Capítulo 6

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-Pues sigue intentándolo -le dijo Christopher. A pesar de que no perdía los nervios con nadie más que con Dulce, el desafortunado incidente le había hecho perder la paciencia.

Dulce pareció reponerse de repente ante tal ofensa.

-Eh, para de gritarle a mis hermanos ¿Quién demonios te crees que eres?

-¿Qué? -Christopher la miraba, incrédulo. ¿A qué estaba jugando ahora?

-Te he preguntado quién eres.

Christopher, que seguía mirándola fijamente, pareció hundirse. -¿A qué te refieres? ¿Quieres saber quién soy?

Además de beligerante, ¿era también sordo?

-Eso es -Dulce repitió lentamente la pregunta-. ¿Quién eres? ¿Eres amigo de Christian?

No tenía ni idea de a qué estaba jugando, pero después de darle el peor susto de su vida y estar aún un poco traumatizado, le siguió la corriente.

-Sí, soy amigo de Christian. Y también de Alfonso.

Aquella respuesta no convenció a Dulce. Pensaba que conocía a la mayoría de los amigos de sus hermanos.

-Entonces, ¿cómo es que no te había visto antes?

Con las manos en el timón, Alfonso miró hacia atrás.

Él y Christian intercambiaron miradas. ¿A qué demonios se refería Dulce ahora?

Christopher se puso en cuclillas para examinar el rostro de Dulce.

-Oh, claro que nos hemos visto antes -dijo con voz elocuente.

¿Conocerse? Sinceramente, Dulce lo dudaba. Hubiera recordado una cara como aquélla aunque sólo la hubiera visto de pasada: finos rasgos, severos, incluso duros, una extraña combinación de ángulos que hacían a aquel hombre increíblemente atractivo.

Pero atractivo o no, eso no le daba derecho a mentirle ni tomarle el pelo, especialmente cuando la cabeza estaba a punto de estallarle.

-No, no nos conocemos -insistió ella.

En cualquier otra ocasión en la que no hubiera tenido los nervios a flor de piel, Christopher quizá habría querido seguir jugando. Pero no ahora. No cuando habían estado a punto de perder la vida bajo el mar. No estaba de humor para seguir con ello.

-Dulce, no me apetece seguir jugando -le dijo, apoyando una mano sobre su hombro.

Ella se encogió de hombros.
¿Qué le hacía pensar que podía tocarla? ¿Quién le había dado permiso? ¿Por qué sus hermanos no decían nada?

-Bien, a mí tampoco. Siento que mi cabeza está a punto de estallar así que, ¿vas a decirme cómo te llamas o no?

Esposos y Otros Desconocidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora