Normalidad

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Tardo unos segundos en reaccionar ante su propuesta, no tengo la menor idea de que quiera decir, o quizá la tengo pero no quiero aceptar que posiblemente mi vida cambiará nuevamente y que lo nuestro será algo real, algo a lo cual puedo aferrarme, no solo una ilusión, algo real.
Por un momento me permito emocionarme, ilusionarme con la idea de volver a ser parte de la vida de Christian, pero en seguida un balde de realidad me pega justo en la cara ¿y David? ¿Y mi trabajo? ¿Mi vida en New York? ¿Cómo voy a dejar todo eso en un abrir y cerrar de ojos? Me ha costado tanto llegara donde estoy y no quiero perderlo, pero tampoco quiero perder a Christian y menos ahora que sé que él tampoco quiere perderme.

-¿Ana?-
-Lo... Yo.... No lo sé-
-¿No sabes qué?- puedo ver que Christian está tenso- ¿Acaso no quieres volver? ¿Es eso?-

No tengo respuesta y solo lo miro, suelta mis manos y retrocede poco a poco. Trata de que el dolor no se note pero yo puedo verlo, puedo ver cómo le duele que no le responda nada. A mí también me duele, me duele que yo sea la causante de su dolor, no soporto verlo así.
Cuando está por irse y dejarme sola aquí, lo detengo, le tomo su mano y hago que este frente a mí, nuestras miradas se cruzan; sus ojos están llenos de dolor y los míos espero que reflejen lo que siento: esperanza.

  -¿Qué es lo que tengo que hacer para que regreses?-
-Christian, no es tan fácil. Tengo una vida en New York, tengo trabajo y bueno, pues, tengo novio. ¿Cómo voy a decirle esto?-
-Bien, puedes hablarle desde aquí- me dedica una sonrisa llena de inocencia- o puedo mandar a alguien a que le diga-
-Christian, así no se resuelve todo. Me quedaré aquí los dos días que faltan para mi vuelo y luego decidiré qué hacer ¿estás bien con eso?-
-Esta bien, como tú quieras. Solo quiero tenerte para mí-

Me atrae hasta su cuerpo y en abraza, puedo sentir como respira más tranquilo, me tiene entre sus brazos y no quiere soltarme, quisiera abrazarlo pero sus mismos brazos mantienen inmóviles los míos, así que solo me entrego a su calor, al amor que creo que me está dando.
Cuando por fin me suelta me da un beso, un beso desesperado y yo se lo regresó de la misma manera, estoy desesperada por él, por su amor, por lo nuestro. Quiero quedarme, pero no sé qué hacer con todo lo demás.

  -Vamos a la cama- ¿he dicho eso yo?

Mientras yo estoy desconcertada por la propuesta que le acabo de hacer, él ríe, solo ríe. No creo que sea tan cómico pero oírlo reír me hace reír a mí también.

  -No tiene límites, señorita Steele. Me encantaría ir a la cama, pero debemos comer. Así que anda, vamos-

Por fin me libera de la prisión la cual había formado con sus brazos a mí al rededor. Me da un beso fugaz, empezamos a caminar y voy al frente cuando siento que su mano una de sus manos dándome un ligera nalgada y yo río ante la sorpresa, pero me volteo para saltarle encima pero reacciona a tiempo para tomarme entre brazos, estoy con las piernas en su cintura y mis manos van hasta su cabello, tiro un poco de el, él gruñe me lleva hasta la pared. Me besa con tanta pasión que mi diosa interior estalla de alegría, me pide que siga.
Estoy ansiosa por volver a sentirlo. Pero cuando creo que empezamos a ir a la habitación, me lleva hasta la cocina. Me sienta en la barra y se libera de mi, ahora soy yo quien no está feliz, hago pucheros y él solo ríe.

  -No sea tan impaciente, señorita Steele-

¿Impaciente yo? No, es él quien me provoca para dejarme así.

  -Tienes que comer Ana, solo has desayunado y no está bien. Anda, no me pongas esa cara. Vamos a comer y para que sea más divertido; te haré de comer yo-
-Christian, me sorprendes. No sabía que supieras cocinar-
-No lo sé, pero intentaré-

50 sombras destrozadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora