Capítulo 34

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—¿Quién sabe? Con Dulce puede tratarse de cualquier cosa. Aún me acuerdo de aquella vez en que una clienta vino a verme —aún recordaba la expresión que los celos le otorgaban a su cara. Le hacían parecer incluso más sexy—. Dormí en el sofá durante una semana hasta que la convencí de que no había nada entre nosotros. Le dije que aunque aquella mujer se pusiera frente a mí en cueros, jamás sucedería nada porque yo sólo la amaba a ella.

Después de aquello, tuvieron la mejor noche de sexo que jamás recordaba.

¡Maldita sea! Quería recuperar a su mujer.

—Hacerte dormir en el sofá es algo muy propio de Dulce, pero la amnesia no lo es.

Ucker asintió de mala gana.

—Quizá tengas razón, pero si es así, Chris, ¿cómo voy a hacer para que me recuerde?

—¿Las fotos de la boda no han funcionado?

—Los reconoció a todos, pero no al evento en sí. Y tampoco a mí —frustrado, se frotó el rostro con las manos—. Yo sólo soy el hombre que le sostiene del brazo y que dice ser su marido.

Para él, no era fácil admitirlo, pero ahora estaba más unido a Chris y a Poncho de lo que lo había estado con ninguna otra persona.

—¿Y si nunca llega a recordarme?

—Eso no va a suceder —le aseguró a Ucker—. Mira, hasta que tú llegaste, Poncho y yo estábamos convencidos de que Dul nunca se casaría. Pensábamos que no había nadie capaz de aguantar a su lado más de tres minutos después de haberla desposado. Tú lo has superado con creces. Nunca la hemos visto tan feliz con nadie y, créeme, ha tenido muchos pretendientes. A la mayoría de ellos ni siquiera les prestaba atención. Tú fuiste el único que supo vencer su resistencia porque fuiste constante.

Christian pronunció la última frase muy despacio, haciendo que cada una de sus palabras reforzara sus sentimientos.

Ucker lo miró.

—Muy bien, Chris, ¿en qué estás pensando? Me parece estar viendo humo saliendo de tu cabeza.

Christian esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

—Cortéjala.

Ucker miró a su cuñado como si éste se hubiera vuelto loco.

—¿Qué?

—Cortéjala —repitió Chris—. Haz lo mismo que hiciste la primera vez. Funcionó entonces, así que, ¿por qué no iba a hacerlo ahora?

—¿Cortejarla? —repitió Ucker sin poder creérselo—. Eso es ridículo, Chris. Es mi mujer, no mi novia.

—Pero ella tampoco se acuerda de eso —señaló Christian—. Además, no hay nada malo en cortejar a la mujer de uno.

Esposos y Otros Desconocidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora