Capítulo 38

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El coronel la agarró del brazo, pero Dulce se soltó.

No iba a dejar manejarse como una cría de cinco años. No lo había hecho antes, así que no lo iba a hacer ahora.

-¿Por qué debería irme a casa contigo?

El coronel luchaba por mantener los nervios a raya. Desde el día en que nació, Dulce lo había puesto siempre a prueba.

-Porque tu supuesto marido obviamente no se preocupa lo suficiente de ti.

De inmediato, sintió que la invadía un sentimiento de protección hacia Christopher que sólo podía atribuirse al hecho de querer llevarle siempre la contraria a su padre. No tenía nada que ver con Ucker.

-Nadie cuida de mí mejor que yo misma, coronel. En urgencias, los doctores me hicieron un chequeo completo. Tengo un montón de pruebas que me avalan; estoy bien.

-Si estás tan bien -le respondió su padre-, ¿cómo entonces no te acuerdas de Christopher?

-El doctor dijo que cuando se producen golpes en la cabeza, a veces puede sufrirse amnesia.

-Amnesia quizá, pero uno no sólo se olvida de una sola persona. No a menos que haya ocurrido algo terrible. Lo he visto en muchos soldados. Ahora bien, no voy a entrometerme ni preguntarte cuál es el problema que existe entre ustedess. Eso sí, hasta que lo resuelvan, puedes quedarte en tu antiguo dormitorio.

Dulce sabía que su padre sólo estaba intentando ser amable, pero de ningún modo iba a volver a dormir bajo su techo.

-Gracias, pero no. Voy a solucionar esto yo sola, coronel. Ahora gracias otra vez por preocuparte por mí, pero, por favor, regresa a casa de la tía Mayra. Yo estaré bien -insistió ella-. Estoy bien.

Él la miró fijamente.

-¿Por qué serás tan testaruda? Si fueras un soldado, te habría enviado al calabozo.

Ella le sonrió de nuevo.

-Entonces supongo que tengo suerte de no serlo. Y en cuanto a lo de ser testaruda, no hay otra persona a quien culpar sino a ti, coronel. Todo el mundo dice que me parezco a ti.

El coronel la miraba impasible. De repente, alguien llamó a la puerta.

-Dos minutos, Dulce.

-Es mi turno -le dijo a su padre mientras se levantaba-. Tengo que irme.

El coronel la agarró de los hombros y la miró durante un momento. Después, sin decir una palabra, la soltó.

Dulce sabía que, a pesar de que le volviera loco porque chocaban muy a menudo, su padre estaba orgulloso de ella por el hecho de saber mantenerse siempre firme.

Y así, manteniendo una sonrisa perfecta, Dulce salió de su camerino.

Esposos y Otros Desconocidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora