CAPÍTULO 2.

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—Calla niña —escuché a una enfermera a mis espaldas

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—Calla niña —escuché a una enfermera a mis espaldas.

Me acostaron bruscamente sobre una camilla y descubrieron mi espalda, sentí un líquido frío que una de ellas frotó sobre mi espalda y poco después una fuerte punzada.

—Eso debe ser suficiente como para callarla —dijo esta vez una enfermera más anciana y supuse que era Julia.

Se rieron las demás y pronto sentí mareos y mi vista se nubló.

—Dale la vuelta y átala, tú ve a por las sanguijuelas.

Dos de las enfermeras me dieron la vuelta bruscamente y colocaron correas de piel, en mis muñecas y tobillos para que no me zafara.

—Bien, ahora abre la boca si no quieres cortarte la lengua —dijo la misma enfermera de hace un momento.

Bruscamente abrió mi boca y metió en ella una pequeña venda pegajosa.

—Aquí están las sanguijuelas señora —dijo la más joven.

—Ahora a colocárselas.

Colocaron unas cuantas en mis brazos, piernas y pecho, sentía como si un millón de agujas atravesarán mi piel, deseaba hablar y decirles que pararán, pero no podía, aquella sustancia que me habían inyectado hace unos minutos en mi espalda me había dejado débil y aturdida, veía muy borroso y todo me daba vueltas, estaba a punto de desmayarme pero antes de hacerlo logré escuchar algo que dijo una de las enfermeras.

—Bien, con eso será suficiente, ahora llevenla con el doctor Barbosa.

Y eso fue todo, después mi vista se nubló completamente.

Al despertar me asusté un poco ya que aún no veía del todo bien, traté de incorporarme pero una fuerte punzada en mi brazo derecho no me dejó y me recosté de nuevo

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Al despertar me asusté un poco ya que aún no veía del todo bien, traté de incorporarme pero una fuerte punzada en mi brazo derecho no me dejó y me recosté de nuevo.

—Con cuidado señorita Darling, podría lastimarse —dijo un hombre sentado en una silla al lado de mí, no podía ver mucho pero supuse que era algún doctor.

—Quizás su vista aún este un poco mal por el analgésico, pero en un momento podrá ver mejor.

Y así fue poco a poco mi vista mejoró y ahora pude ver que me encontraba en la enfermería y tenía una aguja sobre mi brazo derecho que conducía suero a mi cuerpo.

—Doctor Barbosa...

El volteó al instante y me observó, se levantó de su asiento, revisó el suero y después mi pulso.

—Parece estar en buen estado, y ¿Cómo se encuentra señorita Darling?

—Me duele todo el cuerpo y llámeme Wendy, me siento demasiado mayor cuando me llama señorita Darling.

—Lo siento, bien y en cuanto a su dolor, se debe a las sanguijuelas y por cierto, las enfermeras me han dicho que de nuevo te has puesto agresiva, ¿Alucinaciones tal vez?

Respiré hondo y baje mi vista ya que no podía verle a los ojos ahora, no sabía que responder ya que si le decía la verdad me quedaría más tiempo aquí, así que guardé silencio.

—Wendy... si no me dices la verdad te afectará mucho —dijo en tono de advertencia.

—Pero no son alucinaciones, él es real, todo aquello es real y yo lo vi aquí.

—Me temo que no Wendy, el haber visto algo, fue producto del analgésico y dime ¿Fue Peter de nuevo o esta vez fue Campanilla?

—Era Peter —dije casi en un susurro.

—Bien, te quedarás esta noche aquí Wendy, mañana vendrán a cortar tu cabello de nuevo.

Al escuchar eso me sobresalté, ya que si querían hacerlo solo significaba una cosa, electrochoques.

—Pero... usted me prometió que ya no habría más de eso —dije con la voz cortada y unas lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.

—Te dije que si daba buenos resultados lo dejaríamos, pero al parecer sigues igual Wendy.

—Pero no estoy enferma él es real, el país de Nunca Jamás es real, por favor, no de nuevo —esta vez me encontraba llorando.

—Lo siento, pero si paramos empeorarás, solo bastan tres más y estarás mejor.

Solo asentí ya que las palabras no me saldrían.

—Tus padres dejaron esto para ti Wendy, feliz cumpleaños.

Me extendió un pequeño oso de felpa, pero al ver que no lo recibía lo colocó a mis pies.

—Doctor, ¿Cuánto tiempo estaré aquí?

—Tus padres dijeron que ocho años, pero si todo sale mejor solo serán siete y por lo que veo ha pasado un año desde que llegaste aquí Wendy, así que solo serán seis años.

Me sonrió, se acercó a mí, me sacudió el poco cabello que tenía en forma de cariño y salió de la habitación.

—Feliz trece años para ti Wendy —dije en voz alta para mí, me acomodé para no lastimar mi brazo por la aguja que se encontraba en mi brazo y pronto caí rendida entrando en un profundo sueño.

Remember WendyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora