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La clase es dictada por una chica.

Tiene una mirada poderosa. Si posa su mirada en ti, sentirás el peso de su ira.

No nos dice su nombre, es más, cuando llega, ni siquiera se presenta con nosotros, los nuevos. Ella nos llama Iniciados. A todos los recién llegados nos llama así.

Nos coloca en una columna y ella se coloca al lado de quien esté de primero.

—No dejen que el arma los asuste. Son ustedes quienes deben asustar a los demás con un arma en su mano.

Lleva un suéter negro con las mangas echadas hacia arriba. Tiene piel morena, y un cabella rojo como llama ardiente. El cabello cae como una cascada de fuera hasta sus hombros.

—¡No quiero niñadas aquí! ¡Ahora podremos llamamos como queramos: bebés, niño o niña de papá! ¡Pero la etiqueta que llevamos, la etiqueta que jamás nos quitaremos es: soldados! ¡Somos soldados ahora!

Ha medida que va lanzando sus gritas de furia, se va acercando a mí. Trago saliva y miro sus ojos café claro. No es hasta que está justo delante de mí, cuando noto a la pequeña que la sigue como una sombra. No está asustada, su mirada tiene está capturada en la confianza con nosotros, y, sobre todo, consigo misma. Lleva un arma en sus manos, y un cinturón donde reposan varios cuchillos.

La chica llega a inicio de la fila, y la escucho gritarle al chico de enfrente.

—¡Qué es lo que estás esperando¡ ¿¡Que venga tu padre a darte su permiso!?

El chico niega rápidamente con su cabeza y prepara el arma. Abre una poco sus piernas, relaja los hombros, y cuando está a punto de presionar el gatillo, la chica lo interrumpe.

—Es tu primera clase, estás nervioso, lo sé, hasta yo lo estaba. Pero es tu primera prueba, y tienes que poner de ti para no parecer un idiota. ¡No relajes tus hombros!

Ahora me pregunto, ¿cómo es que sus gritos no se escuchaban hasta la ventana de mi habitación?

Tiro la vista hacia el chico de ahora hombros erguidos. Sus piernas tiemblan, es muy notorio. La lugger en su mano no es fija, sino que el cañón se mueve involuntariamente. Coloco el dedo en el gatillo, y éste retrocede con fuerza. El sonido desgarra el silencio que habíamos creado por observarlo. La bala traza la línea entre él y la figura humana a más de ocho metros de distancia. El brazo del blanco apenas de mueve, incluso siendo allí donde ha dado la bala.

Quien le sigue es una chica. Ella sí se nota más segura, toma el arma, la levanta, dobla un poco su cuello, y allí está el disparo. La bala ha dado en el centro del pecho de la figura.

—Es más difícil de lo que parece. —Me dice el chico de atrás, el primero en pasar.

—Creo que lo hiciste bastante bien, tomando en cuenta que tenías el peso de su mirada en ti. Yo me habría rendido de inmediato.

Él sonríe de lado y sus ojos se achinan un poco. Me da dos palmadas en la espalda y luego añade:

—Lo harás bien.

Doy un largo respiro y le respondo con un:

—Eso espero.

Y de verdad lo espero.

Cuando la fila avanza, me pierdo un poco, y de pronto, estoy delante de todos, con la lugger entre mis manos, apuntando hacia el suelo.

Echo la mirada atrás y el chico levanta los pulgares. Al observarlo, me lanza una mirada de "Lo harás bien".

La chica al mando se para a mi lado y me observa. Mi corazón parece acelerarse un poco. Respiro profundo, tengo que estar concentrado.

¿Cómo es que puede hacerlo? ¿Tanto odio hay dentro de ella?

—Veamos lo que tienes. —Dice sin yo esperarlo.

La tensión aumenta. Otra mirada rápida y luego ya tengo el arma preparada, lista para hacer su trabajo.

La pequeña que se esconde me mira, y cuando nuestros ojos se encuentran, ella me sonríe. Al final de primer segundo, siento una sensación en el pecho, al inicio de siguiente segundo, mi dedo presiona el gatillo; el sonido me ensordece, dejándome un pitido constante, y al tercer segundo, la cara de la figura al final del claro, estalla en pedazos.

Dejo caer mis hombros. Había estado aguantando la respiración, ahora lo noto.

El chico detrás de mí aplaude con fuerza, y luego, siento cuando me palmea la espalda nuevamente. Sonrío.

—Nada mal.

¿¡Nada mal!? ¡Ha sido una locura!

La clase se termina un rato después, luego de que el último chico hiciera un desastre. La presión del arma hizo que él perdiera fuerza en los brazos, así que la lugger aterrizó en su nariz y le causó un sangrado leve.

Cuando la mayoría se va, y quedamos los que aún recogemos nuestras cosas, noto a la chica que nos entrena rondando cerca de las figuras. Ha de estar revisando la precisión de cada uno. Mete su dedo índice en uno de los agujeros y la saca al segundo para limpiarlo en su suéter. La pequeña sigue con ella, esta vez, juega con un cuchillo. Lo gira en el aire, tres giros y aterriza en su mano tal y como estaba.

—Sinceramente que ella empezaría su clase, no lo sé, de una manera distinta. No se presentó, ni dijo nada. —Dice Luvian. El mismo chico que estaba detrás de mí en la formación.

—No creo que sea necesario hablar cuando se trata de armas.

Y llega su voz desde todas partes. Me giro rápido sobre mis pies para encontrarme con su mirada que me desarma interiormente.

—Pero, debería haber teoría aquí. —Replica el Luvian.

—No aquí. No hay nada que decir. ¿Cuándo ha habido algo que decir? —Dice ella, y yo me aparto, colocándome al lado del chico—. No tiene ciencia explicarlo —empieza después—, el conocimiento que es practicado es aquel que perdura.

Y tiene razón. Tiene tanta razón que sonrío sin querer hacerlo. Ella me mira y apenas sus ojos se calman.

—Soy Fire —se presenta—, ella es mi hermana, Zelda.

Su nombre es como un presagio a su cabello rojo intenso.

Y no dice más, toma a Zelda por la mano y ambas caminan al portón que lleva a la calle principal.

—¿Quién se llama Fire en este mundo? —Pregunta Luvian.

—Pues ella, tonto. ¿Acaso no la escuchaste?

Le doy una palmada en la espalda, y soy yo el que se va.

Miro a Kim sentada en la entrada del edificio. Tiene las piernas estirada y cruzadas. Luce como una niña. Y pienso que, tal vez, esa sea la Kim antes del desastre. También sonríe, mirando al indiferente cielo azul ribeteado de nubes esparcidas. Pero, en cuando me dispongo a acercarme, su risa desaparece y un chico se planta delante de ella.

Me paralizo.

Fiebre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora