#1. Padres y divorcio

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Capítulo 1

SOPHIE

―Esto no puede seguir así y debes cambiar eso―dijo mi madre.

Una vez más me encontraba sólo escuchando sus palabras tratando de modificar mis actitudes. Veía cómo se movía de un lado a otro de la habitación mientras guardaba la ropa en la maleta. Mis oídos ya no se focalizaban en sus palabras ya que mi mente viajaba e imaginaba la nueva vida que nos esperaba en Reino Unido.

Mis padres acababan de divorciarse y todo ese asunto llevó a que mi madre decidiera mudarnos de esta casa a la cual refirió como la de sus "pesadillas". Le diríamos adiós a California y hola a Londres. Sonará raro porque en la mayoría de casos el hijo se pone mal pero estoy aliviada. Todas esas noches de esconderme en mi habitación a escuchar música con los auriculares para tapar los gritos habían terminado.

Una vez que mi madre terminó con su sermón y hacerle creer que había escuchado todo bajé a comer algo en la cocina. Abrí la heladera y miré por algunos segundos. No había nada para comer. Mi estómago no rugía como otras veces pero lo que sentía era ansiedad y no específicamente hambre. Toda mi vida la lucha con mi peso fue algo pesado de sobrellevar. La genética de mi padre había dominado en mí y tenía que cuidarme para estar bien con mi cuerpo. Cuando son estos casos, la lucha nunca termina si no que siempre te persigue de por vida. Podría pasar los años pero nunca me sentiría conforme con mi cuerpo.

― ¡Sophie! ―gritó mi madre bajando las escaleras intentando llevar las maletas.

No contesté y me apresuré para ayudarla.

― ¿Tienes todo? ―ella preguntó y asentí―. Muy bien, despídete de tu padre. Es hora de irnos ―una sonrisa asomó por su rostro.

Me dirigí a la sala de estar para encontrarme con mi padre y rodé los ojos al ver la programación que estaban pasando en el televisor. Cocina. Una de las tantas razones por la que mi madre no soportaba más su matrimonio. Parecía que era la mujer de la relación en vez de hacer cosas de hombre como cambiar un foco quemado o cosas por el estilo. No es que estuviera en contra de los hombres que les gustaba la cocina pero él no hacía ni una cosa ni la otra. Mi madre terminó de abrirme los ojos en cuanto a sus actitudes y ahora con diecisiete años podía entenderla perfectamente.

―Ya es hora de irme―hablé llamando su atención.

Se puso de pie y me abrazó por un rato. Le devolví el gesto aunque siempre era más cariñosa con mi madre. La leyenda de que la hija quiere más al padre en mi familia no se aplicaba.

―Ten un buen viaje, hija ―sus ojos me miraban brillosos.

Por favor, no llores.

―Sabes que puedes hablar conmigo cuando quieras y venir de visitas sin necesidad de que sea en tiempo de vacaciones.

Sonreí ya que no sabía qué decir. Se había arreglado que pasaría el verano con él pero todo podía cambiar con el correr del tiempo.

Nos abrazamos una vez más y mis labios forzaron un te quiero para dejarlo con una sonrisa en el rostro. No se trataba de que no lo quisiera pero en los últimos días nuestra relación como padre e hija había empeorado. Ya no me callaba como antes y tenía las mismas actitudes que mi madre o peor. A veces, tenía mi carácter.

El Sol ya se estaba escondiendo por detrás de los edificios y la noche comenzaba a apreciarse. Las ventanas del taxi en el que íbamos eran bastante grandes como para apreciar la vista. La música era de una década anterior pero me gustaba. Tenía ese gusto peculiar que había heredado de mis padres y me sentía orgullosa de eso. Me gustaba la música de mi generación pero no dejaba de apreciar esas canciones que habían hecho historia en el mercado musical.

Al llegar al aeropuerto, mi madre se encargó de todos los trámites. Era mi primera vez en un avión ya que no había tenido la oportunidad de viajar antes en mi vida. Mi padre siempre había dicho que era caro viajar mientras que mi madre sabía que lo podíamos hacer tranquilamente ya que no teníamos problemas económicos. Ese tipo de peleas era una de las más repetitivas y era en ese momento que deseaba ser grande y tener mi dinero para viajar por el mundo si yo quisiera.

― ¿Emocionada por Londres? ―me preguntó mi madre tocando mi pierna.

Mis pies jugaban en el aire al no llegar al piso porque el asiento era alto con respecto a este último. Ella sabía que mi sueño había sido siempre viajar allí. Sin embargo, el pensamiento de ir en estos momentos estaba medio grisáceo ya que no se trataba de un viaje de placer si no para recomenzar nuestra vida. Todo eso le sacaba un poco de emoción.

―Un poco―contesté sincera.

―Será grandioso, ya lo verás. Recuerda que siempre hablamos de que debes ser positiva en esta vida ―su maldita sonrisa no abandonaba su rostro.

―Lo sé.

―Último llamado para el vuelo 1125 ―habló la voz por el parlante.

Ambas nos levantamos de nuestros asientos y nos dirigimos a la cola para embarcar. Mi estómago se tensó un poco camino al avión. Sentía nervios y miedo de vomitar cuando éste despegara aunque no era de ese tipo. Saludamos a la azafata que mostraba una gran sonrisa que no lograba entender cómo no le dolían las mejillas de estar así. Cuando encontramos nuestros asientos, nos colocamos en cinturón para estar listas para el despegue. Nos dieron un aperitivo como entrada ya que era hora de cenar.

―No debes tener miedo ―dijo mamá sosteniendo mi mano y nos miramos mientras hablaba la voz del piloto por los parlantes del avión.

Reí de nervios y suspiré. Sentí cómo el avión despegaba y cómo mis oídos se comenzaban a apunar por la presión a medida que subíamos de altura. Luego, sentí que el avión se estabilizó y ese cosquilleo de nervios desapareció al igual que la molestia en mis oídos.

―Ahora, descansa. Tenemos un largo viaje ―habló colocándose los auriculares que brindaba el servicio cerrando sus ojos. 



Unknown World||H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora