CAPÍTULO 12.

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Habían pasado un par de días, mi madre había mejorado un poco aún seguía pálida y sus sonrojadas mejillas se habían ido, todo en ella había cambiado a excepción de su personalidad, que es lo que la destaca. Sigue sonriendo como nunca y ama su jardín, ahora está la mayoría del tiempo ahí.

Me encontraba en mi habitación escribiendo en aquel diario. Siempre lo hacía cuando estaba feliz o triste, ya que es mi más grande confidente.

— ¡Wendy! —se escuchó un grito desgarrador en el piso de abajo.

Me asusté al principio a tal grado que solté mi diario y este se estampo contra el suelo. No reaccioné hasta que lo escuché de nuevo.

— ¡Wendy! ¡Ven deprisa!

Me levanté de mi cama y corrí escaleras abajo, iba tan rápido que en el último escalón mi tobillo se dobló, pero debido a la adrenalina no me dolió mucho y cogie hasta la sala. Pero me asusté aún más al no ver a mi madre.

— ¡Madre! ¡¿Dónde estás?! —grité.

No recibí respuesta, lo cual me asusté aún más, comencé a sudar y sentí como mi respiración se aceleraba. Por instinto me dirigí al jardín en donde se encontraban los rosales color blanco que mi madre amaba, había una figura tumbada en el suelo al lado de estos y corrí hacia aquella figura temiéndome lo peor.

Remember WendyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora