CAPÍTULO 33.

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Pensé que no volvería a sentir dolor, pero lo hice y de alguien que jamás creí que me lastimaría

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Pensé que no volvería a sentir dolor, pero lo hice y de alguien que jamás creí que me lastimaría. De nuevo mi cuerpo dolía, sentí como despertaba poco a poco y cuando lo hice por completo me arrepentí por un momento al haberlo hecho ya que mi cabeza me dolía como si me hubiesen golpeado con un barra de metal miles de veces.

Abrí mis ojos poco a poco esperando a encontrarme con la luz del sol que se colaba por las mañanas en la casa del árbol, pero con lo único que me  encontré fue con obscuridad. Recostada sobre el suelo que estaba cubierto con hojas secas, me removí incomoda al sentir la sensación de éstas sobre mi piel, trate de incorporarme pero al hacerlo una ola de dolor invadió mi cuerpo por completo haciéndome caer, escuché como crujía el suelo algo que me extraño bastante así que con mis manos removí las hojas que se encontraban en el suelo hasta formar un circulo que dejaba a la vista un suelo de madera. Aún seguía en la casa del árbol, pero de alguna manera me encontraba en una habitación bastante aislada de ésta, donde no había más que obscuridad.

No había una sola ventana, ni hueco por donde entrase la luz era imposible salir de aquí, de pronto sentí como me asfixiaba y como mis ojos picaron para después darle paso a mis lágrimas, me deje caer en el suelo devastada porque ya no quería que doliera, quería simplemente desaparecer porque no tenía a donde ir, tanto aquí como en Tierra Firme dolía.

Un apenas audible tintineo me distrajo de mis pensamientos, me levanté del suelo feliz al reconocerlos, era Campanilla, pero no la veía por ningún lado y seguí caminando alrededor de aquella habitación pero lo a volví escuchar aún más fuerte y me detuve, estuve a punto de pisarla y la luz dorada que solía irradiar era apenas visible, tintineaba apunto de apagarse. Me arrodille a su la lado pero al intentar tomarla con delicadeza entre mis manos ésta negó y se alejó asustada de mi pero estaba tan débil y es tan diminuta que apenas se movió tres centímetros.

—Campanilla déjame ayudarte.

Pero ésta simplemente me ignoró y negó con más fuerza, pero aún así le ignore y la tome con suma delicadeza, pude ver que tenía un hala rota, su diminuto trajecito verde estaba sucio y no llevaba aquel distinguido moño sobre su cabeza, se encontraba despeinada.

—Peter... ¿te ha hecho esto?

Al principio se negó, pero después asintió para desmoronarse en un llanto apenas audible y se restregó sus lagrimitas con sus manos, le acaricié con delicadeza su cabecita con uno de mis dedos y ésta solo me dedico una sonrisa hueca. Caminé hasta la esquina de la habitación aún con Campanilla entre mis manos y me recosté en ésta pegando a mi compañera a mi pecho, después de todo nos tenemos la una a la otra.

Pronto la temperatura comenzó a bajar de una manera desenfrenada que me calo hasta los huesos y no había nada en aquel lugar con que cubrirme, mis dientes crujían y barios espasmos invadieron mi cuerpo, sentí como Campanilla temblaba en mis manos, traté de hacerla entrar en calor, la cubrí un poco con mi camisón, pero su luz cada vez era menos visible y parpadeaba más rápido.

—No te apagues Campanilla...

La noche había caído sobre Londres, el cielo estaba lleno de estrellas, la luna llena estaba en lo alto, la brisa helada entraba por la ventana haciendo ondear las cortinas blancas de seda.

Mi madre llevaba aquel hermoso vestido color rosa que solía usar en las fiestas de gala, minutos antes nos había arropado y ahora prendía las lámparas de gas con suma delicadeza y una vez que termino deposito un beso en las mejillas de mis hermanos de buenas noches y al final en la mía, acaricio mi mejilla para después caminar decidida hacia la salida de nuestra habitación pero una dulce vocecita la interrumpió.

Mamá... ¿nos sucedería algo si las lámparas están encendidas? pregunto Michael un poco asustado.

No, son los ojos que deja una madre para cuidar de sus pequeños dijo con dulzura.

Aquel recuerdo invadió mi mente y me hizo despertar regresando a la realidad, a aquel horrible lugar, deseando estar de regreso en Tierra Firme con mi familia. Pero ahora ya no somos una, mi madre murió, John imita la fría personalidad de mi padre y éste se ha hecho más severo, el único que valía la pena era Michael, que seguía siendo inocente, no había sido corrompido aún por la sociedad de los adultos. Recordar todo aquello volvió a inundar mis ojos con aquellas lágrimas, últimamente no hacía más que llorar, pero es que las cosas horribles aquí no dejan de pasar y cuando crees que estas a salvo simplemente es una sensación falsa.

Sentí algo helado entre mis manos como un diminuto hielo y mi corazón se disparó al recordar que tenía a Campanilla entre mis manos, su luz se había apagado casi por completo.

Estaba helada, sus ojos se habían cerrado y aquel tintineo había cesado.

—Campanilla no te apagues... por favor —solloce.

Suplique y la cubrí aún más con mi camisón frotando delicadamente mi mano sobre ella para hacerla entrar en calor. Pero todo aquello fue inútil porque su luz se extinguió por completo, Campanilla había muerto.

La dejé con delicadeza sobre el suelo y la cubrí con las hojas secas, no podía creer que Peter le haya hecho eso a Campanilla, golpearla hasta casi matarla, pudo haberse salvado pero simplemente murió de tristeza y en cuanto a mí, que me había golpeado para dejarme inconsciente y tenerme de prisionera aquí, solo para que no le olvidara, pero muy en el fondo sabía que algo mal estaba pasando con él porque no era mi Peter el de mis sueños, éste Peter era el de mis pesadillas. 

Remember WendyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora