Escenario de Calamidad

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Amables señoras, tal como nuestra piedad se alaba, así es castigada también nuestra crueldad por la justicia divina; para demostraros lo cual y daros materia de desecharla para siempre de vosotras, me place contaros una historia no menos lamentable que deleitosa.

-Bocaccio: El Decamerón



Estaba caminando sobre las briznas de hierba, en una neblina caliente y húmeda. Podía ver sus pies, eran muy pequeños. La hierba era alta, le llegaba a los hombros.

Se dio cuenta de que casi estaba enterrado en la masa de grandes hierbas porque aún era muy joven. Miró hacia arriba para observar el cielo cerúleo, que estaba muy alto y lejos. Los vientos no soplaban y hacia mucho calor.



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Lo estaban llamando por su nombre.

Su nombre real. Había pasado mucho tiempo desde que lo habían llamado por ese nombre. El aire tembló. La brisa agitó las ramas encima de él y el aroma a hierba se hizo más intenso.

¿Quién lo llamaba? ¿Quién conocía su nombre?

Podía oír una canción. Y el aleteo de insectos. Una sombra oscura cruzó su visión. Primero una, después otra, y otra más. Sobre un fondo cerúleo, incontables insectos volaban de aquí para allá, formando un círculo. Cuando se aproximó más se separaron en diferentes direcciones, y volvieron a reunirse en un punto. 

Una danza.
Estaban bailando la canción.

Ven.

Escuchó una voz gentil.

Déjame enseñarte una canción. Te enseñaré una canción que necesitarás para seguir vivo. Ven.




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