Capítulo 2-30

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Para quienes han reunido los pedazos de sus corazones rotos, se han puesto de pie 
y se han convertido en mejores personas.

***

Hilary hace un esfuerzo por seguirme el ritmo al momento de bajar las escaleras con las que me resbalo dos veces y aun así no suelto los libros para poder tomar el pasamanos.

Choco con la espalda de Lázaro que mira atento a un grupito de personas reunidas en las vías donde solía pasar el metro.

Varias de las personas que también están asignadas a esa estación observan con curiosidad, por allá está Rony, un labrador que sigue a todos lados a Scott, y está olfateando los pies de un hombre con barba castaña que se atreve a acariciarle la cabeza. De repente él alza la vista y me sonríe. Por un momento no lo reconozco, su barba y bigote cubren la parte inferior de su cara y no es el niño Guillermo al que veo, luce mayor que yo.

Siento el más grande alivio, después de tener la cabeza a punto de estallar durante semanas, después de esa presión en el pecho y de la noche de lloriqueos en la que Walter vio mi lado más débil, por fin me siento tan ligera y tan en paz que si un alienígena me matara en este momento, casi podría decir que no me importaría.

Luego de esa hermosa sensación que me produce verlo vivo lo siguiente que siento es vergüenza, tengo el cabello revuelto, la ropa sucia y me echo un rápido vistazo a mí misma. Hay salpicaduras de vómito seco en los zapatos y lo más importante, mi aliento.

Cuando vuelvo a alzar la vista Guillermo ya no me observa, está diciendo algo ante aquel grupo conformado por militares mexicanos y no mexicanos, y alguno que otro científico o civil con dotes de líder.

Los murmullos a nuestro alrededor aumentan, algunos intrigados por aquel grupo de 15 o 20 personas que no les son familiares parecen ser liderados por aquella rubia cuyo nombre es Vivian Radcliffe. Está un poco bronceada y noto que Guillermo también. Dirijo mis ojos a su pierna, pero no se ve nada porque un pantalón medio holgado color beige lo cubre.

―¿Ya viste? ―la voz de Walter a mis espaldas me hace voltear―. Tu novio ha vuelto, seguro que fue por todos los grafittis que dejaste de Texas hasta acá.

―Idiota.

Alcanzo sus costillas con mi codo y él finge que le duele para luego agitar su mano frente a su nariz y reírse.

―¿Fuiste a divertirte sin mí? Eso es traición ―Pasa sus ojos azules hacia Lázaro y vuelve a reírse antes de rebasarnos y saltar a las vías para unirse al grupo. Él la verdad nos cuida a todos, en especial a Hilary, Scott y a mí, siempre y cuando no esté borracho.

Hay más murmullos y preguntadas repetidas. ¿Quiénes son ellos? ¿Ha llegado la hora? Luego, el jefe de nuestra estación ordena que volvamos a nuestras actividades y aquel grupo se dispersa. Vivien y Guillermo intercambian unas palabras y luego ella, que por suerte ni me ve, se va con otro grupo a través del túnel que va hacia el norte.

Guillermo llega de un salto al andén y lo primero que hago es mover los libros a un solo brazo para tocar su barba.

―Te ves diferente.

―¿Diferente bien?

Le respondo con un abrazo y él me aprieta fuerte y no se da cuenta que ha hecho que la esquina de uno de los libros se entierre en mis costillas, pero eso poco importa. Me da un brusco beso en la mejilla y luego me mira medio ceñudo.

―Hueles a alcohol.

―Bebí un poquito.

No estoy segura que se trague lo de "poquito", no quita su cara ceñuda y luego va con Hilary y con Scott que también se ha acercado. Luego de saludarnos a todos y decir que se alegra de vernos, sin prestar mucha atención a Lázaro que por su parte sí que le está prestando atención, se voltea de nuevo a mí con ese aspecto serio y menos soñador que siento que tiene.

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