me mira serio, levanta la mano para teclear algo pero se detiene ahí.
―Si me pongo mal, dispárenme en la cabeza.
―Cállate y abre la puerta.
Sueno convencida pero en realidad no lo estoy, nunca le dispararía en la cabeza, está loco si cree que me atrevería. No después de lo sucedido con los gases y los virus, cuando dudé y me equivoqué.
Radcliffe pasa su mirada de mí a él, con una expresión que significa que está llena de preguntas pero en este momento no nos podemos detener a explicarle todo.
De nuevo el sonido de una compuerta deslizándose. Entramos los tres a un lugar oscuro cuyas luces se prenden en cuanto detectan nuestros movimientos. Lo que se aparece frente a nosotros me deja con la boca abierta.
Hay un montón de planchas de metal distribuidas con exactitud y sobre ellas hay cuerpos desnudos con tubos conectados o cables delgaditos. Son cuerpos de todos tamaños, son niños, hombres, mujeres y ancianos.
Siento que voy a vomitar y trago saliva y respiro profundo intentando que eso no suceda. Guillermo empieza a caminar observando sus rostros y yo hago lo mismo conteniendo la respiración lo más que puedo. Todos tienen la cabeza rapada, algunos ni siquiera están vivos ya, presentan el color de la muerte y están tan fríos como el metal sobre el que están. Otros no están directamente sobre la plancha sino en una tina con líquido que se encuentra encima de la plancha correspondiente. Flotan sin vida y se ven en sus cuerpos que les hicieron perforaciones.
Me detengo en una de las caras. Estoy segura que a ese hombre muerto lo vi alguna vez en una de las estaciones del metro.
Una mano pegajosa se enlaza con la mía. Es Guillermo que tira de mí y me deja los dedos con algunas manchitas de sangre. Es él ahora, estoy por completo segura que es él ¿Pero cuánto tiempo? ¿Cómo sé que no volverá a irse?
―¡Es ella! ―Radcliffe nos avisa al mismo tiempo que se quita la chaqueta que lleva y envuelve el cuerpo de alguien sobre una mesa.
―¿Está viva? ―Corremos hacia ella.
Está en uno de los extremos. También tiene la cabeza rapada y su cara está flaquísima, me sorprende que Radcliffe la haya reconocido porque parece una calaca, pero por el color de sus mejillas y lo cálido de su cuerpo puede que nada más esté dormida.
―¿Vemos si podemos llevarnos a alguien más? ―pregunto.
―¿Estás loca? Billy está herido y si hay problemas alguien tendrá que cubrir la retaguardia al salir.
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Propagación
Science FictionHace exactamente 20 días que dos meteoritos colisionaron casi a la misma hora pero en dos hemisferios diferentes. El primero de ellos llegó a la Antártida. El segundo cayó en Siberia. ¿Hubo muertos? No ¿Un tsunami terrible nos ahogó a todos? Tampoco...