El Ángel del Inframundo

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Lo amo, lo amo. Es una carga pesada alrededor de mi cuello- me lleva al fondo con él. Pero amo esta carga pesada- no puedo vivir sin ella.

-Chekhov "El Jardín de los Cerezos" Acto III6



La niña llegó justo cuando Karan estaba bajando las cortinas de la tienda.

-Seño, ¿Quedan panquecitos? -Era una niña adorable de cara redonda, seguramente todavía no cumplía diez años.

-Se acabaron los de queso, pero si te gustan los panquecitos de pasas, todavía queda uno.

-Me lo llevo, por favor.

-Muy bien, Lili. Espera un segundo. -Karan cogió de la bandeja el panquecito restante y lo puso en una bolsa junto con dos donas.

-Las donas son un regalo.

-Gracias, Señora, -Lili dejo caer unas cuantas monedas de cobre en la mano de Karan. Probablemente las había apretado fuertemente en su mano durante todo el camino, pues aunque las monedas no poseían sangre, tenían la calidez del cuerpo humano.

Lili se asomó dentro de la bolsa y su rostro se iluminó mientras decía en voz alta que había dos donas enteras.

-Después de todo eres una de mis clientes regulares, Lili. La próxima vez hornearé algunos panquecitos de queso extra para ti.

-Seño, no cerrarás la tienda ¿O sí? -Lili apartó el rostro de la bolsa, y le preguntó a Karan con una expresión sombría.

-Nunca la cerraré. ¿Por qué piensas eso?

-Mamá dijo que podrías cerrar la tienda. Pero me alegra que no. -Una sonrisa de alivio se extendió en su cara redonda. Karan se puso en cuclillas y envolvió con los brazos la pequeña figura de la niña.

-Gracias por preocuparte por mi, Lili.

Su cuerpo suave, su tibia presencia- era muy pequeña pero le brindaba a Karan un estímulo contundente.

-Mamá y Papá están preocupados, -dijo Lili. -Dijeron, "¿Qué tal si ya no podemos volver a comer el pan o pasteles de tu pastelería?". Porque ya sabes, la tienda de pasteles enfrente de la estación tiene mal sabor, es cara y son groseros, -dijo malhumorada.

-¿Lo son?

-Sí. Porque el otro día había un enorme pastel blanco en el aparador, y era como un castillo de juguete. Y yo y Ei- oh, ¿Sabes quién es Ei?

-No, no lo sé.

-Es mi amiga. Es muy buena soplando burbujas. Entonces Ei y yo lo estábamos viendo porque era muy bonito.

-¿Entonces lo estaban viendo por el escaparate?

-Sí. Y el anciano de la tienda empezó a gritarnos. Dijo "No toquen el vidrio con sus manos sucias". Nosotros sólo estábamos mirando. Ni siquiera estábamos tocando el vidrio, -dijo Lili indignada.

-Eso es horrible.

-Entonces Ei le gritó: "¡Estúpido anciano tacaño!" y entonces yo también le grite "¡Estúpido anciano calvo! Y luego las dos huimos.

Karan estalló en risas. Había pasado un tiempo desde que se había reído en voz alta. Besó a Lili en la mejilla.

-No puedo hacer nada tan grande como un castillo, pero para tu cumpleaños, Lili, te hornearé un lindo pastel todo blanco para ti.

No.6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora