Capítulo Veintinueve.

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KIM

Hay una mujer mirando a través de la ventanilla que está en la puerta de la habitación de cuarentena. Es la Dra. Ross. Ha estado allí durante cinco minutos enteros. Ella no sabe que yo la estoy viendo. Pega su frente al cristal, luego baja la mirada para hacer algo que no logro ver. La ventanilla apenas da con su rostro. Cuando levanta la mirada, mira hacia el espejo, y, por un segundo, siento que hace contacto visual conmigo. Una mirada fría como una tormenta de nieve.

Cuando se va, vuelvo a mirar a papá, y luego, me pregunto por qué estoy aquí, contemplando su cuerpo empeorar. Bueno, en realidad no hay ningún cambio en él. Está justo como ha estado antes. Sin embargo, sé que está enfermo.

Son cosas que hay que lograr entender, incluso si no tienes la mínima idea como cómo funciona el asunto.

Por suerte, yo lo sé.

—Él sabe que estamos aquí, mirándolo a través de ésta cosa. —Comenta Marcos, luego de un rato de silencio.

Me vuelvo para mirarlo a los ojos.

Ha estado aquí conmigo en los momentos en que puede. Al despertar, luego de su práctica, luego de darse una ducha. Y en los momentos de las tres comidas del día, es cuando se acerca mamá con un tazón humeante.

—¿Cómo lo sabes?

Levanta los hombros. No está seguro de lo que dice, nunca lo ha estado. Baja la mirada y frunce los labios.

—Tiene que ser de ese modo. Él lo sabe, las personas lo saben.

Hay algo en su voz. ¿Tristeza, cansancio? No es éste Marcos al que yo conozco.

—¿Qué ocurre? Has estado algo... Distante desde la última vez que estuviste aquí. Estás aquí, pero no estás aquí, ¿entiendes?

Levanta los hombros como si no tuviera idea de lo que digo. Sé que tiene algo.

—¿Qué ocurre? —Vuelvo a preguntar.

—Siento como que algo ha cambiado, Kim.

Al otro lado del cristal, papá levanta una mano para limpiarse un poco los ojos. Es el primer movimiento que hace en un rato. Seguro se ha despertado de una siesta. Jamás ha dormido tanto. Bueno, tampoco hay mucho que hacer cuando estás conectado a maquinas y sin poder levantarte ni siquiera para ir al baño.

—¿Las cosas están cambiando? ¿A qué estás refiriéndote?

Levanta la mirada para verme a los ojos.

—La Dra. Ross me habla como si no supiera lo que es el respeto. Como si me conociera mejor de lo que finge saber.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Es como que me conoce, ya sabes, desde antes de yo haber llegado aquí.

—¿La habías visto antes?

Niega con la cabeza y se restriega los ojos. Vuelve a negar. Hay cosas que no tiene en claro.

—¿Y por qué dices eso?

—Me encontré con ella el día en que tu padre entró en esa habitación. Me dijo que le dijera las cosas que yo sabía. Le dije que yo no sabía nada, que tú no me habías dicho nada. Me ha estado tratando diferente. Ya no es la misma mujer que conocí el día de la primera revisión, ahora me mira como si yo conociera todo. ¿Y si es que cree que yo soy un infiltrado?

Fiebre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora