Algunas personas se sueltan a llorar. Otras están murmurando, incluso oigo que alguien dice que es hora de emborracharse. Hay otros que se alejan hacia el edificio de 5 pisos para exigir a los militares las respuestas de las preguntas que los carcomen.
Ya he visto esas naves-bolas y también sé varias cosas gracias a Guillermo, así que me mi impresión es menos.
Scott se acerca de nuevo y seguro que está pensando si será buena idea decirme algo o no. Le echo un vistazo y veo que acerca su mano al bolsillo de su pantalón de donde seguro sacará otro cigarro de manera casi automática.
Es lo que hace, se fuma un cigarro a medias en un silencio que continua unos segundos más después de que el cigarro se ha acabado. Ese silencio que es interrumpido por otra voz.
―María.
Al oírlo volteo, viene corriendo y me pongo de pie de un solo movimiento. Sucede un poco rápido cuando me jala enseguida a nuestro cuarto. Puedo ver la cara de confusión de Scott antes de que Guillermo cierre la puerta y deje el fusil a un lado.
―¿Viste las naves?
Es lo único que me da tiempo de preguntar porque entonces él me besa.
No puedo creerlo pero tampoco me detengo mucho a pensarlo. Me está apretando hacia él y luego caminamos entre la habitación, mi espalda choca con la fría pared pero no hemos dejado de besarnos ni un segundo. Es tan delicioso, podría despegar del suelo en ese momento y cuando nos detenemos no se separa mucho y su naricilla está pegada a la mía.
―Me gustas ―confiesa en medio de nuestras respiraciones entrecortadas.
Solo estoy ahí con el corazón latiendo rápido y con inmensas ganas de reanudar el beso. Casi parece leer mi pensamiento porque me vuelve a besar, esta vez es menos pasional, es más tranquilo pero no disminuye la ola de sensaciones positivas que recorren todo mi cuerpo. No me importa nada, tal vez quiero volver a tenerlo de esa manera antes de que algo malo pase, como lo que nos llevó a la primera ocasión, solo que esta vez siento algo fuerte aprisionado en mi estómago.
Sus manos están en mi cabello y no las quita de ahí cuando se separa riendo medio nervioso.
―¿Vas a decirme algo?
―Tú también me gustas, ¿es lo que quieres oír?
―Sí.
Me empieza a desabrochar la blusa lento y yo paso mis manos por debajo de su playera media sudada.
Esta ocasión es más lento, del tipo que podría calificar de tierno. No deja de mirarme a los ojos, solo cuando los cierra al besarme, solo cuando tiene que apartar la vista al besar mi cuello.
Está más fuerte que la primera vez que lo hicimos, supongo que por todo el ejercicio que hemos estado haciendo. Puedo sentir los músculos de sus brazos tensarse mientras sus manos están en mi espalda quitando el broche del brassier y sé más que nunca que los necesito rodeándome.
Quiero tocarlo todo lo que se pueda, para grabar cada pedacito de su piel en la memoria de mis manos que ahora se han vuelto más rasposas a pesar de los guantes que uso para cavar. Quiero recordar su cabello castaño estuvo entre ellas, el picor de la barba que afeita cada dos días, sus hombros, su torso, la parte trasera de sus piernas, sus manos medio callosas.
Me gusta su olor, sus cejas rectas, sus pestañas, sus brazos, su humor, su paciencia, su nariz, su voz, sus pies de dedos largos, su forma de sonreír, sus creencias, el ojo que guiña y el que mantiene atento cuando dispara, su manera de besar en el momento indicado, aunque podría decir que cualquier momento es indicado.
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Propagación
Ficção CientíficaHace exactamente 20 días que dos meteoritos colisionaron casi a la misma hora pero en dos hemisferios diferentes. El primero de ellos llegó a la Antártida. El segundo cayó en Siberia. ¿Hubo muertos? No ¿Un tsunami terrible nos ahogó a todos? Tampoco...