Siento por un breve segundo la inseguridad de no conocer donde estoy, pero como dura poco ni siquiera me molesto en alzar la cabeza, nada más alargo el brazo y toco las sábanas ya frías del lugar donde ha estado Guillermo.
Debe andar por ahí, tal vez arreglando su casa o alguna de las otras cosas que no tienen remedio porque aunque hayamos vuelto a la ciudad, nuestras anteriores vidas no son ni serán de nuevo.
La noche ha sido cómoda para mí y cansada para él así que no entiendo cómo puede no seguir durmiendo. Yo había esperado en la sala donde él me ordenó aguardar mientras vaciaba todas las cosas mohosas que apestaban la cocina y las que se aferraban a un refrigerador que ya no realizaba su función.
En la sala me quedé dormida hasta que él me despertó para decir que ya había arreglado su cuarto. Era una habitación amplia en el segundo piso con una Xbox por ahí, una gran pantalla por allá, un piano colocado en el extremo de una pared, un plano de la ciudad de México y otro de algún lugar de Alemania y una cama con una colcha azul marino cerca de la ventana. Olía a polvo pero ya no se veía saltar al aire, por lo que supuse que mientras yo tomaba la siesta, él había limpiado también su cuarto.
Estuvimos como media hora en su cómoda y acolchonada cama y acarició mi brazo sin decir nada hasta que me quedé dormida de nuevo y ahora acababa de abrir los ojos para no encontrarlo.
Me estiro y luego observo el techo sin moverme dejando que mi mente analice que Guillermo y yo habíamos dormido juntos sin nada sexual ocurrido, sin que él intentara algo, sin que me besara. Y entonces las suposiciones empiezan a atormentarme, ¿qué tal si la razón de eso es que ha pasado algo con Vivien Radcliffe? Ha estado con ella por seis semanas. Y eso también lo pienso analizando mi propia situación: he besado a Lázaro. Él ha dicho que Radcliffe intentó besarlo y que él no lo hizo, pero no sé hasta qué punto puedo confiar en sus palabras.
Hago una mueca en cuanto lo recuerdo y salgo de la cama dispuesta a interrogarlo al respecto. Ni siquiera me pongo las botas, camino descalza entre el pasillo de duela y casi bajo por las escaleras alfombradas cuando distingo una silueta.
Mis ojos van enseguida a lo que Guillermo tiene entre las manos y mi mente ata cabos al ver cómo lo sostiene. Estoy a punto de decir algo para pedir una explicación, tal vez es su nombre lo que intento decir cuando se oye el disparo.
Ahogó un grito y eso lo distrae un instante antes de que vuelva a fijar su vista hacia la ventana por la que ha disparado. Luego deja el rifle en el piso y toma una pistola que está a su lado para pasar junto a mí tan rápido que es solo una sombra.
Se detiene a mitad de las escaleras y me apunta con un dedo.
―Le di pero quédate aquí.
―¿Qué?
Estoy nerviosa y mientras desaparece de mi vista me acerco temerosa a la ventana, preguntándome si veré a un alienígena muerto. La calle arbolada aparece ante mí y mis ojos inquietos buscan y buscan hasta que veo algo moviéndose con dificultad. No es ningún alienígena pero tampoco es humano, es un desafortunado animal. Más grande que un perro y emite ruidos lastimeros. Veo a Guillermo trotar sin acercarse demasiado y luego disparar una y otra vez hasta que el animal deja de moverse. Y ya veo pero todavía no creo que ha matado a un jaguar. Un jaguar.
Me doy un breve momento de impresión, confusión y luego de enojo hasta notar que Guillermo corre hacia otro lado de la calle donde dos niños pequeños están abrazados.
Decido salir de ahí, tomo el rifle por mero instinto y bajo descalza para luego maldecir unas piedritas que se me entierran en los pies al cruzar el patio. En la puerta negra espero a Guillermo que lleva cargando a un niño, casi un bebé, y con la otra mano sujeta a uno que debe tener unos 7 u 8 años.
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Propagación
Ciencia FicciónHace exactamente 20 días que dos meteoritos colisionaron casi a la misma hora pero en dos hemisferios diferentes. El primero de ellos llegó a la Antártida. El segundo cayó en Siberia. ¿Hubo muertos? No ¿Un tsunami terrible nos ahogó a todos? Tampoco...