Capítulo 5

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Pero treinta segundos después de su inmersión, Christopher empezó a sentirse inquieto.

Aunque Christian y Alfonso checaron rápidamente el perímetro del balandro para ver si Dulce había emergido por alguna otra parte, Christopherr se lanzó al agua para encontrarla. Algo le decía que aquello no se trataba de una de las bromas que tanto le gustaba gastarle.

Estuvo a punto de no poder encontrarla. Para cuando pudo llevarla a la superficie, sus pulmones estaban a punto de estallar. Necesitaba aire. Podía haber llegado antes sin ella, pero hubiera preferido morir que permitir que Dulce corriera algún riesgo.

Parpadeó mientras miraba asombrada al hombre que tenía al lado. Lo que había dicho no tenía sentido.

-¿Por qué querría yo fastidiarte?

Christopher se puso en pie y la miró. Agitó la cabeza y sonrió una vez más.

-Eso es algo que me he preguntado en más de una ocasión. La única conclusión a la que he llegado es que debe de ser una afición tuya.

Dulce frunció el ceño. Lo miraba como si no supiera de lo que estaba hablando, como si lo estuviera mirando por primera vez.

La inquietud volvió a apoderarse de él.

-Creo que ese golpe en la cabeza ha conseguido hacer algo que ninguno de nosotros ha podido en todos estos años. Hacerte dócil -dijo Christian cuando ella dirigió hacia él su mirada.

Alfonso, que estaba al timón, se rió.

-Ni lo sueñes -contestó Dulce, tratando de levantarse otra vez.

Christopher intentó detenerla.

-Te he dicho que permanezcas tumbada. ¿Por qué demonios tienes que ser siempre tan testaruda?

Si había sufrido una conmoción, el movimiento la agravaría. Estaba decidido a llevarla en brazos hasta la orilla y después al hospital si era necesario. Después de lo que había pasado, prefería hacerlo de esa manera.

Pero en vez de permanecer tumbada, Dulce retiró el brazo de su alcance. ¿Quién diablos se creía?

-¿Por qué debería escucharte?

Alfonso esbozó una sonrisa agitando la cabeza.

- Ya está de vueltaaaa...

Christopher lo ignoró. Miraba fijamente los ojos cafes de Dulce.

-Porque soy sensato. Ahora túmbate, ¡maldita sea!

Él miró la tirita que tenía en la frente y vio una pequeña mancha de sangre.

-Aún estás sangrando. Alfonso, ¿no puedes hacer que esto vaya más deprisa?

-Lo intento, pero esto no es una lancha motora.

Esposos y Otros Desconocidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora