Sino una vez

200 23 3
                                    

¡Los cobardes mueren varias veces antes de expirar!
¡El valiente nunca saborea la muerte sino una vez!
¡De todas las maravillas que he oído, la que mayor asombro me causa es que los hombres tengan miedo!
¡Visto que la muerte es un fin necesario, cuando haya de venir, vendrá!

-Shakespeare. Julio Cesar. Acto II Escena II

La calle estaba llena de gente.
Cientos, miles de personas corrían en la misma dirección; fluían como un rio gigantesco, pero un gran rio habría serpenteado suavemente, no estaría lleno de intenciones homicidas. Avanzaría como hacían estas personas ahora.

Karan se paró con la espalda contra la pared, observando a la gente pasar. Las filas de casitas alineadas en la calle tenían todas firmemente cerradas las puertas y apagadas las luces.

¿Sus habitantes estaban acurrucados en silencio adentro? ¿O estaban en algún lugar dentro de este flujo de gente?

En su espalda sintió el frio vacío de las casas abandonadas.

-¡A la Gota Lunar!

-¡Nosotros también tenemos derecho a vivir!

-¡Muestrenos al alcalde! ¿Por qué apuntan armas hacia su propia gente?

-¡No aguantaremos esto!

Eso fue todo lo que Karan pudo captar, el resto se convirió en alaridos enojados, gritos, chillidos lacrimosos y respuestas que se mezclaban, retorcían y enredaban unos con otros en el aire.

La pura energía del sonido era tan grande, que una sensación de flotar se apoderó de Karan; así que se afirmó en el piso y se apretó con mayor fuerza contra la pared, si no lo hacía presentía que la jalaría el flujo, ese ciclón. Se llevarían su cuerpo y su alma.

-¡¡Aghhh!!

Repentinamente escuchó un grito que era más agudo que todo lo demás, fue tan repentino que atravesó el ruido el ruido ensordecedor y traspasó sus tímpanos.

Un hombre corpulento, parado diagonalmente enfrente de Karan, cayó de lado apretándose el cuello y durante un instante cesó el clamor de la gente.

-A-Ayúda... ayúdenme, alguien... por favor...

El hombre se levantó, se tambaleó unos cuantos pasos y volvió a caer; su cabello se volvió blanco en segundos y su cuerpo empezó a marchitarse, luego el hombre dejó de moverse.

-Aquí está, está sucediendo de nuevo ¡Otra víctima!

-¡Nosotros seremos los siguientes!

-¡Hagan algo! ¡Tenemos que hacer algo rápido!

El zumbido de la multitud sacudió el aire y la gente empezó a fluir de nuevo, nadie intentó levantar al hombre caído y sacarlo del camino de la multitud. La gente lo pisó, pasó sobre él o a su lado y siguió avanzando.

La primavera aún estaba lejos y la noche aún estaba fría, pero las caras de todos estaban adornadas por gotas de sudor.

Karan también sintió que el sudor le escurría por la mejilla, tenía una sed insoportable; sentía que se estaba desmayando: sus manos y pies se entumecieron y casi perdió la consciencia. Se mordió el labio.

Tengo que regresar, Lili y todos me están esperando.

Con la espalda aún contra la pared, Karan se dirigió de regreso a su tienda, yendo contra el flujo de gente.

No.6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora