Alguna vez te preguntaste, ¿Qué paso con Wendy cuando Peter se marcho?
Wendy no olvido a Peter, siempre le recordaba e incluso escribía las aventuras que había vivido en el país de nunca jamás, para que no se olvidase, ya que uno de sus sueños era e...
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El dolor recorría mi cuerpo y cuando pude despertar el sol ya se había ocultado.
Apenas y se podía ver el suelo viejo y desgastado de madera por los pequeños reflejos que la luz de la luna llena me brindaba. Me levanté con cuidado ya que debido al golpe estaba adolorida, confundida y podía desmayarme en cualquier momento y era lo menos que quería ahora, solo quería encontrar la manera de salir de aquí, pero al parecer la única forma era volando.
El barco se encontraba varado en una especie de cueva con grandes picos de rocas que travesaron gran parte de éste que crujía por las olas del mar que se estampaban, el barco crujía al igual que al caminar parecía bastante inestable pero por alguna razón permanecía en su sitio y no se movía. El olor a agua salada inundaba mis fosas nasales al igual que el olor a madera mojada, pero no eran molestos aquellos olores si no exquisitos. Recorrí la cubierta del barco y una melodía, con un tono agrio que iba al compás de un golpeteo, al parecer de un metal chocando con las teclas del piano y parecía no tener fin.
Me acerqué al lugar de donde provenía aquella melodía con sigilo, ya que puede que aún alguien esté habitando este viejo barco y se moleste al verme de polizonte. Subí las pequeñas escaleras de madera que llevaban al camarote del capitán, rápidamente llegué a una puerta que tenía grabado con letras cursivas de color dorado Capitán James Garfio apenas y era visible ya que al parecer habían intentado borrar su nombre. Empuje la puerta con cuidado, que estaba entre abierta pero no había nada, solo una gran silla y frente de ésta una gran mesa repleta de monedas de oro junto con todo tipo de piedras preciosas, pero no había nada además de un viejo piano que ya no tenía todas las teclas y el color de la madera se había ido.
Pero no había nadie, supuse que había sido mi imaginación o algún vago recuerdo de mi madre cuando solía tocar el piano por las noches junto a la chimenea. Me acerqué al piano hasta sentarme sobre el banquillo de madera, acaricie las teclas y toque unas cuantas al azar, el sonido hizo eco en la pequeña habitación pero poco a poco se disolvió.
Me levante dispuesta a salir de aquella habitación y marcharme, aún tenía un poco de polvillo, solo tenía que usar un recuerdo feliz que durara lo suficiente para llegar a encontrar a Peter.
—Wendy...
Me sobresalte al escuchar que alguien me llamaba, con sigilo me di la vuelta pero no había ni un alma. Pero aquella voz se siguió escuchando, la seguí hasta que me topé con un espejo cubierto con una gran manta que alguna vez fue blanca pero con los años se había opacado.
Retiré aquella manta y pude ver aquel gran espejo con más detalle. Pero no reflejaba la realidad, se podía ver en el reflejo la misma habitación pero como nueva y aquella melodía subió de tono poco a poco haciendo eco en la habitación hechizandote en el acto por su hermosa melodía que provenía de aquel reflejo. Acerqué mi mano hasta apenas y tocar el espejo con mis dedos. Atravesé al otro lado y sin aviso caí en seco al suelo, quedando mi cuerpo completamente tendido sobre el éste.
—Wendy Darling... cuanto tiempo.
Alcé mi vista de inmediato y me encontré con aquel pirata que llevaba el torso desnudo, en sus brazos se podían ver algunos tatuajes y aquel garfio en su mano derecha que estaba sujeto con una especie de guante que se sujetaba hasta su hombro, su rostro se veía cansado debido a unas enormes ojeras, tenía una barba muy bien cuidada pero lo que llamó mi atención fueron sus ojos, de un penetrante color celeste que me dejaron sin palabras al verlos. A pesar de que estaba sola y llevaba una espada sujeta a su cintura no me dio miedo, si no, fascinación.
— ¿Cómo es que sabes mi nombre?
Aquel pirata me observó sorprendido, pero sin embargo me tendió su brazo donde tenía el garfio, lo tome con cuidado y me ayudó a ponerme de pie.
—Me sorprende que no me recuerdes, soy James Garfio, el capitán del Rayo Negro. Este magnífico navío... o lo que queda de el —dijo con melancolía mientras caminaba de vuelta al banquillo del piano, donde volvió a sentarse. Pero solo acaricio las teclas de éste.
— ¿Qué le paso a tu navío?
—Peter Pan... ese niñato insolente al regresar de Tierra Firme el polvillo de hada que envolvía mi navío dejó de hacer efecto y el barco cayó, en el acto se estampó aquí y ahora lo usa de escondite para sus tesoros que fueron míos alguna vez.
—Debes estar mintiendo, Peter no es así, él es...
— ¿Encantador? ¿Amable? No sabes nada de él Wendy Darling, Peter no es lo que parece —me dijo mientras volvía a tocar aquella melodía, aquel sonido metálico era el sonido de su garfio al chocar contra las teclas.
—No es así.
—Sí, lo es. No puede amar, es parte del enigma de su existencia.
El dolor en mi pecho apareció, al igual que las lágrimas y aquel dolor en mi cabeza. Mis ojos se cristalizaron e imágenes de recuerdos incompletos llegaron a aparecer. Garfio me observo con una sonrisa burlona, tomo una copa de caracola que se encontraba sobre el piano, la alzo con la mirada aún puesta en mí y le dio un trago.
—Veo que has conocido a Barbosa, tienes su marca en la espalda, un mal nacido que siempre odie, demasiado pretencioso.
—Por favor, guarda silencio...
—Parece que no os habéis llevado bien y te ha tratado mal, algo que suele hacer, inyectarles aquella sustancia roja llena de tristeza, decepción e ira. Es letal en el acto y al aplicarse duele como los mil demonios... te lo dice alguien que sufrió sus efectos —me dijo lo último en un susurro.
Me quedé petrificada, incluso mi respiración comenzó a cortarse y solo le observaba, mis lágrimas salían sin más.
—Primero olvidas, después un vacío aparece acompañado de una sensación horrible, todo perece a tu alrededor junto con un dolor insoportable justo donde se aplica...
—Basta, no sigas.
Se acercó con pasos lentos hasta mí, sin borrar aquella sonrisa.
—Dime Wendy, ¿cómo se siente el haber crecido?
—¡Callate!
Lo golpee y un estruendo se escuchó, mis oídos sangraron y unos cortes en mis nudillos aparecieron debido al golpe, se escuchó como todo a mi alrededor se fracturaba poco a poco. Los pedazos de cristal hicieron cortes en mis brazos.
Lo poco que había quedado atrapado en aquel espejo de Garfio, había perecido.