9

1K 100 9
                                    


No sé si es de noche o de día. Estando aquí es difícil de saber. Así que apagamos las velas cuando la primera persona se duerme, es porque creemos que ya es de noche. Pero, hoy es diferente. Nadie aún se ha echado a dormir. Todos se quedan con sus pálidas y sucias caras mirando a un punto indefinido. Yo miro el fuego. La llama se mueve de un lado a otro. Tranquilidad.

Desde la infinita oscuridad de los túneles llega un sonido, y nos alteramos un poco. Nos tranquilizamos al ver a la pequeña rata salir y volver a entrar a las penumbras. Un par de hombres se ríen y un par de señoras se llevan la mano al corazón. Qué susto.

Y la llama sigue su ritmo. El color y el brillo que emana son tan magníficos que podría contemplarla la noche entera.

Un hombre empieza a dar palmadas con la mano. Todos nos volvemos para mirarlo con atención. Sé la melodía, pero me quedo tranquila. Otro más se le une, luego más. Y el tipo empieza a cantar.

And God knows I'm not dying but I breathe now.

And God knows it's the Only way to heal now.

(Parte de My Blood – Ellie Goulding)

Me uno con las palmas, nunca he cantado, y no lo haré ahora.

Esta es la primera canción que escucho desde que estamos aquí. Estábamos con ocupado con el trabajo que habíamos olvidado las pequeñas cosas que nos hacían felices. Como una buena canción, por ejemplo.

Cuando la canción acaba, se apaga la última lámpara de keroseno y me veo obligada a cerrar los ojos. La melodía de la canción aún está en mi mente cuando me duermo, perdura en mis sueños, y todavía está presente cuando me levanto en la mañana.

Todas las voces unidas, cantando un pequeño pedazo de una canción.

"Y Dios sabe que no moriré, ahora respiraré". Dice la canción.

Ahora Dios parece más próximo a nosotros ahora. Algunos ya perdieron la esperanza de que un Dios nos observe desde la grandeza del cielo. Otros todavía siguen creyendo que Él es quién nos sacará de esto. Mi familia es más del segundo grupo, yo igual.

Es eso una de las razones por la que estamos aquí. Por "aquí" me refiero a vivos. Por "aquí" me refiero a nuestra posición bajo tierra.

Fue una fresca tarde del mes de Junio. Seguíamos encerrados en casa, sustentándonos con lo poco que nos quedaba. Habíamos perdido la esperanza de alguna cura. Así que, cada tarde, nos reuníamos en nuestro sofá a recitar unos rezos al Señor.

Hablábamos en general.

"Cuídanos Señor Todopoderoso", empezaba papá, y nosotras le seguíamos. "Cuida a todos y a cada unos de nosotros. Sé que con tu grandeza y tu poder nos ayudarás a salir ilesos de las sombras". Y el rezo terminaba con un fuerte y claro "Amén".

Y dio resultado al tiempo.

El vecino se apareció en la ventana de nuestra casa con otros dos hombres más. Habló con papá, quien luego nos dijo que Dios nos estaba ayudando.

Había un grupo de supervivientes que se dirigían a la ciudad para trancar las estaciones (que para ese entonces no estaban funcionando) y tomar control subterráneo. Y no dudamos en hacerlo.

Recogimos nuestras cosas lo más rápido que pudimos. Yo me encargué de mi ropa, de algunos medicamentos, de algunas golosinas que ya estaban rancias; pero comestibles.

-No tan rápido. –Dijo en Sr. O'connor.

-¿Qué pasa? –Le preguntó papá, justo delante de él.

-No pueden unirse sin antes dar una ofrenda, algo que nos ayude a sobrevivir.

Y mamá pensó en nuestras reservas. ¡Espera mamá! ¡No tan rápido! Nos habíamos terminado todo. No teníamos más que toda la comida echada a perder y aquellos que estaban empezando a caducarse.

-No nos queda nada. –Le dijo papá.

Y el Sr. O'connor bajó la miraba. "Lo siento".

¡No! No podía hacernos eso. No podía llegar así de la nada, llenarnos de esperanzas, y luego lanzarnos por el vacío sin fin. Eso no es humano. Eso no se le hace a nadie.

Y cuando el hombre se volvió para marcharse, me apresuré a él.

-No puedes hacerlo. No puedes irte sin nosotros.

-Me temo que no puedo llevarlos.

-¡Y una mierda! Nos vamos contigo así no quieras. Vamos a seguirte. O, por lo menos, yo lo haré. Luego, vendré a por mis padres y estaremos todos juntos.

-Kim –dijo mamá-, tienes que entender que el señor O'connor no puede llevarnos.

Y me giré rápido para plantarle un puñetazo en la boca al tipo, pero papá me retuvo.

-¡Kim! ¡¿Qué te ocurre?!

No le respondí porque no sabía qué decirle. Ni yo sabía que me estaba ocurriendo. Esas cosas no son cosas que haría Kim-la-antigua.

-Lo siento. –Tuve que decirle.

Y luego a mamá se le encendió la bombilla. ¡Agua! Teníamos varios galones de agua mineral. ¿Eso contaba? Claro que sí.

Entonces volvimos a tomar nuestras cosas de la entrada de la casa, nos montamos en el auto del vecino y nos dirigimos al centro de la ciudad. Papá delante, con él; y yo y mamá detrás.

-Entonces, ¿ya habías estado con ellos? –Preguntó papá, colocándose el bolso en el regazo.

O'connor asintió.

-Volviste por nosotros. ¿Por qué lo hiciste?

-Los vecinos estamos para eso.

Fiebre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora