Capítulo 44

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Dulce se quitó el micrófono de la blusa y el transmisor que tenía que llevar durante la retransmisión. Acaba de grabar la secuencia de deportes para las noticias de medio día y no tenía que volver hasta primera hora de la tarde.

Se dirigía hacia su camerino cuando, de repente, se detuvo en seco. El hombre que aparecía junto a ella en las fotos de su boda estaba acercándose a ella. ¿Qué estaba haciendo allí?

Dulce sintió cómo su corazón revoloteaba, pero se convenció a sí misma de que era simplemente un mareo porque no había comido nada.

Cuando Christopher se marchó de casa por la noche, también se llevó con él su apetito. No había podido dormir e incluso Julia le había comentado por la mañana que, por una vez, había necesitado utilizar su maña para ocultar las ojeras de Dulce.

¡Maldita sea! Estaba bien. Se había preocupado por nada. Aunque no pudiera acordarse de él, no quería que le sucediera nada por culpa suya, y mucho menos desconociendo si era capaz de hacer o no algo drástico.

Pero ahora que sabía que estaba sano y salvo, sentía crecer su ira.

Después de que él se hubiera marchado la noche anterior, no sabía en qué situación se encontraban, si es que se encontraban en alguna.

Pero a pesar de que el corazón le hubiera dado un brinco al verlo, Dulce estaba tensa como un guerrero a punto de comenzar una batalla. No sabía por qué. ¡Dios!

Deseaba tanto tener una varita mágica con la que poder tocar su cerebro para que todo volviera a la normalidad...

-¿Qué es eso? -lo saludó, señalando con la cabeza hacia sus manos.

Ucker miró el ramo.

-Flores.

-Sé que son flores -respondió ella impacientemente-. ¿Qué están haciendo en tu mano?

-¿En este momento? -él las observó por un momento-. Marchitarse - Ucker extendió el ramo hacia ella-. Son tus favoritas. Margaritas blancas.

Dulce lo agarró con las dos manos, tratando de impedir que aquel detalle la emocionara.

-Sí, lo sé.

-Bien -Ucker se metió las manos en los bolsillos. Estaba a punto de hacer un comentario acerca de cómo parecía recordarlo todo excepto a él, pero vio que no tenía sentido. Su objetivo ahora era crearse un lugar dentro del mundo de ella-. Estaba pensando que quizá, si estás libre, podíamos ir a comer.

Sosteniendo ahora el ramo con una sola mano, Dulce miró su reloj.

-Son más de las dos.

- Será una comida de última hora o una merienda cena. Llámalo como quieras, pero ven conmigo.

Dulce miró el ramo durante un instante. Siempre le habían encantado las margaritas. Eran tan livianas, tan libres.

-Tengo que estar de vuelta a las cuatro y media.

-¿Eso es un no?

-No -le respondió, dedicándole una sonrisa-. Es simplemente una hora límite.

Ucker sonrió por primera vez en tres días.

-Muy bien. Me conformo con eso -estuvo a punto de tomarla del brazo, pero se detuvo-. ¿Te importa?

Su amabilidad la sorprendió gratamente.

-No, en absoluto.

Se dijo a sí misma que sólo era electricidad estática lo que sintió cuando ambos se rozaron.

Esposos y Otros Desconocidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora