¡Toca la alarma!

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Empiezo a estar cansado del sol, y ojalá que el orden del mundo fuese a reventar.
¡Toca la alarma, sople el viento, venga el fin, pues llevando la armadura he de morir!

-Macbeth, Acto V, Escena V

Te amo Shion, te amo más que a nadie en el mundo.

Cerebros flotaban en medio de las columnas transparentes.

Cerebros humanos.

¿Cuántos? Diez, veinte, treinta... tal vez más de cincuenta. Parecía haber una fuente de luz en la base de la columna, para que toda emitiera un brillo tenue y blanco. Era una escena que nunca antes había visto: todo estaba ordenado, inorgánico y estéril, ni una sola mancha enturbiaba el piso lustroso, la cámara era inodora y casi insonora, pero eso por si mismo era aterrador. Shion sintió que esa escena era más aterradora que cualquier cosa que hubiera visto hasta ahora. No podía escuchar los llantos lacrimosos, los gritos o gemidos, no había cadáveres, ni sangre fluyendo, ni rostros distorsionados por la agonía; pero esta escena era mucho más retorcida que el panorama infernal en el sótano que había atestiguado y grabado a fuego en su memoria.

Safu estaba parada justo dentro de esa escena aterradora y retorcida.

—Safu

Shion trastabilló cuando intentó echar a correr y cayó de rodillas porque no tenía fuerza en las piernas, su corazón palpitaba rápidamente, su cuerpo herido, sangrante y exhausto estaba clamando piedad.

No puedo ir más lejos.

Levantó la vista y un reguero de sudor bajó por su mejilla y humedeció su boca.

Safu aún estaba en silencio, mirando a Shion. No había cambiado para nada, nada en ella había cambiado: el largo del cabello, la estatura, su mirada obstinada.

Lost Town, No. 6. Se habían despedido apresuradamente en la estación, pero la Safu que había visto entonces, ahora estaba parada frente a él.

No lucía agotada, no lucía herida.

—Safu... estás a salvo. —Estás a salvo, te las arreglaste para permanecer a salvo, te las arreglaste para vivir. Fuimos capaces de volver a vernos, vivos.

Te amo Shion, te amo más que a nadie en el mundo.

Su confesión lo había alcanzado a través de su tarjeta ID, un dispositivo de comunicación de vanguardia había mediado estos sentimientos de carne y hueso.

Su voz regresaba a él.

—Shion, viniste. —La voz de Safu, un poco baja por ser una chica, aunque siempre vigorizante y firme. La extrañaba.

Conmovió su corazón, le estrujó el pecho.

Oh, como había extrañado esto.

Safu, hemos estado separados por una distancia bastante grande ¿No? siento como si no nos hubiéramos visto durante un siglo.

—Lo sabía, estaba segura que vendrías... —Safu sonrió y su rostro se arrugó en una expresión que era tanto feliz como llorosa. —Estuve esperando todo este tiempo, esperar era lo único que podía hacer, aquí sólo podía esperarte...

—Mm-ajá.

Shion irguió la parte superior del cuerpo y respiró hondo.

—Sabía que tenía que haber venido antes... Lo siento, Safu.

Safu sacudió la cabeza y la inclinó hacia un lado; parpadeó y una débil agitación cruzó sus ojos.

—Shion, tu cabello...

No.6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora